La evidencia de los alarmantes niveles de contaminación en las aguas del refugio de Cuare (Chichiriviche) es contundente. Y de larga data. Ambientalistas denuncian que poco se hace por evitarlo. Por Oscar Medina
Lo que bien se ve en la superficie esconde enormes riesgos disueltos como consecuencia de las descargas de aguas negras (Cortesía)
Esta historia es vieja. Y eso es lo malo. Hace ya al menos un par de décadas que se habla sobre contaminación en la costa oriental del estado Falcón. Pero lo que se sabe desde 2004 es como para ponerse serios. Y para pensarlo mucho antes de volver a la playa y más todavía antes de antojarse de un atracón de ostras frescas.
La alarma la encendió el oceanógrafo y miembro de la Fundación La Tortuga, Andrés Osorio, una vez que llegaron a sus manos investigaciones publicadas en revistas científicas internacionales que revelaban la presencia de bacterias patógenas tanto en las aguas del Refugio de Fauna Silvestre de Cuare (Chichiriviche) como en las ostras que se producen y comercializan en esa zona.
Los estudios forman parte de un proyecto más amplio de investigadores de la Universidad Simón Bolívar y se hicieron en el año 2004. Luego de pasar el rigor de las revistas científicas fueron publicados en 2007.
Osorio hizo denuncia pública de la situación en 2008 y generó un pequeño gran escándalo en medio del cual las autoridades civiles, ambientales y uniformadas del lugar respondieron anunciando planes y operativos. Hoy, dos años después, Osorio no es el único que dice que nada ha cambiado. El problema persiste, el agua y las ostras siguen contaminadas y el riesgo para la salud pública es cada vez mayor.
Paula Suárez es profesora responsable del laboratorio de Microbiología Acuática de la USB. Ella y Milagro Fernández Delgado son las autoras de los trabajos que aparecieron en publicaciones especializadas de Italia, Brasil e Inglaterra. Su labor en Cuare comenzó en el año 2000 una vez que el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Investigación -Fonacit- les aprobó el proyecto que apuntaba a "estudiar y detectar miembros de la familia vibrionaceae en el agua".
En la búsqueda de estas bacterias habitantes del agua, las investigadoras hallaron algo más: "Esperaba encontrar especies marinas, pero lo que encontré fue Vibrio cholerae". Es decir, a la bacteria de la familia que actúa como agente responsable del cólera. Aunque, hay que aclarar, posteriormente se determinó que las cepas estudiadas no producen la toxina causante de la enfermedad. "Pero están ahí y eso ya es una advertencia" , apunta Suárez.
En realidad es un trío importante lo que reveló el microscopio: además del agua colectaron muestras de ostras, tanto en el propio refugio de Cuare como de las que ya estaban a la venta en Chichiriviche. Y en las ostras -lo mismo que en el agua y el plancton- detectaron otras bacterias de elevado potencial patógeno: Proteus mirabilis, asociada a variadas formas de infección en el tracto urinario y la popular Helicobacter pylori, asociada a gastritis, úlcera péptica y hasta adenocarcinomas gástricos. Expertos dicen que afecta a 50% de la población mundial.
"En las ostras había muchos organismos contaminantes" , explica la bióloga: "Había de todo".
Ostras tóxicas
¿Cómo hay que entender esto? La convivencia de este trío de bacterias, más el registro de coliformes totales y fecales lo dice todo: después de pasear por las playas y arrastradas por las corrientes, al golfete de Cuare van a parar las descargas de cloacas que hoteles y edificios lanzan al mar y a los ríos de la zona.
"No es raro que Helicobacter llegue a las aguas, pero su vía de transmisión es fecal", ilustra Suárez: "El refugio de Cuare tiene un sistema de circulación que permite acumular con cierta facilidad las aguas contaminadas. Y justo donde se reproducen y cultivan las ostras van las corrientes contaminadas con heces".
Las ostras, además, son organismos filtradores: dejan pasar el agua y retienen lo que viene en ella. En consecuencia, concentran. Y mucho. Por ejemplo, si la cantidad de coliformes fecales es 10, en una ostra puede ser 10 mil. O más. Y al ingerirlas crudas, la bomba cae completa.
Hasta el año 2002 la Fundación para la Defensa de la Naturaleza, Fundena, estuvo trabajando con las comunidades que explotan el recurso ostra tanto en Cuare como en el Parque Nacional Morrocoy. Se hizo un censo de "ostreros", se trazó el perfil socioeconómico de esta gente y se determinó el impacto económico de la actividad en la zona: alrededor de 260 familias se dedicaban al negocio de las ostras como única fuente de ingresos. Además, se conformó una asociación bien estructurada que permitía hacer más efectiva la labor formativa impulsada por Fundena. Y hasta se hicieron pruebas piloto para el cultivo artesanal del molusco.
Todo eso se acabó: "No obtuvimos los permisos para seguir con los cultivos de bajo impacto porque dentro de las áreas protegidas no puedes hacer cultivos. Y sin permisos, el proyecto murió", se lamenta Samuel Narciso, director del Centro de Investigación y Atención Comunitaria de Fundena en Chichiriviche: "El refugio entró en franco deterioro por el mal manejo en la extracción, no se respetaron las épocas de veda y se disolvió la asociación. El crecimiento urbano y hotelero se dio sin planificación, no se controla el estado de las plantas de tratamiento, los hoteles empezaron a vertir aguas negras y los análisis mostraron presencia de vibrio y coliformes fecales en cantidades alarmantes".
Igual o peor
Si bien la evidencia científica, incuestionable por demás, data de 2004 las condiciones que hicieron posible esos hallazgos no sólo se mantienen, sino que -a juicio de los conocedores- han empeorado. Paula Suárez y Milagro Fernández siguen trabajando en el lugar en otras fases de su investigación. "En Chichiriviche no hay servicios de aguas negras y éstas corren por las calles. Tampoco existe tratamiento de aguas servidas. Todo eso va a parar a los ríos y al mar y más en la época de lluvias", detalla Suárez: "Es un problema de salud pública porque con las heces fecales llegan estos microorganismos con potencial patógeno. Y las ostras los absorben. Cuando comes ostras el riesgo está potenciado".
Las denuncias hechas por Andrés Osorio en agosto de 2008 de alguna manera forzaron una respuesta oficial: en septiembre diversos organismos se comprometieron a cumplir una agenda de trabajo que buscaría poner orden en la situación. Y la primera gran medida fue decidir una veda general en la explotación del recurso ostra que aún se mantiene, aunque no se respeta del todo.
"Que se vea, aquí no están haciendo nada", asegura Samuel Narciso: "Todo está igual, no hay ningún control. Los muestreos de calidad del agua deberían hacerse semanalmente pero eso no sucede. Tampoco han avanzado con la planta depuradora de ostras, que es una solución sencilla aparte del problema, y que se utiliza en muchas partes del mundo".
"A la zona no ha llegado ninguna autoridad a cerrar las cloacas de los hoteles ni nada de eso. No han venido fiscales ni guardias ambientales" , se queja Osorio: "Dos años después, las cloacas siguen descargando en los mismos sitios que ellos (los organismos del Estado) identificaron, y el recurso ostra, aparte, está casi acabado".
En efecto, en 2008 el Ministerio del Ambiente presentó en Chichiriviche una serie de cuadros con los resultados de sus propias mediciones de calidad de las aguas de 2007 y 2008 (ver gráficos) en los que reconoce el problema de contaminación de las aguas en Cuare, de donde salen ostras que llegan hasta Caracas en su ruta comercial. Esas mediciones arrojan valores elevados de presencia de coliformes fecales y totales, salmonella, hongos dermatóficos, estafilococos y reconfirman el hallazgo de Vibrio cholerae.
Además identifican a los principales contaminantes: invasiones en las vecindades de Cuare y algunos de los hoteles y complejos más grandes como Ciudad Flamingo e Islas del Sol.
La Dirección de Diversidad Biológica adscrita al Ministerio de Ambiente prometió una "nota de prensa" que explicaría las acciones tomadas hasta ahora. Pero nunca llegó. "No han hecho nada", insiste Narciso: "Y me perdonas la expresión, pero los hoteles y edificios siguen muy tranquilos lanzando su mierda al mar".
ommedina@eluniversa l.com
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