9/1/10

La invencible inseguridad

La inseguridad la vence una sociedad no dividida, con una voluntad común similar a la que movió a los habitantes de Medellín para derrotar las mafias colombianas, rescatar los espacios urbanos, lo contrario de lo que sucede hoy en Venezuela, dividida en bandos irreconciliables.
Fausto Masó
La inseguridad en Venezuela recuerda lo que ocurre en las ciudades en tiempos de guerra, cuando un ejército se retira y el invasor todavía no ha ocupado la plaza: comienza el saqueo de supermercados, joyerías, tiendas, casas.

Hoy el ladrón de carro se dedica al secuestro express donde corre menos riegos y cobra en 24 horas, el que arrebataba collares roba viviendas, las bandas inventan nuevas modalidades como asaltar edificios, vagones del metro, espectadores de cine.
El delito obedece a las leyes del mercado: aumenta el que exige menos esfuerzo y rinde más.

Sólo hay un límite para la delincuencia, su propia imaginación: cualquier día asaltan un cuartel y se llevan las armas de los soldados, porque en este curioso régimen autoritario desapareció la autoridad, la que no se recuperará con un discurso ni con sacar la policía a la calle, pues a los mismos policías los matan en racimo por razones misteriosas, amén de que algunos de ellos también atracan y secuestran.

Recientemente, el Gobierno descubrió que la inseguridad le cuesta votos, por lo tanto, ha ordenado disparar a matar. Quizá ya sea tarde para frenar la delincuencia. Miraflores nunca ha sentido el problema en carne propia, lo ve con los ojos de la Sala Situacional.

Los ministros, los generales, los presidentes de organismos, andan con escoltas, ellos, sus esposas y sus familias. No los secuestran ni los atracan. Probablemente, una buena parte de la policía, ¿la mitad?, ¿la tercera parte?, dedica su tiempo a que los hijitos, las esposas y el mismo funcionario vivan tranquilos, miren desde un cómodo observatorio el avance del socialismo del siglo XXI.

Circula una explicación maquiavélica que pretende explicar la inseguridad en el país: sería la vía venezolana hacia el socialismo, alentar a los escuálidos a abandonar el país. Quizás algunos funcionarios hayan pensado en tan macabro plan, pero de seguro que no hubieran sabido ejecutarlo. Esa terrible situación de ahora en que secuestran, matan, atracan, la provoca la certeza razonable de parte de los delincuentes de que no tienen nada que temer; los que están aterrorizados son sus víctimas, que se defienden no
saliendo a la calle.

Muchos, los más capacitados, los más jóvenes y emprendedores, emigran después de que les colocan una pistola en la cabeza
en un atraco, o a un familiar cercano casi lo matan. Esa huida en masa de profesionales ha sido recibida como una bendición en España, Panamá, Estados Unidos, Australia, etc... Porque reciben profesionales de primera, un reconocimiento inesperado a la calidad de la educación universitaria, aunque en unos meses la supresión de los exámenes de admisión acabará con la excelencia académica de nuestras mejores universidades, en los momentos en que en otros países quieren ser más rigurosos en los exámenes de admisión y
becar a los pobres para que lleguen a la universidad.

Por primera vez en la historia, una revolución pierde el control de la calle a manos de los delincuentes, provoca así la virtual desaparición del Estado.

Ya no avanzamos ni siquiera hacia la anarquía, sino retrocedemos a estadios elementales de la historia donde impera la ley del más fuerte.

La inseguridad la vence una sociedad no dividida, con una voluntad común similar a la que movió a los habitantes de Medellín para derrotar las mafias colombianas, rescatar los espacios urbanos, lo contrario de lo que sucede hoy en Venezuela, dividida en bandos irreconciliables

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