18/2/10
Irán: La Nueva Dictadura Nuclear
Irán es la expresión de una dictadura teocrática violadora de derechos fundamentales
Con motivo del 31 aniversario de la revolución iraní el Gobierno persa anunció al mundo la producción de uranio enriquecido al 20%, y la capacidad de elevarlo al límite necesario para producir armas nucleares de hasta un 80%. Irán esta próxima a ser la décima potencia nuclear del planeta, y la quinta en haber logrado el dominio del átomo en escala militar al margen de los miembros del Consejo de Seguridad.
Teherán no puede argumentar la exigencia de reactores para producción de electricidad, porque es el segundo país de la OPEP y el segundo productor mundial de gas. Irán visualiza el interés militar del átomo en los reactores y en las centrifugadoras para obtener la masa critica necesaria en una ojiva nuclear que puesta en un misil puede llegar en el caso de Israel en diez minutos, Irán ya ha demostrado dominar la tecnología de los misiles.
El pasado jueves Ahmadinejad proclamo "Irán es ya un Estado nuclear", esto ha encendido las alarmas en todo el sistema internacional más allá de las preocupaciones de Israel y de Washington, que realmente temen a un Irán nuclear, son los 23 países de la Liga Árabe en su mayoría gobiernos sunitas que siempre han estado alertas ante el espíritu hegemónico de los persas, en el caso de Irán el único Gobierno totalmente chiíta de la región. Es lo que explica la inmediata respuesta de Washington al enviar a la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, en visita oficial a los países árabes, para garantizar la alianza y la protección ante cualquier agresión de Irán y tranquilizar a Israel por cualquier ataque preventivo contra Teherán.
La Organización Internacional de Energía Atómica desde su creación en 1957 promueve el uso pacífico de la energía nuclear, pero busca impedir su uso militar, el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares prohíbe la proliferación atómica y en nuestro caso en América Latina desde la firma del Tratado de Tlatelolco los Estados se han comprometido a rechazar cualquier actividad bélica nuclear. El Gobierno dictatorial de Ahmadinejad ha dejado de lado todas las recomendaciones de la ONU de la OIEA y del TNP, por eso en las distintas instancias frente a posibles sanciones de la comunidad internacional Teherán se ha quedado aislado, sin ningún apoyo del mundo árabe, por América Latina solo lo respalda Venezuela.
Muchos especialistas al referirse a la crisis nuclear iraní señalan que podría generar la Tercera Guerra Mundial por sus consecuencias a corto y largo plazo en la región y en el mundo, profundizaría las contradicciones y confrontaciones en el Medio Oriente, extendería la amenaza terrorista con la proyección de la guerra asimétrica que el Islam extremista inició el 11 septiembre de 2001 y rompería el frágil equilibrio energético con graves consecuencias para el mundo occidental y las grandes economías emergentes.
Es posible que esta Tercera Guerra Mundial opondrá a Occidente y sus aliados europeos, además de Japón y la India, frente a una alianza de Irán, países musulmanes y la China. Hemos señalado que diferentes países árabes por el temor tradicional a Persia y por intereses económicos estarían al lado de Occidente, al menos en decisiones de sus gobiernos, aunque divididos sus pueblos. Se interroga por la actitud que podría tomar Rusia. América Latina se mantendría al margen, salvo los acuerdos de los Estados del ALBA con el régimen iraní. Argentina y Brasil con grandes avances en el área nuclear y reactores atómicos han votado contra Irán en las instancias internacionales y han roto su cooperación con ese país, particularmente Argentina que tradicionalmente otorgaba tecnología atómica a Irán.
Esta crisis mundial originada por Irán tiene que entenderse luego del triunfo electoral de los ultraconservadores. Con la elección de Mahmoud Ahmadinejad como presidente, Irán cambió de destino, se frenó el proceso de democracia y derechos humanos iniciado por el ex presidente Khatami en la política interna, y rompió la tesis del diálogo de cultura y civilizaciones para afirmar la confrontación en lo ideológico y en lo político con Estados Unidos y el Occidente, pero también con el mundo árabe y el Islam sunita.
Venezuela debería estar al margen de esta dialéctica confrontacional, como los gobiernos responsables y democráticos del continente. Irán no solo representa lo apocalíptico de la amenaza nuclear, sino que hoy es la expresión de una dictadura teocrática violadora de derechos fundamentales.
El eje Chávez-Ajmadineyad: más semejanzas que diferencias
Por Roni Goldberg en Guysen International News
Una vez cada tantos meses, somos testigos de los escarceos amorosos, los besuqueos y arrumacos entre Hugo Chávez y Majmud Ajmadineyad, una vez en Caracas y la siguiente en Teherán. “Ajmadineyad seguramente adora el Trópico”, escribió irónicamente el Miami Herald. Los elogios exuberantes y melosos, la firma compulsiva de decenas de tratados multimillonarios, y ese romance exagerado y antinatural entre la “república islámica” y la “república bolivariana”, hacen imperioso cuestionar qué intereses unen a dos personajes tan disímiles –un comunista y un fascista; el uno anticlerical hasta el tuétano, el otro fanático ultrarreligioso arropado por clérigos recalcitrantes– y que representan a dos países tan distantes como diametralmente distintos.
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Una observación detallada sugiere que a pesar de las gruesas y profundas diferencias entre el país caribeño y la nación persa, por las que sus relaciones fueron meramente formales hasta el advenimiento de Ahmadineyad en 2005, es cada vez más lo que une a sus actuales dirigencias. Mucho más que el sol del Caribe.
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La similitud Chávez-Ajmadineyad se pone inmediatamente de manifiesto en vista de las tácticas comunes adoptadas por uno y otro. Para ambos, el sufragio popular no ha sido más que un instrumento necesario para hacerse con el poder, luego de lo cual “los que votan se botan” cual trasto viejo. Si acaso sendos presidentes gozaron en un principio de “legitimidad de origen”, ambos acabaron perdiendo por completo todo esbozo de “legitimidad de ejercicio” en vista de los variopintos métodos ejercidos para aferrarse del poder a toda costa y a cualquier costo: conculcación de libertades elementales y derechos básicos, adulteración de resultados electorales, avasallamiento de toda oposición, represión despiadada de manifestaciones disidentes, creación de milicias populares que actúan desembozadamente por encima de la ley y tanto más. “Amordazar a la prensa, llenar las prisiones y matar brutalmente a gente que pide pacíficamente el respeto de sus derechos”, escribió los otros días el opositor iraní Mir Hossein Musaví sobre las tácticas del régimen del que formó parte. La oposición venezolana no diría menos que eso.
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Los parecidos saltan también a la vista cuando se analizan sus métodos en común. Populismo y demagogia al mejor estilo “pan y circo”, que procura apoyos comprados mediante la dilapidación desenfrenada y la repartija caprichosa de fondos públicos a allegados y aliados, que acabaron arrastrando a ambos países a sendas crisis económicas de gravedad sin precedentes, inconcebibles en naciones que chapalean en oro negro. El paralelismo se hace patente al escuchar sus interminables arengas y declaraciones que no dan tregua ni respiro (“¿Por qué no te callas?”). Afectados ambos líderes de una verborragia incontenible, su discurso destila odio y demonización, incluyendo como ingredientes indispensables el antiamericanismo obsesivo y machacón, un antisemitismo rabioso y descarado apenas camuflado de antisionismo, y descabelladas confabulaciones imaginarias cuyo fin es endilgar a medio mundo –excepto a sí mismos, claro– la culpa de todos los males. Su estilo pendenciero y desafiante busca la provocación y la confrontación permanentes, a fin de desviar la atención de sus propios yerros y problemas domésticos.
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Pero no se trata de un mero paralelismo táctico o de estilo, similar al de otros tiranos y déspotas. La coincidencia más preocupante entre el sátrapa de Irán y el mandamás caribeño, radica en la estrecha afinidad en las estrategias y los objetivos en común de Irán y Venezuela bajo sus conducciones. El imperialismo prepotente, la permanente ingerencia en los asuntos internos de sus vecinos, la búsqueda obsesiva de influencia y hegemonía y la creación permanente de pactos, lealtades, enemistades y desavenencias en el mejor estilo “divide y reinarás”, es su marca registrada. Chávez y Ajmadineyad son alborotadores seriales de avisperos, especializados en crear y fomentar conflictos que les permitan exportar su “revolución”.
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En tan sólo 5 años de relaciones carnales, los resultados de su estrecha cooperación no podrían ser menos preocupantes: vuelos directos Teherán-Damasco-Caracas, verdadero puente aéreo de personal y equipos, que operan desde instalaciones aisladas y secretas del aeropuerto de Caracas; inversiones fantasma de Irán en Venezuela –como la “empresa de tractores” Ven-Irán, “fábricas de cemento” o “instalaciones petroquímicas”– cuyos insumos y costos no se condicen en absoluto con su actividad comercial declarada; establecimiento de una “fábrica de leche en polvo” en Venezuela, que encubre un laboratorio de procesamiento de estupefacientes; bancos binacionales “de fomento y desarrollo”, como el Banco Internacional de Desarrollo, que permiten burlar las sanciones impuestas a Irán por el Consejo de Seguridad de la ONU, y se dedican al lavado de dinero proveniente del narcotráfico destinado a financiar terroristas; planes conjuntos de exploración y explotación de uranio boliviano destinado al proyecto nuclear iraní; indoctrinación y conversión masiva al islam de la tribu Wayuu en la Guajira venezolana, y establecimiento de bases de entrenamiento de la guerrilla terrorista Hezbollá en territorio venezolano, entre otros muchos.
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Irán ha encontrado en Chávez un socio cómodo e instrumental, que le sirve como cabeza de playa para afirmar sus largos tentáculos en Latinoamérica, y a quien ha sumado a su plan de desestabilización regional fomentando enconos y financiando el terrorismo. Irán ya ha dado de probar de su amarga cicuta al Cono Sur, cuando orquestó los dos cruentos atentados de Buenos Aires de 1992 y 1994, que dejaron un tendal de 114 inocentes asesinados y más de 550 heridos y lisiados. Los países y los pueblos de América Latina serán quienes decidan cuándo y cómo ponen punto final a esta peligrosa avanzada fundamentalista dentro de su propia casa.
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