POR:ROCÍO SAN MIGUEL.
La interpelación es el acto de interrogar a un miembro del Consejo de Ministros o Gabinete por parte de los miembros del Poder Legislativo (Asambleas o Congresos) de cada país o región acerca de un tema específico, con el fin de eventualmente hacer valer su responsabilidad política en un tema determinado. Eso dice Wikipedia. Lamentablemente lo del martes en Venezuela no fue interpelación.
El gobierno aprovechó el acto para hacer propaganda y a través de circunloquios imposibles nunca pudo arribar a una respuesta feliz. La oposición tuvo más luces que sombras, en un escenario colmado de desventajas reglamentarias y obstáculos de toda índole establecidos para impedir eficazmente el acto en sí.
El gobierno aprovechó el acto para hacer propaganda y a través de circunloquios imposibles nunca pudo arribar a una respuesta feliz. La oposición tuvo más luces que sombras, en un escenario colmado de desventajas reglamentarias y obstáculos de toda índole establecidos para impedir eficazmente el acto en sí.
Vergonzosa por su parte fue la intervención de los diputados oficialistas que no interrogaron (función esencial de una interpelación), sólo hicieron el servil papel de vasallos del poder presidencial. Podían con un mínimo sentido común, sentido del ridículo y sentido de la oportunidad haber aprovechado la oportunidad para revisar, rectificar y reimpulsar las promesas incumplidas de 12 años de gestión de un gobierno que a todas luces se deslegitima entre los venezolanos.
La política de Defensa Nacional quedo al descubierto en palabras de un Vicepresidente de la República y de un ministro de la Defensa que no tienen la menor idea de la gestión del sector.
Las preguntas referidas a las razones por las cuales la Vicepresidencia de la República se dedica a la compra de armamento y sistemas de armas, a través de la empresa Veximca (Venezolana de Importaciones e Importaciones Compañía Anónima), o las referidas a la ausencia de una posición oficial en respeto de la defensa territorial de la Nación en los casos de la construcción por parte de Brasil de un puente en el territorio Esequibo o de las concesiones petroleras de Barbados en franco detrimento de la integridad de los espacios marítimos jurisdiccionales de la República; colocaron en evidencia que lo sustantivo de la defensa de la Nación no es parte del interés del gobierno.
Estimo que lo de Veximca entrara en el escrutinio de la ciudadanía. Todos nos preguntamos que hace esta compañía anónima que Elías Jagua controla y se dedica, entre otras cosas, a comprar alimentos, artefactos eléctricos y armas. En una suerte de “arroz con pollo” sin control, que hace negocios con los nuevos aliados internacionales sin auditabilidad, rendición de cuentas o transparencia.
Creada por el Vicepresidente Ramón Carrizález en el 2008, encontró su sitio de adscripción en la Vicepresidencia por comodidad funcional. Al manejar la cartera de Defensa y la de la Vicepresidencia al mismo tiempo, Carrizález prefirió las cosas así. Cuando se consolida en el despacho castrense, Gustavo Rangel Briceño pide la transferencia de Veximca a su Ministerio. Era lógico, el principio de las competencias funcionales y de las atribuciones legales así lo imponían.
Simplemente no fue posible, la rentabilidad de VEXIMCA tiene muchos intereses, que por ahora impiden sea controlada por poderes externos a la Vicepresidencia… Mucha tela que cortar en el sector Defensa Nacional. En tanto la operatividad de los sistemas de armas se encuentra en entredicho en muchas unidades, las solicitudes de baja aumentan en los componentes debido a la politización de la Fuerza Armada Nacional. Y me atrevería a decir que después de la actuación del ministro, General en Jefe Carlos Mata Figueroa, el día de la interpelación, aumenta la brecha entre superiores y subalternos, por la falta de liderazgo en la institución.
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