3/8/10
Un nacionalismo hipócrita
Decenas de campamentos a sólo noventa kilómetros de Maracaibo y miles de guerrilleros desplegados en el territorio nacional, son motivo de preocupación y de ira… ¿De qué nos sirve mantener a una Fuerza Armada, que no cumple con sus obligaciones constitucionales, de garantizar la soberanía y asegurar la integridad del espacio geográfico? En sus propias narices, los narco guerrilleros se gozan a Venezuela, utilizándola de refugio y de puente para cometer sus fechorías. Si en Ecuador, Raúl Reyes disfrutaba con plena libertad de un campamento, ¿por qué dudar que aquí no suceda lo mismo, cuando el Teniente Coronel ha declarado reiteradamente, su fervor por la guerrilla? ¿Porqué, cuándo propios y extraños han denunciando su existencia, las charreteras y los soles callan?
Por otra parte, ¿quién puede respaldar a un nacionalismo hipócrita, que ha consentido la invasión de los castristas-comunistas y la dependencia a un proyecto extranjero? ¿Un plan, cuyo propósito, es entregarle a la izquierda radical, la libertad y la dignidad de los pueblos del continente? ¿Cómo creer en nacionalismos, cuando la política exterior se maneja únicamente en beneficio de un proyecto rechazado por las mayorías? ¿Quién podría apoyar el nacionalismo fatuo de un jefe de gobierno, que aspirando a tirano vitalicio, elude los preceptos constitucionales para copiar leyes del castro-comunismo, que le permitan “legalizar” sus aspiraciones totalitarias?... ¿Un nacionalismo que glorifica al esclavista invasor, cuya estatua veremos pronto en el centro de Caracas?
Lo cierto es, que atrapado en sus aventuras peligrosas, pretende resolver los conflictos que él mismo provoca, con chantajes y amenazas de guerra y de paso exigir de una población agotada, por sus pugnas cotidianas, un respaldo irrestricto. Frente a sus fracasos, se enfrenta a la Iglesia, a los empresarios, a los obreros, a los estudiantes, a los medios de comunicación, a mandatarios extranjeros, a ex camaradas. Antagonismos que hastían, griterías que aturden… ¡Casi doce años de abusos a la dignidad de un pueblo…! La gente, se cansó de vivir en permanente angustia en el Reino del Hampa Política y Común y no está dispuesta a ser “carne de cañón” de un nacionalismo falso. Hace tiempo que lo es, de una delincuencia despiadada, armada y tolerada por un gobierno sordo al clamor de un pueblo desesperado.
Un nacionalismo fatuo, que toma el atajo obsceno del insulto, de la descalificación, pero no el de la verificación y la reflexión. Un régimen que ayuno de escrúpulos, ha intentado tapar los malos olores de su “revolución” pútrida, con el esqueleto del Libertador, pero la osamenta no alcanzó para cubrir una podredumbre de ciento cincuenta mil toneladas.
El fingido Bolivariano, declarado marxista, detesta todo lo que Bolívar representa; por ello lo irrespeta exhibiendo y manoseando una y otra vez, la gloriosa espada, símbolo de libertad e independencia. Sin recato alguno, decenas de réplicas ha puesto en manos de tiranos. Usa y abusa hasta la saciedad, de su nombre y en una madrugada impía… en un deprimente espectáculo televisivo, exhibió la desnudez del ilustre varón. Irreverente, jugó con el reposo sacrosanto del héroe amado, del hombre que consagró a la Patria, su hacienda, sus servicios y toda su existencia, para hacernos libres e independientes.
La representación terrible del abandono, de la miseria humana, sorpresivamente fueron puestas frente a nuestros ojos. Borrando de un golpe las imágenes del Bolívar cabalgando en su caballo blanco… del Bolívar en porte marcial, de frente y majestuoso… del Bolívar frente al Chimborazo… El Padre de la Patria, no merecía semejante ultraje, nada absolutamente nada, justificaba el innoble capricho del profanador. ¡En este caos, ni siquiera se respeta la paz de los sepulcros!
Fuerzas oscuras rondan el territorio patrio, impregnándolo con olores a quinto infierno. Por ello, respetado Cardenal, es necesario exorcizarlo, con torrentes de agua bendita y bendiciones.
Myriam Obadía
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