31/1/10

Chávez exige aplausos

Con el cese de la señal de RCTV, Hugo Chávez inaugura una nueva etapa de su proyecto autoritario
Hace dos años, RCTV fue sancionada por criticar, ahora se le aplican las mismas medidas por no aplaudir

Con el cese de la señal de Radio Caracas Televisión (RCTV), el presidente Hugo Chávez inaugura una segunda etapa en el desarrollo de su proyecto autoritario. La primera estuvo dirigida a suprimir la crítica, la segunda pretende exigir el aplauso. El destino del autoritarismo es convertirse en totalitarismo y Chávez apenas disimula el rumbo.

RCTV es emblemática en ambos casos. A mediados del 2007, el gobierno le arrebató la señal abierta en represalia por sus actitudes críticas. Hoy, la excluyen de las transmisiones por cable en represalia por no transmitir un discurso presidencial. Primero, la televisora pagó el precio de criticar y ahora, el de no aplaudir.

Chávez goza de un control extraordinario sobre los medios de comunicación venezolanos. Numerosas televisoras, radioemisoras y periódicos le responden directamente. Para las demás, tiene a mano sus leyes de medios, incluyendo la notoria Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión. Para aplicarla existe la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), integrada por siete miembros supeditados directamente al Poder Ejecutivo y solo cuatro procedentes de otros sectores.

Cuenta, además, con un Poder Judicial incapaz de plantarse frente a sus abusos, al punto de declarar inaplicables las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en particular las referidas a la libertad de expresión. El cerco está tendido y muchos medios no supeditados directamente al gobierno se han visto en la triste disyuntiva de ceder ante la presión o seguir la sacrificada ruta de RCTV. La mayoría opta por la autocensura.

En consecuencia, el mensaje oficialista se impone. Chávez, transmite un programa de televisión dominical cuya duración es de entre cinco y siete horas. Frecuentemente, en el transcurso de la semana, exige a los medios suspender su programación para transmitir “cadenas presidenciales”. RCTV se negó a una de esas transmisiones. Fue el único de los 24 canales de televisión por cable en asumir esa actitud frente al constante abuso del gobierno. Hoy lo paga caro.

En un desorbitado ejercicio de cinismo, Diosdado Cabello, director general de Conatel y uno de los más influyentes miembros del Gobierno de Chávez, declaró a la prensa: “¿Estamos cerrando algo? No, no estamos cerrando nada. Estamos diciendo que en Venezuela para estar en la grilla de los operadores de cable deben cumplir con esta ley, todos, absolutamente todos”.

En nuestra vecina Nicaragua, la ideología “bolivariana” (necesariamente escrita entre comillas para evitar confusiones con el ideario del prócer de la independencia) impulsa al gobierno de Daniel Ortega en la misma dirección. Carlos Fernando Chamorro, director de dos programas de entrevistas y comentario político trasmitidos por Telenica Canal 8, abandonó sus labores “por razones éticas”.

Ahora, los acontecimientos comienzan a darle la razón. Es vox populi en Nicaragua que el canal fue adquirido por empresarios afines al sandinismo y, según el propio Chamorro, la compra se hizo con fondos de la “cooperación venezolana”. La nueva empresa ofrece a Ortega control de dos de los diez canales de mayor audiencia en el país. “Es la manifestación más grande de avance en el control mediático de parte del Frente Sandinista”, dice Guillermo Cortés, editor de la revista Medios y mensajes .

Otros medios nicaragüenses optan, como en Venezuela, por bajar el tono de la crítica y orientan su programación informativa a las noticias de sucesos y la farándula. Con ello renuncian a la misión fundamental del periodismo independiente y abren las compuertas al abuso gubernamental.

En el Ecuador, el gobierno de Rafael Correa impulsa cambios constitucionales y legislativos aptos para llenar las aspiraciones de la primera etapa de la política de prensa “bolivariana”, la supresión de la crítica. La respuesta de los medios independientes y otros sectores de la sociedad es firme, pero el Presidente está lejos de abandonar la idea.

La obsesión de estos Gobiernos con los medios de comunicación valida la función del periodismo independiente y su condición de baluarte de la democracia. No es casualidad que ambos se vayan extinguiendo al mismo tiempo, en una marcha forzada por los autócratas de hoy quienes, si no encuentran freno, serán los gobernantes totalitarios de mañana.

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