19/9/10

GUIA PRÁCTICA PARA ELEGIR DIPUTADOS QUE NO SE BURLEN DE TI


"Polarización", Obra del pintor venezolano Ender Cepeda
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La “calidad” de algo depende de lo que se quiera hacer con eso. Si usted va a estar en una fiesta lujosa, quizá el vaso de mejor calidad sea una copa de fino cristal. Pero si usted se encuentra en la playa o en una excursión en El Ávila, el vaso “más fino” seguramente será más bien uno de plástico, que aguante sin romperse los embates del camino. La calidad de algo NO es una condición del objeto mismo, sino una consecuencia de su adecuación al uso. Dicho en otras palabras, ningún objeto es “bueno” o “malo” en si mismo: Todo depende de para qué lo quiera uno.

Lo mismo pasa con los políticos, específicamente con los funcionarios electos. ¿Qué si los candidatos "de la Revolución" son buenos, regulares, malos o malísimos? ¿Qué si los candidatos "de la Unidad Democrática" son excelentes o son un desastre? Mire, eso depende de para qué usted los quiera. Sería una estupidez creer a estas alturas que sólo hay gente buena (o solo gente mala) en un determinado partido. Como también sería un error suponer que la mejor o peor calidad de un servidor público es algo que viene con el color de la franela, o con el carnet del partido.

“LA REVOLUCIÓN LLEGO PARA QUEDARSE”

Más bien la clave del asunto de la calidad de los políticos convertidos en funcionarios públicos (gobernadores, alcaldes, diputados, etc.) puede estar en esta frase, que el Presidente Chávez suele repetir con frecuencia: “Esta revolución llegó para quedarse”. ¡Obvio, ningún político llega al poder para irse de él lo más rápido que pueda! Y esto no tiene que ver solamente con las ansias tercermundistas de perpetuarse en el mando. En realidad es un fenómeno universal que, como en el caso del concepto de “calidad”, ha sido estudiado profundamente por los expertos en el funcionamiento de las organizaciones: toda burocracia (léase bien, TODA, sea la que sea…) tiene como primer objetivo, como principal misión, a veces como ÚNICO propósito real, el perpetuarse a si misma. Aplicado este principio a la política, nos encontramos entonces con partidos, movimientos o “revoluciones” que nacen con un discurso muy bonito, denunciando unas cosas y prometiendo otras. Pero una vez que llegan al poder se les olvida todo eso y de lo único que están pendientes es de qué hacer para atornillarse en el poder. Así pasó antes, así ocurre ahora, y quienes nos leen saben que estamos diciendo una verdad del tamaño de una casa...

Lo mismo ocurre cuando hablamos no de la burocracia en general, sino de los funcionarios en particular: Lo primero en que piensa un gobernador, un alcalde o un diputado cuando llega por fin al cargo que ha estado buscando, es como logra permanecer en él la mayor cantidad de tiempo posible, y como lo usa para seguir “hacia arriba”. Y ahí llegamos al punto clave: Ése funcionario hará lo que sea para mantener y mejorar la relación con el factor que lo puso en el poder. No hay que ser un “genio” en ciencia política para entenderlo: Ningún gobernador, alcalde o diputado va a pelearse con quien lo puso “en la buena”.



NO SE PUEDE ESTAR CON DIOS Y CON EL DIABLO…

El asunto entonces es que la calidad del funcionario público dependerá de con quién, en definitiva, esté su lealtad: Si un diputado rojo-rojito sabe que él no es nadie, que su nombre no lo conoce nadie, que su cara no la reconoce nadie, y que el está donde está simplemente porque Chávez lo puso ahí, ¿Con quien cree usted que estará ese diputado a la hora de una vaina, a la hora de investigar un guiso o de castigar una arbitrariedad? ¿Con el pueblo chavista, con el pueblo en general, con los pobres, con los pata en el suelo, o con el dedo todopoderoso que lo sacó del anonimato y que de un solo guamazo lo puso “donde hay”? Por eso es que han pasado tantas cosas graves mientras los actuales diputados se parecen a esos monitos que ni ven, ni oyen, ni dicen nada. Por eso es que no vieron ni el mega guiso con el edificio nuevo del Hospital Pérez de León de Petare, ni el escándalo del dineral perdido en el sistema eléctrico aunque seguimos entre apagones, ni olieron los 120 mil kilos de comida podrida en los containers de PDVAL. “Mapurite sabe quien pee”, dicen en el campo. Y tienen razón.

El mismo razonamiento funciona, pero al revés, con los diputados de la llamada "Unidad Democrática" que salgan electos el próximo 26 de septiembre. Esos señores, sean quienes sean, sabrán que si salen electos será porque vencieron a la maquinaria y al dinero del Estado gracias al respaldo de la gente. Ellos sabrán que le deben su puesto (es decir: que le deben su vida política) no al partido tal o al cogollo cual, sino a la gente que se resteó con ellos, aun en condiciones de abierta desventaja. Esos diputados van a querer, al igual que los "rojitos", permanecer en sus puestos y subir en la política. Pero, a diferencia de sus colegas diputados del PSUV, los diputados de oposición que quieran fortalecerse y mejorar su posicionamiento como políticos no podrán resolver eso “jalándole” más y mejor a un “comandante” ¡No, señor! El diputado opositor que quiera “mantenerse y surgir” tendrá que “echar el resto”, trabajando con y por la gente que lo eligió. Por eso es que los veremos reclamando que los Barrio Adentro están cerrados, o denunciando que la comida no llega a las Casas de Alimentación, o que a los ancianos no les pagan sus pensiones como debe ser, o cualquier otra de las mil cosas que puede y debe hacer un diputado, más allá de reunirse y levantar la mano.




LO BUENO, LO MALO Y LO FEO

Como se ve, los diputados rojos-rojitos serán “malos” (más allá de sus condiciones personales, de su inteligencia o carácter) porque sencillamente no estarán allí para ser “buenos”. Ellos estarán en la Asamblea para hacer lo mismo que han hecho en los últimos cinco años: cobrar su sueldo, levantar la mano cuando se lo ordenen y “hacerse los locos” cuando al gobierno le convenga. Feo, el papelito que les continuará tocando desempeñar. En cambio, los diputados de la Unidad Democrática deberán ser buenos (nuevamente, más allá de sus características personales) porque sencillamente no tendrán otro remedio: O fortalecen su base de apoyo trabajando por la gente, o se los llevara por el medio la maquinaria roja.

En uno y otro caso, los ciudadanos seguiremos aquí, atentos, haciendo contraloría social a unos y otros. Porque los tiempos de la impunidad burocrática se acabaron.

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