14/8/10

Mire mijo, esto sí es socialismo

Sinceramente me conmueve la ingenuidad de la ignorancia. Leo las declaraciones de sindicalistas de las distintas empresas de Guayana – sometidas a un proceso perverso de destrucción paulatina por la desinversión, la politización y la mala gerencia – que, como los de Sidor, apoyaron estatizaciones por considerar que el patrono gobierno es mejor para superar los conflictos contractuales que el patrono privado, y engañados con el discurso del socialismo que fue entendido y comprado como “capitalismo pa´los obreros”, que reclaman airados al patrón gobierno “que les han quitado su seguro de HCM - y los mandan para Barrio Adentro – que no les pagan los bonos por méritos ni les auxilian con el seguro para los carros ni con las mensualidades para los colegios privados de sus hijos, ni reparten las líquidas y exigen transporte, tabulador salarial y reajuste de pensiones a jubilados y pago de dividendos para los accionistas Clase B”

Que son cláusulas de sus contratos colectivos y compromisos de la empresa con sus trabajadores, y califican, decepcionados, como “falso socialismo” el sistema al que se acogieron por voluntad manipulada, porque, hay que decirlo, así como debe ser nulo todo contrato que se firme bajo estado de necesidad, también lo es todo compromiso político derivado de la ignorancia, pues, el consentimiento a una propuesta política que afectará el cuerpo social de la nación, es un acto de alta responsabilidad y, por lo tanto, tiene que tomarse previo acceso a información suficiente, oportuna y veraz.

Porque usted no dará su aprobación a una operación delicada que cambiará su vida sin consultar con varios especialistas y conocer ampliamente sobre el caso; entonces, por qué para entregarle el poder a un mesiánico de verbo cuajado de ofertas “meta la mano”, actúa por inspiración, propiciando catástrofes socioeconómicas como la que hoy sufrimos todos los venezolanos sin distinción de color de franela.

Utopía vs realidad

Pero esa ingenuidad patética de negar la realidad por contradictoria con el sueño, se extiende a todo el campo político y hemos sido testigos de muchas opiniones de sesudos opositores de los viejos y de los nuevos que sostienen que “esto no es socialismo”. Esta lamentable posición se debe al lógico trauma que causa enfrentar la utopía con la realidad.

Porque el socialismo – que repito, es un sustantivo feliz que privilegia lo político sobre lo económico con resultados históricamente catastróficos para lo social – no cesa con su discurso igualitarista y, mientras es oposición, se dedica a difundir las maravillas que esperan al pueblo cuando su fórmula – que ha fracasado en todos los tiempos y en todas partes - acceda al poder.

Y así, mientras los gobiernos liberales construyen a la medida de sus presupuestos y propician la inversión nacional e internacional y aúpan el sistema de producción agropecuario para lograr la soberanía alimentaria, y protegen la salud y la educación, y respetan los resultados electorales y entregan el poder a un nuevo presidente cada vencimiento de período constitucional, los socialistas se dedican a obstaculizar, a desviar la atención del pueblo, a protestar violentamente con maleantes encapuchados o a organizar movimientos armados para “la toma del poder político” por la fuerza, obligando al Estado a desviar importantes recursos para mantener el orden constitucional, lo que, en el caso venezolano, debió juzgarse como traición a la patria.

Y no importa que gobiernos democráticos con petróleo entre 2 y 8 dólares hayan construido toda la infraestructura física, social y económica del país, lo que ellos prometen siempre será mejor, porque ellos, los socialistas, son “progresistas”, porque hasta en eso demuestran su dualismo, poco importa que la historia demuestre hasta el exhausto los miserables resultados de los regimenes socialistas – verbigracia Cuba - ellos siguen impertérritos llamándose “progresistas” con su verbo conjugado en un futuro eterno cuajado de promesas, como si de vender una parcela en el cielo se tratara.

Por eso la ingenuidad esperanzada – que no logra introyectar que el futuro no existe como espacio sino que se edifica en una sucesión de presentes con trabajo, estudio y responsabilidad - espera con ansias la llegada al poder de estos farsantes inservibles – negándose a escuchar la voz de la verdad - y luego se frustra al comprobar que fue una serenata para enamorarla dada por un vago de siete suelas, incompetente y ladrón, con un garrote y una zanahoria en cada mano.

Como los niños que meten el dedo en el enchufe a pesar de las advertencias, no hemos logrado hacerle entender al pueblo que quien no escarmienta en cabeza ajena se convierte en escarmiento para cabeza ajena. Así que, mire mijo, esta falta de seguridad jurídica que sentencia siempre en su contra por mucha razón que usted tenga, este abuso, este atropello a sus derechos, esta injusticia expropiatoria, esta grosería incivil, este militarismo que usted está sufriendo junto a nosotros, los que vimos el peligro y se lo advertimos, sí es socialismo, del auténtico, del real.

Del que sufre Cuba y Corea del Norte. Del que sufrió durante 70 años la Unión Soviética. El otro – el labioso y lírico del que usted se enamoró - era la estratagema para seducir vírgenes… y engatusar pendejos. La verdad es que el socialismo en el poder se cuaimatiza, se convierte ipso facto en comunismo, lo que traduce miseria y opresión. Crimen organizado, pues, mijo.

La sotana del diablo

Y es que la habilidad del socialismo para tapar sus realidades como los gatos y seguir vendiendo su fórmula podrida, es ilimitada. Ahora, tal como los pederastas que se meten a curas, el socialismo, que ya sabe que su verdad ideológica es rechazada por toda la humanidad consciente, se ha mimetizado en nuevas formas de apariencia, como el ecologismo, el calentamiento global, el indigenismo o el antiimperialismo – su sotana más atrayente - que le ha permitido a Fidel mantenerse 52 años en el poder sumiendo al pueblo cubano en la ruina moral y física, pero orgulloso de haber impedido una supuesta invasión del imperio, cuya inminencia era trasladada al minuto siguiente con total desparpajo y absoluta admisión del pueblo sojuzgado por el miedo a perder la miserable ración de supervivencia. O el permiso para prostituirse en el Malecón de La Habana.

Pero el imperio no fue la Unión Soviética, ese era un liberador que los esclavizaba para su propia felicidad. Ni es el poderoso aparato económico de la Unión Europea, que subsidia su agricultura imposibilitando cualquier competencia, ni China, que sojuzga pueblos y cuya mano de obra esclava abarata sus productos con los que invade el mercado mundial, depreciando la mano de obra local, sino los Estados Unidos, tótem fálico de todos sus desvelos.

¿Qué sería del discurso del socialismo sino existieran el Tío Sam? Para un realista la práctica es lo que define el postulado, no la teoría. ¿Es Cuba, o fue la Unión Soviética, más socialista – en puridad del término – que los Estados Unidos? ¿Cuál conformó más sociedad? ¿Dónde hay más pobres por metro cuadrado de territorio y por porcentaje poblacional? ¿Dónde hay mayor calidad de vida para los pobres y dónde es posible surgir desde la precariedad? Sin negar sus contradicciones, los Estados Unidos es una potencia, más que un imperio, precisamente por haber logrado que el mayor porcentaje de su población se haya desarrollado en libertad, coadyuvando el progreso general, y ventilando en público sus vicios y defectos, para que la dinámica social se ajuste y excrete lo malo.

En cambio, Cuba es un burdel pero eso no se dice porque daña la imagen de la revolución, como los chavistas nuestros que se niegan a denunciar la inmensa corrupción de propios y asociados por no lesionar la sagrada majestad del “proceso” que todo lo pudre al solo aliento de sus indecencias.

En conclusión

La política venezolana está repleta de “socialistas” en distintos grados. Toda ella sufre del síndrome del padre necesario. El Estado debe ser munífico proveedor de la adolescencia tardía del pueblo parasitado por el Estado paternalista. Quien apele a la adultez no gana elecciones.

Por eso el asombro de aquellos que esperaban que las cornucopias de la abundancia se derramaran sobre el pueblo para, por fin, vivir por la ley del menor esfuerzo posible. Como no es así y, por el contrario, se le exige la resignación de sus derechos y sacrificios sin queja “por el bien de la revolución”, se pregunta angustiado: ¿Qué socialismo es este? Pues, amigo el único socialismo que existe, el que nos lleva a ustedes y a nosotros hacia el “mal de la felicidad”, que es el comunismo. Ese para el cual pueblo no es gente, es decir no es sujeto de derechos. Ese otro que usted busca, se llama liberalismo, pero hay que trabajar, estudiar y ser responsable. Y punto.
Rafael Marrón González

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