¿Cómo lo aguantan? – les pregunto cuando ellos y yo debemos separarnos. “¿Y cómo hacemos me preguntan?” . El más recatado vuelve a mencionar el 2012. “De allí no pasa un día más” me dice mientras me estrecha la mano. El otro, más descreído, se despide y me suelta lo que lleva un buen rato queriendo soltarme. “Faltan cojones” – me dice en una carrerilla. “Cuando aparezca alguien con cojones, se acabó esta vaina”... ¡Feliz navidad! – les deseo a los gritos mientras se alejan por el corredor. Sé que las suyas y las de todos sus compañeros, serán tan amargas como las mías. Civiles y uniformados comenzamos a unirnos en la desgracia.
Pedro Lastra
NAVIDAD AMARGA
Una insólita circunstancia me obliga a departir el 24 al mediodía con dos funcionarios uniformados – y armados hasta los dientes, a la moda de Terminator. Luego de los consabidos rodeos para ver de qué pata cojeamos cada uno de nosotros, les espeto la obvia pregunta: ¿sienten en la calle algún ambiente navideño? Se alzan de hombros, con un golpe del dorso se echan la gorra atrás y agarrándose de sus respectivos trabucos 9mm y apenas asomados tras sus radio portátiles me miran con absoluto asombro. "¿Ambiente navideño?" – me suelta uno de ellos, como si yo me estuviera expresando en chino. "¿Cree Usted que con este 'Señor' podría haber algún ambiente navideño?"
Presentí un boquete detrás de tan sarcástica y directa observación. Sabiendo que ninguno de ellos tenía la más mínima obligación de saber con quién hablaban, aunque el más ácido me preguntó un poco después por mi nombre, decidí ir un poco más lejos y conocer su opinión personal y la de los suyos acerca de “ese Señor”. El más parco y poco amigo de revelaciones soltó de inmediato: “del 2012 no pasa ni a tiros”. Luego de lo cual cerró los ojos y acomodó la cabeza en el rincón para ver si reconciliaba el sueño. Llevaban varios días de guardia.
El otro siguió de largo. “Ese Señor no aguanta de aquí al 2012” me dijo con absoluta convicción. “Si sigue allí se debe a que por ahora no hay nadie con cojones como para impedírselo”. Envalentonado por tan ácidas confesiones le pregunté de inmediato si lo que estaba diciendo reflejaba el sentir de todos sus compañeros de trabajo. “¿Y Usted qué cree?” - me respondió sonriendo con cansancio. Tenía los ojos enrojecidos.
Bueno, si es así ese Señor no debe sentirse muy seguro, le repliqué de inmediato. Si ustedes no están de acuerdo con él, ¿quién lo está como para fiarle su seguridad? Su compañero ya roncaba, abatido por el cansancio o por el deseo de salirse de tan espinosa conversación. “¡Los cubanos!” – me respondió sin dudar un segundo. “Esta rodeado de cubanos, que no lo dejan a sol ni a sombra”, me explicó como quien sabe del asunto por ser un experto. “Y si lo hace será por algo” - cortó tras un bostezo.
¿Y hay muchos cubanos? – volví al ataque. “Muchos miles” – me respondió – “y viven quejándose de que ésta es la misma mierda y que vamos derechito a la Cuba a la que no quieren volver ni de vaina. Se escapan por miles”, me respondió. “Aunque están muy felices de tener lo que en Cuba ni sueñan, saben que esto dura poco y tiende a convertirse en una situación tan insoportable como la suya”.
¿Cómo lo aguantan? – les pregunto cuando ellos y yo debemos separarnos. “¿Y cómo hacemos me preguntan?” . El más recatado vuelve a mencionar el 2012. “De allí no pasa un día más” me dice mientras me estrecha la mano. El otro, más descreído, se despide y me suelta lo que lleva un buen rato queriendo soltarme. “Faltan cojones” – me dice en una carrerilla. “Cuando aparezca alguien con cojones, se acabó esta vaina”.
¡Feliz navidad! – les deseo a los gritos mientras se alejan. Sé que las suyas y las de todos sus compañeros, serán tan amargas como las mías. Civiles y uniformados comenzamos a unirnos en la desgracia.
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