El Gobierno está poniendo a prueba la capacidad de reacción de fuerzas temibles
Cuando un país es objeto de una arremetida como la que está llevando a cabo el Gobierno, sus elementos cívicos y democráticos tienen que echar mano de sus reservas de serenidad y juicio, para no dejarse llevar por el pánico o la desesperación, pésimos consejeros ambos.
Sobre todo, es necesario poner lo que está ocurriendo en una perspectiva de secuencia. Es decir, imaginarse lo que viene, como efecto de todo cuanto está haciendo el Gobierno.
Diego Bautista Urbaneja
El Universal
Contra natura
Vistas así las cosas, lo que le augura al país y al Gobierno las leyes y decisiones que éste está tomando, es la proliferación de situaciones conflictivas, negativas, incontrolables. El Gobierno está poniendo a prueba la capacidad de reacción de fuerzas temibles. Una de esas fuerzas es la realidad, la mera realidad. Esta entidad primordial tiene por costumbre vengarse de quien la agrede desconsiderada y repetidamente. La otra fue fuerza, en verdad una derivación de la primera, es la reacción de la gente.
No es posible predecir las formas que tomarán una y otra reacción. El cúmulo de situaciones inmanejables y contra natura que el Gobierno está propiciando tendrá que generar variadas formas de rechazo. Una Ley Habilitante que despoja a la Asamblea de las facultades legislativas que más de diez millones de venezolanos acaban de otorgarle, una Asamblea Nacional donde prácticamente no se podrá hablar, unas universidades que reúnen miles de profesores y millones de estudiantes sometidas a los dictados de un ministro, unos canales de comunicación personalísimos sometidos al corset de la vigilancia estatal... Ninguna de esas cosas tan contrahechas pueden traer nada de lo que espera el Gobierno.
Habrá que esperar a ver cómo reaccionan la realidad y las personas ante tanto disparate. La dirigencia política tiene una delicada tarea entre manos: la de cómo estimular y acompañar las protestas y rechazos que las decisiones del Gobierno provocarán naturalmente, y al mismo tiempo dejar a salvo su autonomía y su variedad. Sobre todo, no caer en la tentación de solidificar esas manifestaciones sociales en frentes únicos y cosas por el estilo. El Gobierno sueña con algo como eso. La defensa de la Constitución, que es lo que está en el fondo de todo esto, debe ser descentralizada, múltiple, con formas hábiles de coordinación por parte de la dirigencia. Los derechos en cada caso afectados deben organizar sus propias acciones. Todas esas cosas suman a la gran corriente democrática que se está gestando y a la que el Gobierno contribuye tanto a engrosar.
En el lado de las fuerzas democráticas está por ponerse en marcha un gran elemento vivificador y aglutinador: la preparación para la selección del abanderado presidencial para las elecciones del 2012 y todo lo que ello conlleva en términos de propuestas y mensajes de futuro. Pronto veremos a nuestros mejores nombres compitiendo por el favor del electorado democrático y el país verá cómo la Unidad Democrática propone el tema de los programas de gobierno y del futuro gobierno del país.
Para algunos hablar de este tema puede sonar un poco prematuro y no muy acorde con el ambiente de angustia y de acecho en el que el Gobierno ha puesto a vivir a muchos venezolanos. Pero por mi parte cuento con que el debate electoral dentro de la Unidad tendrá un gran poder catalizador de energías y de optimismo, y creo que las fuerzas democráticas no pueden darse el lujo de mantener ese elemento bajo llave, precisamente ahora que el país necesita estimulantes y noticias promisorias.
Además, al calor de ese debate, la Unidad tiene que ir transmitiendo al país su grado de preparación para tomar las riendas del gobierno, sea cual sea su abanderado presidencial. Eso habrá que hacerlo dosificadamente, pues queda tiempo por delante. En todo caso, ello forma parte principal de esa tarea de ir construyendo la situación que prepare la victoria democrática y la entrega del poder por parte del derrotado.
Por los momentos, el país está en suspenso, pendiente de ver qué es lo que va a quedar como saldo real de tanta decisión, de tanta ley, de tanto desplante, de tanto "poder extraordinario". Seguramente, el resultado será un Gobierno agobiado por más problemas aún de los que lo tienen abrumado. En la perspectiva política, el Gobierno está sembrando impacientes bombas de tiempo, cuyos estallidos deben ser transformados en afluentes de ese gran río democrático que está en marcha.
Cuando un país es objeto de una arremetida como la que está llevando a cabo el Gobierno, sus elementos cívicos y democráticos tienen que echar mano de sus reservas de serenidad y juicio, para no dejarse llevar por el pánico o la desesperación, pésimos consejeros ambos.
Sobre todo, es necesario poner lo que está ocurriendo en una perspectiva de secuencia. Es decir, imaginarse lo que viene, como efecto de todo cuanto está haciendo el Gobierno.
Diego Bautista Urbaneja
El Universal
Contra natura
Vistas así las cosas, lo que le augura al país y al Gobierno las leyes y decisiones que éste está tomando, es la proliferación de situaciones conflictivas, negativas, incontrolables. El Gobierno está poniendo a prueba la capacidad de reacción de fuerzas temibles. Una de esas fuerzas es la realidad, la mera realidad. Esta entidad primordial tiene por costumbre vengarse de quien la agrede desconsiderada y repetidamente. La otra fue fuerza, en verdad una derivación de la primera, es la reacción de la gente.
No es posible predecir las formas que tomarán una y otra reacción. El cúmulo de situaciones inmanejables y contra natura que el Gobierno está propiciando tendrá que generar variadas formas de rechazo. Una Ley Habilitante que despoja a la Asamblea de las facultades legislativas que más de diez millones de venezolanos acaban de otorgarle, una Asamblea Nacional donde prácticamente no se podrá hablar, unas universidades que reúnen miles de profesores y millones de estudiantes sometidas a los dictados de un ministro, unos canales de comunicación personalísimos sometidos al corset de la vigilancia estatal... Ninguna de esas cosas tan contrahechas pueden traer nada de lo que espera el Gobierno.
Habrá que esperar a ver cómo reaccionan la realidad y las personas ante tanto disparate. La dirigencia política tiene una delicada tarea entre manos: la de cómo estimular y acompañar las protestas y rechazos que las decisiones del Gobierno provocarán naturalmente, y al mismo tiempo dejar a salvo su autonomía y su variedad. Sobre todo, no caer en la tentación de solidificar esas manifestaciones sociales en frentes únicos y cosas por el estilo. El Gobierno sueña con algo como eso. La defensa de la Constitución, que es lo que está en el fondo de todo esto, debe ser descentralizada, múltiple, con formas hábiles de coordinación por parte de la dirigencia. Los derechos en cada caso afectados deben organizar sus propias acciones. Todas esas cosas suman a la gran corriente democrática que se está gestando y a la que el Gobierno contribuye tanto a engrosar.
En el lado de las fuerzas democráticas está por ponerse en marcha un gran elemento vivificador y aglutinador: la preparación para la selección del abanderado presidencial para las elecciones del 2012 y todo lo que ello conlleva en términos de propuestas y mensajes de futuro. Pronto veremos a nuestros mejores nombres compitiendo por el favor del electorado democrático y el país verá cómo la Unidad Democrática propone el tema de los programas de gobierno y del futuro gobierno del país.
Para algunos hablar de este tema puede sonar un poco prematuro y no muy acorde con el ambiente de angustia y de acecho en el que el Gobierno ha puesto a vivir a muchos venezolanos. Pero por mi parte cuento con que el debate electoral dentro de la Unidad tendrá un gran poder catalizador de energías y de optimismo, y creo que las fuerzas democráticas no pueden darse el lujo de mantener ese elemento bajo llave, precisamente ahora que el país necesita estimulantes y noticias promisorias.
Además, al calor de ese debate, la Unidad tiene que ir transmitiendo al país su grado de preparación para tomar las riendas del gobierno, sea cual sea su abanderado presidencial. Eso habrá que hacerlo dosificadamente, pues queda tiempo por delante. En todo caso, ello forma parte principal de esa tarea de ir construyendo la situación que prepare la victoria democrática y la entrega del poder por parte del derrotado.
Por los momentos, el país está en suspenso, pendiente de ver qué es lo que va a quedar como saldo real de tanta decisión, de tanta ley, de tanto desplante, de tanto "poder extraordinario". Seguramente, el resultado será un Gobierno agobiado por más problemas aún de los que lo tienen abrumado. En la perspectiva política, el Gobierno está sembrando impacientes bombas de tiempo, cuyos estallidos deben ser transformados en afluentes de ese gran río democrático que está en marcha.
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