8/4/09

Venezuela, hacia la tiranía plebiscitada

Antes había sido la orden de detención de Manuel Rosales, alcalde de Maracaibo y líder de la oposición venezolana al Gobierno de Hugo Chávez.


Y previamente, antes aún de que el segundo referéndum se celebrara para que el presidente pudiera acceder a la jefatura vitalicia del Estado, había sido arrestado, por cargos gubernamentales de corrupción, el ex ministro de Defensa Raúl Isaías Baduel, al que el propio Chávez acusó de “traidor” por censurarle el empeño de perpetuarse al frente del régimen castrista en que ha derivado la democracia venezolana.

Ahora Baduel ha sido detenido de nuevo; bueno, más propiamente secuestrado que detenido, por agentes del Servicio de Inteligencia Militar del Estado, que le abordaron en su automóvil el pasado jueves y se negaron a mostrar la orden correspondiente al propio general y a los familiares que le acompañaban. Baduel ha estado en paradero desconocido desde entonces.

Durante la pasada primavera sufrió parecido arresto (en la calle, rodeado también de sus familiares), con los mismos cargos de “enriquecimiento ilícito” durante su último destino político-militar que ahora se le imputan. También entonces, como ahora, fue ejercida violencia en la detención y transgredidos los protocolos propios de su jerarquía militar en las Fuerzas Armadas de Venezuela.

Pero la detención de entonces, pese a su irregularidad formal, no presentó las connotaciones de secuestro político propias de la actual. Y todo resulta grave y notoriamente llamativo si se repara en que el general Baduel, además de amigo y compañero de Chávez durante el tiempo que estuvieron en la Academia Militar, fue quién le rescató del arresto en que se encontraba durante el golpe de Estado, en 2002, que lo mantuvo dos días fuera del poder.

Con ocasión de aquel primer irregular arresto del general Baduel, señalé en estas páginas, que el procedimiento que se había seguido con él –héroe de la restauración democrática en Venezuela tras del golpe– era semejante al seguido por Fidel Castro contra el general Ochoa, héroe cubano durante la guerra de Angola por la invasión surafricana, que tiempos después, de regreso a la Isla, tuvo la osadía de criticar políticamente al sátrapa comunista de Cuba.

Se le atribuyó la responsabilidad de traficar con la cocaína que los camaradas de las Farc colombianas enviaban y envían (ahora por otras vías, principalmente mexicanas) al mercado norteamericano. Lo más probable sería que aquello fuese un tráfico de Estado, acaso descubierto por la DEA, la agencia estadounidense contra la droga.

Pero lo que hizo la dictadura cubana contra su legendario héroe fue lo mismo que ha hecho Chávez contra Baduel desde su galopada sin freno hacia la tiranía constitucional, después de haberse salido con la suya en el segundo referéndum sobre lo mismo. El caudillo bolivariano acusa de corrupción al héroe contra-golpista de Venezuela.

Paralelismo castro-bolivariano
Ese paralelismo castro-bolivariano no resulta de la casualidad sino que viene de la identidad ideológica compartida. En el fondo son tal para cual. Y, en lo personal, la identidad con Fidel no alcanza la condición de clon por el componente de clown que irradia el huésped del Palacio de Miraflores. El general Baduel ha reaparecido, en condiciones que no son las estrictamente propias de la seguridad emanada de todo Estado de Derecho.

En cualquier caso, Chávez ha montado bien la película. De una parte, mientras estaba en Qatar, invitado como observador a la Cumbre de la Liga Árabe, para romper una lanza por el presidente de Sudán, condenado como genocida por el Tribunal Penal Internacional. Y después, cuando seguía en Irán, donde liberales y demócratas se esconden del régimen del mismo modo que lo harán pronto en Venezuela. O, como desde hace medio siglo, lo están haciendo en Cuba.

La deriva totalitaria de Venezuela pasó de intuida o sospechada a patente y galopante. El caso Baduel corona el síndrome, como el decretado encarcelamiento del alcalde de Maracaibo, el líder de la Oposición. Ya dijo Chávez, en las últimas elecciones locales, que mandaría los tanques contra sus adversarios.

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