El momento crucial que vive la humanidad amenazada por no pocas formas de fanático extremismo, es oportuno para desarrollar una intensa campaña para desnudar el carácter esquizofrénico de las ideologías – políticas o religiosas (recuerden la Inquisición o el talibanismo islámico) - y el peligro que representan los líderes estigmáticos cuya criminalidad compulsiva registra la historia en sus más hórridos pasajes.
No es posible que nos sigamos conmoviendo por los atroces crímenes de Adolfo Hitler, líder una ideología criminal llamada Nacional Socialismo, contra judíos, gitanos, homosexuales y niños con síndrome de Down, pero no tengamos ninguna reacción frente a los monstruosos crímenes del comunismo.
En la medida en que se han ido abriendo los archivos secretos de la Unión Soviética se ha podido determinar que los crímenes de Stalin eran una continuación de una política de Estado iniciada por Lenin, que define la conducta esquizofrénica del comunismo - otra ideología criminal que junto al fascismo integra la trilogía devastadora que asoló el siglo XX en buena parte de las naciones del mundo – como sistema de control social para la sumisión del individuo por la subsistencia al pavoroso poder del estado omnisciente y omnipotente que impone a sangre y fuego el programa unívoco que disuelve al individuo en la infame masa amorfa de conciencia colectiva: Pensamiento único, líder único, partido único, sindicato único. Una nación uniformada a lo Mao.
Los países civilizados y los liderazgos internacionales relacionados con el verdadero progreso humano, tienen el ineludible deber de difundir en todos los idiomas y formas de comunicación, el inmenso peligro que significa para la salud integral de una república el que un caudillo mesiánico imbuido del síndrome de colocación final – después de mi el diluvio – se haga con el poder para implantar por la fuerza o la seducción de las masas ignorantes y famélicas, un régimen criminal pivotado en “el amor por los pobres” y en el nombre del pueblo que le endosa su soberanía por el engaño y la manipulación de un Estado legalista ad hoc.
Fue precisamente Marx quien definió la ideología como “una falsa conciencia de la realidad”, explicación sobrada para entender el comportamiento de la criminal secta comunista, cuyo discurso se apropió de voces propias de la filantropía, para conjugarlas en eterno futuro, y justificar sus crímenes ante la masa ignara y lumpenizada con la búsqueda de la felicidad general traducida en “vivir sin trabajar” para lo que solamente hay que resignar los derechos políticos y civiles, cuyo ejercicio constituye la definición de libertad como espacio impune para el pensamiento ascensional.
Solamente una mente enferma – que vive su realidad como una especie de sueño - puede concebir la posibilidad de crear un “hombre nuevo” prescindiendo de las características genéticas propias de la humanidad y someter por la represión a generaciones enteras a la castración de su individualidad y de sus potencialidades naturales, en aras de una colectivización voluntaria sin más aliciente que tres raciones diarias de promesas impresas en gigantografías.
En la búsqueda de esa creación perfecta, solidaria, resignada y obediente a los dictados del poder ejercido inexplicablemente por esquizofrénicos divinizados por la ignorancia esperanzada, como Stalin, Mao o Fidel Castro, pueblos enteros han sido condenados a la miseria más espantosa. Al terror más espeluznante. A la degradación espiritual, moral y física del hombre como sujeto de derechos.
Para que no haya olvido
El más grave problema que confrontamos los liberales es que el discurso romántico y pobrecitista de la izquierda flota incontaminado por encima de los cien millones de muertos y de las atrocidades que los socialistas y comunistas han cometido antes de fracasar estrepitosamente y convertirse en capitalistas. Y es que ese discurso atrapa especialmente a la juventud que no ha incursionado críticamente en la historia.
Por eso es tan importante llevar a nuestros estudiantes la verdad resultante de comparar el discurso romántico contra la injusticia, inspirado en Robin Hood, y la realidad de un siglo de crueldades de este perverso sistema ideológico enemigo de la libertad, del individuo y de la democracia:
Dictadura de Lenin (1917-1921): más de 10 millones de muertos
En las primeras elecciones libres y por sufragio universal de su Historia, los rusos eligieron una Asamblea con mayoría de socialistas moderados y no bolcheviques. Lenin se opuso y ordenó el asesinato de todos los parlamentarios socialistas. Entonces inició un brutal "terror de masas" (en sus propias palabras), basado en matanzas masivas de inocentes con ánimo ejemplificador. En los primeros años de la Revolución se produjeron más de 10 millones de muertos, a causa de la guerra civil, la represión y el hambre provocado por la colectivización en el campo.
Dictadura de Stalin (1922-1953): unos 30 millones de muertos
A Stalin – que corre con las cuentas de Lenín - se le atribuyen unos 30 millones de muertos en unos 10 años. Aparte, multitud de ciudadanos fueron deportados a Siberia o al Asia central. Con los procesos de Moscú (1936, 1937 y 1938).
Mao Tsé Tung (Mao Zedong) (1949-1976): 65 millones de muertos
Tras una guerra civil, en 1949 Mao proclama la República Popular China y su adversario Chang Kai Chek se refugia en Taiwan, resistiendo bien los ataques. Mao mandó eliminar a todos sus enemigos y a los restos del ejército nacionalista (3 millones de ejecuciones), invadió el Tibet (independiente desde 1916) y reprimió duramente cualquier tipo de insubordinación.
La reforma agraria del llamado "gran salto adelante" fue un fracaso que ocasionó serias hambrunas y unos 20 millones de muertos. Con su "Revolución Cultural" (1966-1969) pretendió divulgar las ideas revolucionarias y acabar con la jerarquía existente (demasiado occidentalizada y tecnocrática), lo que se saldó con unos 11 millones de muertos y una dura represión para evitar el caos total.
Tras la muerte de Mao (1976), Deng Xiaoping permitió respirar al pueblo aunque las peticiones de democracia fueron también duramente reprimidas. Actualmente China vira lentamente hacia el liberalismo económico pero mantiene en puño de hierro a la población.
Pol Pot en Camboya (1975-1979): más de 2 millones de asesinatos
Los jemeres o khmer rojos, apoyados por China, abolieron las ciudades, el dinero y la propiedad privada. Todos los habitantes fueron obligados a trabajar en el campo (cultivando arroz principalmente). Los que se oponían eran asesinados sin juicio alguno, al igual que los que se dormían de día, los demasiado débiles, ancianos, enfermos... Se calcula que murieron entre un tercio y un cuarto de la población (entre 1.700.000 y más de 2 millones).
Para ahorrar balas sólo un 29% eran disparados. El 53% moría con el cráneo aplastado, el 6% ahorcado, el 5% apaleado". (Daniel Rodríguez Herrera. Los campos de exterminio). Hoy día se conservan restos de huesos y cráneos de la masacre en monumentos que recuerdan la herencia del comunismo en Asia.
Crímenes varios
Vietnam: 1 millón de muertos. Corea del Norte: 2 millones de muertos. Europa Oriental: 1 millón de muertos. América Latina: 150.000 muertos. África: 1,7 millones de muertos. Afganistán: 1,5 millones de muertos.
Movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder: Una decena de millares de muertos. Y lo peor muertos para nada: Allí está Fidel con su cementerio personal a cuestas frente a la desolación de la miseria luego de 52 años de dictadura criminal.
En conclusión
La democracia venezolana cometió en significativo error de sentar a su mesa a los comunistas y entregarles las delegaciones culturales de nuestras embajadas y, lo más grave, las universidades, en las cuales contaminaron la mente de millones de jóvenes de las clases populares, muchos de los cuales hoy sirven de eficaces herramientas para la demolición sistemática de nuestro sistema de libertades.
No construir demócratas fue el auténtico error de la democracia y eso debe servir de ejemplo continental, por ello es necesario despojarnos de falsos pudores y llamar las cosas por su nombre para cerciorarnos de haber sido comprendidos por el pueblo que será la primera víctima propicia de la sevicia comunista si llega a consolidarse en el poder como lo tiene previsto Fidel Castro a través de Chávez. Hay que divulgar con toda la fuerza de la libertad, que el comunismo es una secta de asesinos.
Rafael Marrón González
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