Sin subordinación
Uno de los principales signos de la política en las últimas décadas del siglo XX, fue la penetración de las organizaciones y movimientos sociales por parte de los partidos tradicionales.
Esta práctica se tradujo en la subordinación de buena parte de ellas y ellos, al poder y al Estado en general y a cada gobierno en particular. En una buena cantidad, ya no representaban a sus asociados, representados o integrantes, sino al partido que “controlaba” la organización.
De manera que buena parte de nuestra lucha de entonces, consistía en encontrar una manera de concebir la política bajo una forma distinta a la de los partidos políticos tradicionales. No es, por supuesto, concebir una política sin organización, la política siempre es una actividad colectiva y siempre es, en alto grado, una acción organizada.
Lo que nos planteamos era ¿cómo es y cómo se organiza un movimiento para la política que no subordina el movimiento popular al poder y al Estado? Desde entonces, los vientos de la política han soplado a favor de los movimientos sociales.
Movimientos sociales que estén al lado de la vida de la gente, y no del lado del Estado, subordinados a él directamente.
El pueblo es quien hace los cambios
Vivíamos una “democracia representativa” hondamente deslegitimada por este fenómeno. Se requerían cambios urgentes, profundos, estructurales… y el pueblo se preparó para producirlos.
Es el pueblo, no los partidos, ni los “lideres”, ni los “caudillos”, es sólo el pueblo, repito, el sujeto social que se prepara, por el nivel de conciencia y el grado de organización que alcanza, para tener el poder real para hacer una profunda transformación del Estado y de la Sociedad.
Con mucha fuerza a partir de los 80
Nuestra sociedad es sumamente diversa. Entre los sectores que impulsan los cambios hay cristianos y ateos, empresarios y obreros; hombres, mujeres, adolescentes, estudiantes, amas de casa, profesionales, ecologistas, campesinos; gente cuya vida transcurrió en un partido y gente que dedicó su vida a la lucha contra los partidos; hay socialistas, comunistas y socialdemócratas… Siempre se logró la unidad dentro de esa diversidad.
Durante los últimos años de la democracia representativa, y para enfrentar el estado de cosas dominante, el pueblo había creado miles de organizaciones populares a partir de las cuales libraba su lucha de todos los días.
El pueblo en movimiento estaba ampliamente organizado. Eran organizaciones que no subordinaban su política al Estado, sino que eran expresión directa de la gente.
En el nuevo milenio
Esas organizaciones, nacidas para la lucha, cambiaron su contenido al aprobarse la nueva Constitución: ahora se convirtieron, y se multiplicaron por decenas de miles, en organizaciones para participar en la construcción de lo nuevo.
Tal es el caso de: los Círculos Bolivarianos, las Mesas de Agua, las Mesas de Energía, las distintas formas de empresas de la economía social, los Comités de Salud, organizaciones ambientalistas, culturales, y de todo tipo.
Pero el plan resultó ser otro…
Me encuentro entre quienes pensaron que este gobierno, facilitaría que el pueblo hiciera una verdadera revolución.
Pero por el contrario, los vientos que soplan desde el Estado conspiran contra el protagonismo popular. El plan, lo hemos dicho, es adelantar la política desde el Estado, controlarlo todo desde allí.
Para ello se hace necesario seguir avanzando en el camino del despojo del poder al pueblo, para concentrarlo en la Jefatura del Estado.
Se seguirá avanzando en la imposición del Partido del Estado como el sujeto político en sustitución del pueblo. Chávez seguirá, cada vez con más frecuencia y profundidad, dando reconocimiento solo a las organizaciones que se subordinen al Estado.
Así, nos empujan cada vez con más fuerza hacia la simplificación de la sociedad y la muerte del auténtico movimiento popular.
Su plan es que seamos una sociedad simple, organizada solo en 4 tipos de Consejos: Comunales, Obreros, Campesinos y Estudiantiles, como aparece ya en la legislación hecha por el propio Presidente.
Fortalecer el verdadero movimiento
Si ese plan termina por imponerse, ¿qué será de los movimientos sociales? ¿qué será del movimiento por los derechos de los gay, por ejemplo? ¿o de los ambientalistas? ¿o cualquier otro por los derechos humanos o sociales o políticos?
Por eso es obvio que la cosa no le está resultando sencilla. El propio movimiento popular ha hecho cambiar sustancialmente la política. El tiempo y el lugar de la política ha cambiado: terminó el tiempo de los partidos y estamos en el tiempo de los movimientos sociales, la política no está hoy en los partidos ni en el Estado, está en el pueblo y sus organizaciones.
Fortalecer los movimientos sociales es hoy un requerimiento indispensable en la lucha por fortalecer la democracia.
Necesitamos un movimiento popular que posea, al menos, tres condiciones: En primer lugar, que desarrolle una acción colectiva, una acción política, que no esté prevista, ni regulada, ni controlada por el poder dominante, ni por los mecanismos de ese poder.
En segundo término, que se proponga un avance sostenido hacia la igualdad. Que haga de la búsqueda de la inclusión su consigna fundamental.
En tercer lugar, que tenga una existencia corporal, esto es, que tenga existencia organizativa.
Eso es lo que nos ocupa en lo inmediato.
ISMAEL GARCÍA
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