30/1/10
Hugo Chávez torció, una vez más, la mano a la libertad de expresión.
Hoy fue el turno de la señal Internacional de TVN (Televisión Nacional de Chile, señal internacional) en conocer, en carne propia, la política de represión mediática del régimen chavista. Pero no se trata solo de un acto aislado, sin un trasfondo político. Se trata de una señal hacia Chile y el próximo gobierno aliancista. Ya advirtió a Piñera: “No se metan con nosotros”.
Saquemos una radiografía del gobierno semidictatorial de Hugo Chávez.
Es un régimen extremadamente frágil, institucionalmente hablando. Es un régimen de "UN" caudillo. Todo el sistema “socialista del siglo XXI” se sostiene sobre los hombros de una persona, y solo una: Chávez. No existe un liderazgo de recambio. Chávez no lo quiere, ni lo permite. Gustavo Rangel, ex Ministro de Defensa y ex amigo personal del caudillo fue destituido en su momento y puesto automáticamente en la “oposición oligárquica” al régimen. La misma suerte corrió el General (r) Raúl Isaias Baduel. Un gobierno que de corte “estalinista” que no solo busca alimentar el culto a la personalidad del “líder”, sino que percibe en cualquier otro liderazgo político interno una amenaza en contra de su continuidad política.
Un rasgo característico de este tipo de regímenes neoestalinistas es la búsqueda de “enemigos” internos y externos. Cohesionar políticamente la sociedad a fin de generar adhesiones indirectas. Chávez necesita enemigos, si no hay, los crea, alimenta y mantiene.
Los medios de comunicación son a la vez una base de sustentación del régimen chavista, siempre y cuando se inserten y respondan positivamente al uso propagandístico que su régimen hace de ellos, pero son fuente y materializan la “amenaza” cuando desean gozar de la autonomía inherente a todos los medios de comunicación de masas.
Habiendo tomado nota de lo anterior, no resulta difícil comprender la actitud represiva y totalitaria del régimen en contra de TVN Internacional, menos luego que un gobierno de Derecha asumirá el poder en Chile. La señal internacional deviene un medio de “propaganda” antichavista, por el solo hecho de no responder a las necesidades políticas del régimen.
Mañana, cuando asuma el Gobierno de Piñera, un “Eje Liberal”, de tendencia “derechista” se dibujará en la Costa Pacífica de América del Sur (el régimen de Alán García, no obstante ser Aprista, gobierna bajo la lógica liberal). Hugo Chávez lo sabe. Se antepone a tal perspectiva, asume una política y un retórica anticipatoria. Le da forma a una amenaza latente que en lo más profundo de su alma política desea que se concretice. Su régimen respira gracias a ello.
A diferencia de la postura adoptada por los Gobiernos Concertacionistas que decidieron “no meterse” con Chávez, no obstante las demandas repetidas por parte de los EE.UU., a fin que Chile asuma un rol protagónico de liderazgo político en la región, esto no ocurrió. Chile mantuvo un bajo perfil, de espectador ante las acciones antidemocráticas y totalitarias de Hugo Chávez.
Con el arribo del nuevo Gobierno en Chile, uno que ideológicamente es antagónico al socialista del siglo XXI chavista, la situación tenderá a ser más confrontacional, no puede ser de otra forma por cuanto el Gobierno de Sebastián Piñera necesitará afirmar sus diferencias con el Concertacionista en cuanto a su política exterior, pero a la vez, el régimen chavista necesita adversarios, enemigos que ayuden a mantenerlo en el poder. Su legitimidad política está dejando de provenir de sus acciones políticas y económicas internas, sino que las busca en el exterior.
Hugo Chávez no entiende que cuando se ataca declaratoriamente a un Gobierno chileno, a diferencia de otros casos, la institucionalidad nacional se unifica, generando una sola voz, una sola acción. Más allá de ello, se vislumbra una nueva etapa en las relaciones chileno-chavistas, una que pondrá en jaque y en juego el liderazgo político chileno en la región.
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