18/2/10

Antonio Cova Maduro // Los mil disfraces

Hemos visto disfraces de incontables incompetentes con ropaje de
"revolucionarios"
Que el Carnaval termine con el "recordatorio" de que, al fin y al cabo
"somos polvo y en polvo nos convertiremos" , es la constatación de que, en
definitiva, es una fiesta religiosa. Eso y no otra cosa es lo que significa
que un día como hoy sea llamado Miércoles de Ceniza".

El Carnaval, tal como lo conocemos hoy día, es una fiesta medieval, y
todavía tiene la marca de lo que indicaba: era la "despedida" de las
alegrías que proporcionaba a las sociedades cristianas el nacimiento de
Jesús y los escasos acontecimientos que el Evangelio narra de sus primeros
pasos. Con el Carnaval, los cristianos entraban en lo que se llamó la
Cuaresma: el período de preparación para la conmemoración de la Pasión y
Muerte de Jesús.

El cristianismo, como todos sabemos, es una religión salvífica, una que
postula que los humanos venimos a la vida para ser probados y que al final
de ella seremos juzgados y sentenciados sobre la base de nuestras acciones.
Si, como proponía San Agustín, "para Ti nos has creado Señor, e inquieto
está nuestro corazón hasta que no descanse en Ti", el asunto de cómo volver
al seno de Dios para por siempre disfrutar del Paraíso donde primero
moramos, llegaba a ser un asunto de la máxima importancia. Es más, el único
asunto realmente importante, después de todo.

Pero los cristianos nunca deberían olvidar que ese "retorno al Edén" era una
gracia que, en su infinita misericordia, Dios nos ha concedido -cosa
curiosa, el Islam piensa lo mismo. Pero esa gracia, según los cristianos,
hubo de ser "comprada" y la única moneda aceptable a Dios era la "sangre
derramada por Cristo", que justamente conmemoramos en la Semana Santa a que
conduce la Cuaresma.

El cristianismo, cosa singular, exige pasar por el horror de la pasión de
Cristo para resucitar con Él. En otras palabras, que sin la sangre y el
dolor del Viernes Santo, no hay, no puede haber, Domingo de Resurrección. Es
bueno que los venezolanos de estos tiempos oscuros no olviden esto: el
anhelo porque pronto llegue la resurrección de la democracia y la libertad,
no puede cerrarnos los ojos sobre la necesidad del Vía Crucis del Viernes
Santo&

Y aquí volvemos al asunto del Carnaval. Porque justo antes de entrar en esta
agonía de la sed, la oscuridad y la más absoluta inseguridad, vivimos la
juerga del despilfarro, la despreocupació n y la buena vida en general. Poco
nos importó que ante nuestros ojos se cometiesen todo tipo de desmanes y
tropelías. Después de todo, eso no parecía afectarnos.

Impasibles contemplamos todo tipo de disfraces en un desfile despilfarrador.
Vimos a unos limpios -o para usar el vocablo que ya conocemos:
"patas-en-el- suelo"- convertirse en millonarios de la noche a la mañana.
Como no podían, ni querían, ser de la odiada burguesía, pues se disfrazaron
de "bolivarianos" y ¡zuas!, nació espléndida la boliburguesía. Y cuando ya
era escandalosa su impúdica exhibición, pues el que todo lo puede& se
disfrazó de adalid y supremo juez de la anticorrupció n.

Y en más de diez años el Carnaval no ha cesado. De un Don Regalón -con plata
ajena- pasamos a un juez encolerizado, que a todos exige rigor y compostura.
Le vimos con su disfraz de Robin Hood, que supuestamente confisca a ricos,
terratenientes y dueños de granjas, para dárselo al pueblo. Y en ese momento
estelar apareció un grupito de vivos disfrazados de auténticos
representantes de "el pueblo".

Vimos desfilar no a unos Reyes Magos, sino a unos Magos que venían a
forrarse en el dinero del que se nos pedirá cuentas. ¿Quién no ha desfilado
por nuestras tierras disfrazado de mendigo y pedigüeño? Y más recientemente
hemos visto a un esbirro precedido de sangrienta fama, disfrazado de
"experto electricista" , mientras con sonrojo veíamos a un supuesto gerente
eléctrico, disfrazado de predicador evangélico de feria, entonando su
"Clamor a Dios", para implorar que Él produjese la salvación eléctrica,
cuando lo que necesitábamos era que fulminase a tanto incompetente para dar
paso a quienes de eso saben.

Hemos visto disfraces -en rojo rojito- de incontables incompetentes con
ropaje de "revolucionarios" propulsores del socialismo con el trabajo ajeno.
Disfraces de jueces puros e impolutos dando lecciones de moral y justicia,
para no hablar de uno de los últimos: el de radiodifusores "objetivos" e
"imparciales" . Quiera Dios que no tengamos que ver a Globovisión portar el
grotesco disfraz de Venevisión, porque allí sí será el Dies Irae.

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