Es posible que el tono y contenido de mi reflexión de hoy, si es que alguien la lee, generen algún tipo de crítica en razón de la razón que me lleva a escribirla.
Y es que el análisis del decurso de los acontecimientos venezolanos en los últimos años, la observación y percepción de muchos hechos, pero sobre todo la consideración de las acotaciones de muy buenos amigos que insisten permanentemente acerca del tema, me han llevado a considerar con seriedad el aserto que da título a esta reflexión.
Porque, en contraposició n a lo que, en ocasiones en lo particular, y muchas otras veces en lo colectivo hemos expresado, he llegado a convencerme que esta no es una lucha de los buenos contra los malos, en el supuesto que los buenos están de nuestro lado y los malos son los representantes y cabecillas del régimen. Pues así amigos, hemos llegado a la convicción que la realidad de nuestra Venezuela actual va mucho más allá de esa conyunturalidad de buenos contra malos, y se sumerge profundamente en una lucha a muerte entre el bien y el mal; en una lucha a muerte entre el bien representado por la decencia, la honestidad y los principios éticos y morales, y el mal personificado en la indecencia, la deshonestidad y la falta absoluta de principios éticos y morales de este régimen y sus representantes.
No podemos, pienso yo, seguir hablando exclusivamente de buenos y malos, de honestos y deshonestos, de decentes e indecentes, porque la realidad que confrontamos no se detiene ni se limita por actitudes y acciones personales o grupales, sino que va mucho más allá, porque nace de una concepción aberrada y aberrante de la forma de vivir y de los conceptos sobre los que se sustenta la acción cotidiana de cada quien y de los grupos que integra, en resumen, es simplemente una forma de encarar la vida que se sustenta en el predominio del mal, como concepto fundamental, sobre el bien individual y colectivo de una sociedad que ha adoptado una posición de ceguera voluntaria ante tal realidad.
Es por eso que hoy quiero hacer un sincero llamado a todos aquellos que profesamos y practicamos el bien como forma de vivir, que estoy convencido somos la inmensa mayoría de los venezolanos a que, desde la posición en que nos encontremos y desde cualquier punto ideológico o de concepción confesional, a que hagamos de la lucha por la imposición del bien sobre el mal, a que hagamos de esta lucha una profesión de fe y un compromiso profundo para emprender las acciones que sean necesarias para destronar al mal como principio de vida y colocar en su lugar al bien y la decencia como punto focal de nuestras acciones.
El bien siempre se ha impuesto sobre el mal y, aún cuando a veces toma tiempo y muchos sacrificios, en nuestra Venezuela también la luz prevalecerá sobre las tinieblas y la oscuridad.
Por nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos, y todas las generaciones futuras de venezolanos decentes y comprometidos con el bien como razón fundamental de nuestras vidas, vamos a comprometernos con las situaciones de fe y de acción que nos lleven a conseguir nuestro objetivo fundamental, la paz sustentada sobre el buen proceder.
POR ESO, AHORA MÁS QUE NUNCA, EL LLAMADO SIGUE SIENDO A TOMAR CONCIENCIA, DESPERTAR, REACCIONAR Y ACTUAR.
VENEZUELA MERECE UN MEJOR DESTINO, Y ESE DESTINO ESTÁ EN LAS MANOS Y LA CONCIENCIA DE CADA UNO.
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