Más presos, menos tiempo, análisis que hoy trae Macky Arenas
Está escrito. En la historia. Mientras más presos acumula un régimen menos tiempo le queda. El estropicio delata a los regímenes que tienen el sol a la espalda. Los márgenes de maniobra se vuelven estrechos en la medida en que la gente razona y se percata de que los presos son un indicador de que ya no queda más que hacer. Ya no basta la manipulación, ni la maniobra, ni la demagogia, ni siquiera el miedo.
Los trabajadores protestan porque sus derechos están siendo pisoteados por un régimen que se vende como el adalid de los marginados, como la contracara de la oligarquía, como el enemigo del imperio, como la voz de los excluidos. Pero resulta que nunca el marginado ha estado más a un lado, que la oligarquía goza de buena salud, sólo que con otros números de cuentas bancarias, que el imperio nunca ha tenido más petróleo y que, en cuanto a la voz, es sólo eso, palabrería barata, hueca, que ya no convence y menos aplaca.
Se llevaron presos a los manifestantes. ¿Quién lo diría de ese comandante que llevó la protesta a su máxima expresión, el intento de un golpe de Estado? Ese comandante pensó que la protesta nunca volvería contra él su amargo quejido. Pensó que, así como el Estado democrático frenó sus ilegítimas ambiciones en dos ocasiones, él podría también diluir la protesta en un espejismo de verborrea interminable. Ese comandante creyó que manejaba un cuartelucho y no un país con medio siglo a cuestas de libertades bien sudadas.
Equivocado de banda a banda, ahora pretende criminalizar la disidencia y acallar toda protesta, convirtiendo en delincuentes comunes a quienes la ejercen de manera legítima y encerrando en las cárceles a ciudadanos honestos, trabajadores de este país que sólo reclaman sus derechos pisoteados. Tan sólo porque reconocer su estrepitoso fracaso en la gestión pública es impensable en la ruta del engaño. Tan sólo porque nuestros recursos están sirviendo a otras intentonas desestabilizadoras en el continente. Tan sólo porque, a pesar de ello, pretende quedarse indefinidamente al mando. Pero el buque hace aguas y el mar de la felicidad se ha vuelto proceloso.
Otra de las patéticas evidencias de que no puede la cartilla cubana cuadrar sin más por estos lares. No basta tildar de enfermos mentales a los inconformes. No basta encarcelar a los manifestantes. Mucho menos silenciar al país. Para prender el polvorín basta un fósforo. Este país es un campo minado. Ninguna cárcel es suficiente para encerrar la indignación de una nación. Ningún ejército tan equipado como para contenerla. Ningún gobernante arbitrario – a Dios gracias- tan sagaz como para advertirlo. Es por eso que esas cárceles se abrirán para dar libertad a los que injustamente hasta allí fueron conducidos y para recibir a los responsables del dolor de la patria.
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