29/8/10

ÁNIMA DE PURGATORIO


Domingo
ÁNIMA DE PURGATORIO
País de futuro


CARLOS M. MONTENEGRO


E n 1962 pisé por primera vez tierra venezolana y conocí Caracas; la sorpresa fue mayúscula pues era una ciudad muy moderna. Venezuela era un país saliendo de una dictadura que, al lado de la que yo había dejado atrás, debió haber sido más bien blanda. La palabra democracia era profusamente usada, quizás en exceso; el gobierno de Betancourt aún no las tenía todas consigo, pues le tocó al parecer bailar con la más fea, y no andaba descaminado el hombre, ya que a lo largo de su mandato tuvo que aguantar varios embates por parte de los militares de entonces, aún con maneras perezjimenistas, así como por otro lado de la izquierda, empeñado como estaba con sus socios puntofijistas en sacarla del juego político e incluso perseguirla.

En conversaciones con el historiador y eminente bolivariano, Manuel Pérez Vila, quien nos impartía clases de historia en la recién creada Escuela de Periodismo de la UCAB, (cuando aún se entregaban los ejercicios escritos en las pequeñas Olivettis portátiles o las pesadas Underwoods mecánicas), sita en el viejo convento de la esquina de Jesuitas, se quejaba a menudo del manoseo del que era objeto el Libertador por parte de los políticos: "por qué no lo dejan en paz, y paran de usarlo de comodín para sus propósitos..." se lamentaba.

Recuerdo una vez, que sabiéndome español recién llegado, me dijo con su leve deje gerundense que: "Venezueva (sic, pues tenía cierta dificultad para pronunciar la letra "l") era un país con un gran futuro".

Aprendimos mucha historia con don Manuel que era un verdadero didacta, pero esa frase tan de Perogrullo, tan lugar común, la recuerdo siempre aunque con un sentido diferente al que el maestro quiso darme a entender.

Con el pasar de los años la realidad tras casi medio siglo, es que don Manuel nunca imaginó cuán de futuro resultó ser Venezuela y qué largo. He transcurrido más de media vida y seguimos "anclados en la Arcadia del presente", como dijo el otro gran maestro don Antonio Machado.

Lo cierto es que la IV República tan denostada por unos y añorada por otros, hizo muy poco por el futuro de Venezuela y provocó de una u otra forma que llegara la V, que discúlpenme ustedes si no entro en detalles, baste con un humilde refrán castellano: "el uno por el otro y la casa sin barrer". No me negarán que Venezuela ha abundado en presidentes democráticos de todas las raleas, eso sí, elegidos democráticamente; claro que eso ha sido casi siempre una excelente coartada para saltarse las reglas del juego y sobrepasar los límites de lo que se les encomendó, con los resultados que todos conocemos. Dónde quedaron las promesas hechas en sus campañas maravillosas en que se le aseguraba al pueblo cosas del tipo: "¡y si me votan, vamos a implementar...; construiremos autopistas...; habrá sanidad para todos; edificaremos escuelas...; haremos... haremos...

haremos...!". ¿Cuántas veces hemos oído eso o algo parecido? Todo en futuro. En eso me baso para asegurar que en Venezuela seguimos esperando el próximo futuro con la esperanza de que no sea eternamente.

Entiendo que no era eso lo que quería decir don Manuel, pero con frecuencia lo recuerdo con su frase llena de optimismo, no exenta de ingenuidad; bien es cierto que era otra época y el país acababa de abrir una puerta, por donde entraba brisa que auguraba mejor porvenir.

En la actual república no hay que ser profeta para comprobar que seguimos siendo un país de futuro, y si me apuran sin futuro, viendo como tras casi 12 años ni siquiera las promesas originarias se cumplen sino que se ignoran por completo. El gobierno no termina de ejecutar nada pues casi nada ha comenzado, y lo realmente importante a nadie parece importar, está en el terreno de nadie, disociado de lo que la gente quiere hoy mismo; estaría bien que no nos dijeran cuánto nos quieren, bastaría que nos quisieran. Pero con su pertinaz talante misterioso pretende ocultar lo que en realidad estrangula a la gente; las promesas han quedado regadas por el camino pudriéndose como tantas cosas, aunque no son mensurables en Tm. El pueblo sólo pide trabajo, comer lo que sea, sin exigir mucho, que lo atiendan si se enferma y a ser posible que lo curen, que no lo maten este día y llegar a mañana que será otro día, aunque con los mismos problemas; no ve luz al final del túnel y en el túnel tampoco pues los bombillos de bajo consumo, eso sí, no suelen tener energía, con lo que pasa mucho tiempo "sin ver luz", esperando a ver si llega. Mientras, los responsables no sé cómo se las arreglan pero lo van rompiendo todo ­qué afán­, hasta el futuro, y eso que están en vísperas de elecciones y tratan de esmerarse en que todo luzca normal, aunque presiento que "el pueblo" ya no lo percibe así.

Cuando lleguen los nuevos asambleistas, espero que sean un poco más esmerados y vengan de donde vengan lo hagan mejor y al menos volvamos a pensar en futuro. Si viviera don Manuel en este tiempo, tal vez sugeriría que para alcanzar el futuro todos debieran ir a votar. Algo es algo.

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