A poco comenzar la revuelta de Túnez se iniciaron los primeros escarceos en Egipto. Ya comienzan a cundir en Yemen. Y no pararán hasta barrer con las tiranías africanas. Todos, desde el monstruo de Mugabe – tan íntimo y consentido de nuestro teniente coronel – hasta el enano fanático y reaccionario de Irán. Es una oleada democrática que nada ni nadie lograrán contener. Abusos, represión y torturas, pobreza endémica y prepotencia cuartelera hicieron cundir y crecer un odio tan feroz, que convertido en movimiento popular será semejante a las grandes tormentas tropicales.
Chávez, hecho a imagen y semejante de estos sátrapas, tan seguro de sí mismo como Mubarak y tan impetuoso como Ajmadinejad, tan prepotente e inescrupuloso como Sadam Hussein, tan sordo, tan ciego y tan ambicioso como Mugabe, debiera comenzar por poner sus bardas en remojo. Cree que podrá manipular a su antojo a quienes enfrenta, sin siquiera comprender que aquellos que lo enfrentan no son los dóciles y timoratos dirigentes políticos, sino millones de seres anónimos que no tienen absolutamente nada que perder, pues ya lo han perdido todo. Y que a la hora de vengarse por los hijos y hermanos asesinados, por las humillaciones sufridas, por el hambre padecida y los temporales que han debido soportar bajo condiciones de brutal inclemencia, invadirán plazas y calles hasta expulsarlo del poder.
Cree sinceramente que lo que le espera son elecciones, tras elecciones y más elecciones. Todas las cuales las podrá sortear con éxito, auxiliado por sus mafias de manipuladores, maquinitas tragaperras y la complicidad de sus fieles. Ni siquiera le pasa por la cabeza que en Venezuela TODAS las crisis se han resuelto de la misma manera: mediante un levantamiento cívico militar.
Es lo que el destino le tiene preparado: un día despertará atropellado por la inclemente batahola de un levantamiento popular. Que Dios lo encuentre confesado.
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