A comienzos de junio del 2007, este artículo apareció en La Razón y periódicos y portales de Venezuela y el exterior. Como los sucesos que lo motivaron se repiten desde el fin de semana pasado, he considerado oportuno volver a publicarlo.
Manuel Malaver
Manuel Malaver
CISNEROS
Es como una fatalidad, pero el nombre de Gustavo Cisneros ha sido parte del entramado de las 3 grandes crisis políticas vividas en el país en los últimos 5 años.
En el 2002 el gobierno lo acusó, primero, de estar tras la formación del gobierno de Pedro Carmona Estanga y después de financiar el paro petrolero; el 2004 la oposición dijo que se había aliado con Jimmy Carter para fraguar el fraude del referendo revocatorio; y ahora cuando Chávez decidió bajarle la santamaría a RCTV, portavoces del gobierno y la oposición han estado contestes en afirmar que algún dividendo debió cifrar Cisneros de la más grande agresión sufrida por la libertad de expresión en Venezuela en los 50 años que median entre los dos siglos.
Claro, sin pronunciar su nombre, pues ha sido tal la tenebrosidad acumulada por Cisneros durante los sucesos que significaron el anclaje de la autocracia chavista, que hay que tener cuidado al asociarse, aunque sea silábicamente, con semejante exceso.
No fue así, sin embargo, en los inicios del chavezato, cuando después de décadas de arrastrar la acusación de ser el promotor del más furioso anticastrismo venezolano y sudamericano, Cisneros temió, sensatamente, que el cabecilla de la izquierda resurrecta, repotenciada, religiosa y borbónica viniera por el ajuste de cuentas.
De ahí que venciendo quien sabe que de resistencias, cálculos y escrúpulos (literalmente, “con el pañuelo en la nariz”), Cisneros jugó a ser antichavista primigenio, demócrata de los que no sujetaba los principios a los dólares, y nuevo líder de la antipolítica que con el segundo canal de televisión abierta de mayor rating en el país y acciones en la primera cadena de televisión por cable del continente, soñaba con rehacer la política, intervenirla, maquillarla, plastificarla y transfusionarla de acuerdo a unas ideas de liberalismo económico, sociedad abierta y empresas globales que le bullían en los bolsillos.
Claro que por esos días no faltaron los mal hablados que salieron a decir que más que por inspiración propia, Cisneros, le seguía línea a sus amigos de toda la vida George Bush, padre, y sus hijos Jeff y George W. Bush, y para confirmarlo se referían a las continuas visitas que hacia el primero a un hato que tenía Cisneros en la Gran Sabana, y, donde, aparte de pescar pavón, parece que se hacían planes para la época en que Chávez no sería ni un mal recuerdo en la escaldada memoria nacional.
Pero creo que eran especulaciones, que en ésta, como en circunstancias parecidas, la amistad no tiene porque ir pareja a la política, y que hoy, cuando Cisneros es una ficha pura y simple de la revolución bolivariana, debe seguir reuniéndose, dando y recibiendo consejos, configurando negocios, conversando y pescando con los Bush…como si tal cosa.
De la misma manera que en la Casa Blanca tampoco tendrían porque extrañarse si les cae un video donde Cisneros, de alpargatas, franela y sombrero de cogollo aparece un fin de semana en su hacienda de la Gran Sabana aspeando un joropo escobillado con la mismísima…¡Iris Varela!
Pero los pocos años que pasó Cisneros en el antichavismo primigenio también le sirvieron para algo más sustancial, permanente y estratégico, como fue sacudirse la polilla de una cierta fama de empresario apache, corsario y salvaje, sin respeto por las reglas de juego y volcado a la práctica de cualquier novedad non santa con tal de salir adelante con un buen negocio, que lo acompañaban casi desde que tuvo uso de razón (si el eufemismo es aplicable).
Sobre todo en su relación con los primeros gobiernos auténticamente populistas de la experiencia democrática, con aquellos presidentes que pensaban que la redistribución del ya gigantesco ingreso petrolero, pasaba por la promoción de una burguesía joven, fresca e irreverente que hiciera pactos con la estatocracia para hacer realidad la redención de los pobres.
Recuerdo que fue por esos años cuando el inolvidable, fraterno y revolucionario de verdad verdad, Pedro Duno, escribió un libro que hizo época, “Los doce apóstoles”, en el cual Cisneros conoció por primera vez el moldeado de una reseña biográfica, aun cuando Duno, con el calado que le era proverbial, creo que nos dejó más bien su estatua.
Colección de reportajes que estoy seguro leyó, estudió, subrayó, apostilló y enriqueció, Hugo Chávez, en aquellas primeras reuniones que, según sus exégetas, sirvieron tanto para juramentar a los conjurados originales, como para formar a quienes 15 años después lo acompañarían en el asalto al poder.
Seguramente que con la misma devoción que oía las canciones de Alí Primera, leía “Venezuela Heroica” de Eduardo Blanco, el “Poemario de Luís Edgardo Ramírez”, “El conde de Montecristo” de Alejandro Dumas, “Los Miserables” de Víctor Hugo, “Frente a los Bárbaros” de Vargas Vila, “El hombre mediocre” de José Ingenieros, “La última proclama de El Libertador”, algún que otro ensayo de Simón Rodríguez y “El Mártir del Gólgota”, de Enrique Pérez Escrich.
Y aquí vienen las preguntas: ¿Qué hizo Cisneros para convertirse, de factótum del gobierno de Pedro Carmona Estanga y financista del paro petrolero, a empresario consentido de Chávez y la revolución? ¿Cuáles han sido las artes, conjuros o embrujos que empleó para que el líder de la revolución latinoamericana y mundial, no solo no lo incluya en las largas y penosas diatribas donde no se salva ni el Papa Benedicto XVI, sino que habla del entrepeneur neoliberal y global con entero respeto y se refiere a él como “un compatriota, empresario paradigmático en su solidaridad con los pobres, y amigo al cual le falta mucho que hacer por la revolución?”.
¿Eficacia de los rituales de santería a la que dicen son aficionados tanto Chávez, como Cisneros? ¿Influjo de un poder subrenatural que en el caso del presidente de Venezuela no puede ser sino el del presidente de Cuba? ¿Y si jamás existió un Cisneros anticastrista, contrarrevolucionario y anticomunista, así como tampoco existe un Chávez antibushista, antinorteamericano, antiimperialista y anticapitalista?
Pero aquí viene la pregunta más enigmática, desconcertante y perturbadora: ¿Qué hizo Chávez para ganarse el corazón de Cisneros y recibir el trato de “hermano” de un individuo con fama de distante, desconfiado y sin inclinación por las zalemas y amapuches? ¿Qué ha juntado a estos dos venezolanos de orígenes tan diversos, gustos tan dispares y preferencias situadas en las antípodas de la política, la filosofía, la cultura, la ideología y la sociedad?
¿Alianza político-mediática, o mediático-política, entente, bendecida por el inefable Jimmy Carter, para que Cisneros construya una gigantesca red de medios a nivel continental y mundial, por la que Chávez avance en el relanzamiento de la revolución marxista y comunista, haga efectivo el testamento por el cual Fidel Castro lo constituye en su heredero, con Cisneros en el papel de aquellos papas de la Edad Media que ungían y coronaban a reyes y emperadores?
¿Cuántos millones de petrodólares están de por medio, no estará ahí la causa de la caída de las reservas internacionales del país en los últimos 6 meses hasta en un 30 por ciento?
Porque vamos a estar claros, ni Cisneros se mete en jugadas donde “el vil metal” no esté lo suficientemente acuñado, ni Chávez se alía con “otro diablo” si no le representa una ganancia en su acumulación del “vil poder”.
Máxime cuando los sueños de Cisneros de pasar a ser, en lo que se refiere a influencia mediática y fortuna, un par de los Marinho de Brasil, los Azcárraga de México, y los Perenchio, Saban y Murdoch de Estados Unidos, no es que se esfumaron, se convirtieron en pesadilla.
Y para demostrarlo, ahí está Venevisión, el canal 4 de Venezuela, con apenas 20 por ciento del rating, rechazado, negado y apagado por el 80 por ciento de la teleaudiencia y rodando a ser una versión “light” de Venezolana de Televisión, Vive TV, Telesur y TVES.
Y en cuanto a Chávez ¿qué queda de aquel Robin Hood que era visto en el mundo hasta hace 4 años no solo con curiosidad, sino con aprecio, por sus promesas de redimir a los pobres, combatir la corrupción, promover una revolución moral y salvar a la humanidad?
Pues un remedo de dictador caribeño y bananero, apto apenas para ilustrar las futuras ediciones de “La Fiesta del Chivo” de Mario Vargas Llosa, disfrazado unas veces de militar en zafarrancho de combate y otras en zafarrancho de disfrute, pero siempre dejando la impresión de que una grotesca impostura se engulle a un país y a una sociedad.
Y es en este contexto donde cobra lógica el zarpazo contra RCTV, la marramucia por la cual el caudillo que ya no es más que un retoño de los dictadores latinoamericanos del siglo XIX y el empresario neoliberal y global que fracasó en demostrar que podía hacer negocios sin el paraguas del papa estado, se aliaron para perpetrar una de las peores felonías que se conocen contra la libertad de expresión.
Chávez preparándose a promover disturbios que le permitan dispersar y desviar la justa protestar estudiantil, y Cisneros apartando las cámaras y haciendo blackout informativo para que no se sepa que hay una Venezuela dispuesta a ponerle fin a sus días y a los de Chávez.
Mientras tanto, me cuentan que los socios políticos, mediáticos y capitalistas siguen llamándose, conectándose y felicitándose por el reparto de los equipos, la señal, la teleaudiciencia y la cartera publicitaria de RCTV.
Que les aproveche.
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