2/1/11

Desastre rojito Fin de año

S e cierra el año 2010 con la constatación de que Venezuela es el país con más alta inflación en el mundo, 28% por si fuera poco, que reduce la capacidad adquisitiva de todos los ciudadanos, hasta de los corruptos boliburgueses. Se trata de una cifra insólita en las actuales circunstancias de reactivación de la economía internacional. Los países que le siguen son Pakistán, con 12,9% y Egipto con 11,8%, menos de la mitad.

Hace algún tiempo el jefe del equipo económico, la tortuga durmiente Jorge Giordani, nos decía que la política gubernamental consistía en no sacrificar el crecimiento por miedo a la inflación.

Ahora, a pesar de que los precios no sólo provocan miedo sino terror, tenemos que tampoco ha habido crecimiento, sino todo lo contrario. Los últimos datos disponibles indican que la economía se contrajo 2,5% durante el año que finaliza y ha venido cayendo durante los siete últimos trimestres.

Si a esto le añadimos el desempeño negativo del empleo, la conflictividad laboral y la falta de inversión, tenemos que 2010 no ha sido un año para recordar en lo económico, a pesar del sostenido aumento de los precios petroleros.

Aunque estos hechos se sienten cada vez más en el bolsillo cuando se va al mercado o se recibe un sueldo magro (aquellos que tienen la suerte de que no se los deban), su importancia ha quedado opacada por los desastres y las arbitrariedades con que el Gobierno nacional, y su agonizante apéndice legislativo, han intentado despedir el año que se va.

Así como a la inflación se ha sumado el estancamiento, a estos se les ha añadido la pérdida de derechos ciudadanos y la afrenta a la dignidad de los venezolanos, representada en las expropiaciones arbitrarias y la aprobación apresurada de un conjunto de leyes inconstitucionales. Todo esto dentro de un marco de inseguridad ciudadana generalizada y de deterioro del ambiente físico que no se ha sabido o querido combatir. Y para lo que ha sido totalmente inútil o contraproducente "mi fuerza armada", de la cual se pavonea Hugo Chávez. Quizás porque sus jefes militares se ocupan de actividades más rentables.

No contentos con habernos arruinado este año que pasó, el comandante y su Asamblea moribunda se han dedicado febrilmente durante la temporada navideña a asegurarse que el venidero sea igualmente malo, mediante leyes de última hora que cercenan las atribuciones constitucionales del Parlamento electo el 26 de septiembre, las gobernaciones, las alcaldías y las universidades.

Para rematar, por si algo se olvidaba, le han conferido al Presidente facultades extraordinarias espurias para que continúe intentando llevarnos a lo que, en su delirio, considera el mar de la felicidad y que no es sino el charco de las inmundicias.

De manera que se va necesitar mucha presencia de ánimo, mucha serenidad, mucha unidad de acción y mucho guáramo para que tengamos un feliz año nuevo. Se siente que vamos en ese camino.

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