3/3/10

EL CACEROLAZO MONUMENTAL

Ningún medio, ni radial, ni televisivo ni impreso, lo ha reportado. Pero quien haya escuchado la obligatoria cadena presidencial con el discurso del Sr. Presidente habrá advertido la insólita música de fondo: un ruido de rechazo y protesta tan aterrador como el provocado por el deslave de Vargas. ¿Premonición del sismo que se avecina?
Pedro Lastra
ND Marzo 2, 2010
Un cacerolazo de 9º en la escala de Richter

Anticipando el devastador terremoto de 8.8º en la escala de Richter que estremeciera los cimientos de esa larga y angosta faja de tierra llamada Chile, el mismo 27 de febrero una barriada de Caracas tan popular como los Jardines del Valle, otrora feudo del chavismo duro y circuito que eligiera de diputado al mismísimo Nicolás Maduro, se vio estremecida por un cacerolazo de 9º en la escala que mide los sísmos políticos. Fue una reacción tan insólita y tan devastadora, que los medios no se han atrevido ni siquiera a mencionarla. Prueba de que la falla tectónica que subyace a la frágil estabilidad del gobierno se acerca peligrosamente al punto de choque, desatando una energía popular capaz de arrasar con el inquilino de Miraflores y toda su parafernalia de corrupción, brutalidad e ineficiencia. Como hiciera el tsunami con los pueblitos costeros del centro-sur chileno.

Los hechos: quiso el presidente de la república hacer una gracia celebrando otro aniversario más de los luctuosos sucesos del 27 de febrero de 1989, cuando a pocos días de la asunción del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez la capital venezolana viviera el más terrorífico y dantesco motín popular, traducido en saqueos, robos y desmanes frente a los cuales la violencia vivida en la ciudad de Concepción son una auténtica minucia. Aquel día nefasto desaparecieron del mercado capitalino neveras, lavadoras, cocinas, televisores, toda suerte de electrodomésticos y alimentos tan al por mayor, que las carnicerías serían asaltadas con el saldo de reses enteras portadas en hombros de ciudadanos dispuestos a celebrar todos los festines de Baltazar. Un gobierno de estreno, todavía trasnochado por las celebraciones, dejó correr los acontecimientos hasta que se hicieron tan descontrolados que requirieron la intervención de las fuerzas armadas con un lamentable saldo de pérdidas humanas.

Nada de que enorgullecerse: ni la barbarie de pandillas de saqueadores profesionales viviendo su agosto ni la brutal represión de la fusilería pesada. Cosa que al presidente de la república le trae sin cuidado. Creyendo que ese 27 de febrero es comparable al asalto al Palacio de Invierno – agarrando de sus efemérides manque sean fallas – insiste en celebrarlo como si el saqueo y la barbarie fueran asuntos de qué enorgullecerse. Y para repetir la proeza decidió esta vez hacerlo en el sitio más castigado por la acción del ejército, el mismo que en la circunstancia fuera comandado por muchos de sus conjurados del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.

A tal efecto sus tropas de asalto tomaron los Jardines del Valle con 48 horas de anticipación y comunicaron por todos los medios, que cualquier manifestación de protesta sería duramente castigada. Una escena digna de las SS en tiempos de la invasión hitleriana a Polonia.

Fue en esa circunstancia y con los habitantes de esa populosa parroquia caraqueña discretamente guardados en sus viviendas, que el protocolo presidencial dio inicio al acto in memoriam del bochorno. Suficiente como para que se desatara el más feroz de los cacerolazos de que tenga memoria la capital. Todo de manera espontánea, sin que mediara la acción de ningún partido, ONG o liderazgo opositor.

Y así, desde las propias cocinas y sin nadie asomado a las ventanas y balcones, se oyó la más estridente y descomunal de las sinfonías caraqueñas jamás vividas por la ciudad, con excepción de la que se protagonizara en los alrededores del palacio presidencial con ocasión del corte de energía eléctrica de hace un mes.

Ningún medio, ni radial, ni televisivo ni impreso, lo ha reportado. Pero quien haya escuchado la obligatoria cadena presidencial con el discurso del Sr. Presidente habrá advertido la insólita música de fondo: un ruido de rechazo y protesta tan aterrador como el provocado por el deslave de Vargas. ¿Premonición del sismo que se avecina? Sólo Dios lo sabe.

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