Por ahora, tratará de vacilárselos -e intentar engañarnos - para uso de su campaña electoral, que está en la clásica movida de siempre ante unas elecciones. Moviéndose al centro. Pero el gesto le duró poco. A las pocas horas las arremetió, palabras más palabras menos, contra “el burguesito mal criado de Capriles, ese ridículo hijo de rico mentiroso que no sabe más que pedir plata”. No se espere de Chávez otro medicamento que la estricnina. Y la traición. A la patria, a los partidos, a las instituciones, a sus amigos. Incluso a sus amores: sólo gas del bueno.
Antonio Sánchez García
DÉNLE LA MANO, LES CORTARÁ EL BRAZO
Antonio Sánchez García
DÉNLE LA MANO, LES CORTARÁ EL BRAZO
“Tratará de vacilárselos para uso de su campaña electoral, que está en la clásica movida de siempre frente a las elecciones. Moviéndose al centro. Pero el gesto le duró poco. A las pocas horas las arremetió, palabras más palabras menos, contra “el burguesito mal criado de Capriles, ese ridículo hijo de rico mentiroso que no sabe más que pedir plata”.
No se trata de cometer el error de decir la verdad antes de tiempo, uno de las equivocaciones en que suelen incurrir grandes políticos en momentos inoportunos, como nos lo confesara no sin cierta pesadumbre Oswaldo Álvarez Paz en su entrevista con Milagros Socorro. Tiene razón Oswaldo, que lleva una vida comprometido con la verdad, pues el político y la política tienen muchísimo más que ver con las medias verdades y las falsías, las simulaciones y la hipocresía que con la sinceridad. La verdad, en cambio, está reñida con el oportunismo y para expresarse no necesita de una oportunidad: es pertinente siempre, aquí y ahora, en el cielo y en el infierno, en las buenas y en las malas, en las duras y en las maduras. Así no ayude a la hora de ambicionar el Poder. No en el mercado de la opinión pública, donde rige el principio del engaño y la enemistad absoluta. Pues como bien dice el refranero español, la verdad, aunque severa, es amiga verdadera. Por eso, nadie llegará al poder esgrimiendo la espada de la verdad. Prometa el cielo sabiendo que va al infierno: esa es la fórmula. Es la filosofía del chavismo, inescrupuloso, mentiroso y falso, pero sobre todo traidor.
Un atributo sobresale en la personalidad del teniente coronel por sobre todos los otros de que dispone como presidente de la república, un hombre complejo y contradictorio al por mayor, como suelen ser los tiranos. Ese atributo suyo por excelencia es la traición. Pueden discutirse otros de sus contradictorios rasgos: si es honesto o estafador, mitómano o veraz, humilde o megalómano, generoso o mezquino, misericordioso o sanguinario. Caben al respecto todas las opiniones posibles. Lula dice que es un poco loco, pero generoso. ¡Si lo sabrá! Lo mismo, aunque con mayor acidez y un dejo de desprecio porteño, lo expresa el matrimonio Kirchner, que no le han dejado ni el pellejo. Pero de ese rasgo protuberante de su personalidad, la traición, no cabe espacio para polémicas. Hugo Chávez, lo supimos desde el amanecer del 4 de febrero, es traidor y traicionero. Déle la mano: le arrancará el brazo. Y como es insaciable, no resistirá ante tanta muestra de debilidad como ser cordial en su presencia para proceder a esquilmar, despellejar y reducir a piltrafa al idiota que se le someta. Como hacen todos los tiranos. Nadie que se haya acercado a su dimensión solar sale limpio de heridas. Ya existe todo un partido de los calcinados en el intento. Muchos de entre sus íntimos colaboradores y aliados. Incluso su esposa.
Tienen sus razones los gobernadores democráticos que cayeron en la trampa de este viernes, con buena fe y mejores intenciones. Cada quien sabe dónde le aprieta el zapato. Ninguna objeción a que asistan al sarao de la mezquindad en Miraflores. Dejando en la reja a Ledezma. Y que le den un apretón de manos y le dispensen una sonrisa, de esas de los dientes afuera. Pero que, por favor, no esperen ni una migaja del mendrugo. Ni un centímetro de retroceso. Ni un adarme de sinceridad. Chávez es como Juan Vicente Gómez: antes los manda a secar en la Rotunda que reconocerles un ápice de legitimidad. Para él esos gobernadores, como todos nosotros, los demócratas, son pupú de perro. Por él, que se pudran. Y en eso está: pudriéndonos. Me cuenta Pérez Vivas que él hizo uso del micrófono en tres ocasiones, para cantarle sus verdades. No lo supieron sino los asistentes, que Miraflores se encargó de silenciárselo a los medios. ¿O creen que Chávez permitirá que le digan lo que hay que decirle en presencia del país nacional? Sólo lo permitirá ante un tribunal, esposado y reducido a la nada. Ni un día, ni una hora antes de esa fecha aciaga.
Por ahora, tratará de vacilárselos -e intentar engañarnos - para uso de su campaña electoral, que está en la clásica movida de siempre ante unas elecciones. Moviéndose al centro. Pero el gesto le duró poco. A las pocas horas las arremetió, palabras más palabras menos, contra “el burguesito mal criado de Capriles, ese ridículo hijo de rico mentiroso que no sabe más que pedir plata”. No se espere de Chávez otro medicamento que la estricnina. Y la traición. A la patria, a los partidos, a las instituciones, a sus amigos. Incluso a sus amores: sólo gas del bueno.
Es el momento de recordárselo a quienes no resisten dos pedidas. Sobre todo a los jefes de los partidos y a la centena y media de candidatos, que ya creen haber hecho el mandado. Esta es una guerra a muerte. A Chávez, no le extiendas ni la cutícula. Te arrancará el brazo.
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