Por eso: al calor de este maravilloso cambio de paradigmas que ha traído consigo la tormenta del desierto debemos no sólo reivindicar nuestra maravillosa gesta del 11 de Abril, sino tenerla grabada a sangre y fuego en nuestros corazones. Es la única salida, cuando no se nos permite otra. Prohibido olvidarlo.
SI LA ONU HUBIERA CONDENADO A CHÁVEZ EL 11 DE ABRIL
¿Quién iba a creer que gracias al tirano de Libia y a los árabes alzados contra las cleptocracias del Magreb el mundo iba a cambiar sus paradigmas? Las insurrecciones contra las tiranías ya no son calificadas de “golpes de Estado” y los disparos de los francotiradores de los déspotas asediados sobre masas inermes comienzan a ser calificados de delitos de lesa humanidad. ¿Qué hubiera pasado en Venezuela si la maravillosa e incomparable rebelión popular del 11 de abril hubiera encontrado la misma comprensión que encontrara la de la Plaza Tahrir y el mundo se hubiera indignado frente al asesinato de 17 manifestantes cometido por los francotiradores del régimen?
Porque la verdad es la verdad y sólo la verdad: el 11 de abril se adelantó en diez años a los sucesos de Túnez, de Egipto, de Libia. Si Carmona, el cardenal Velasco y la manga de oportunistas que entre gallos y medianoche usurparon el levantamiento popular no hubieran metido su cuchara y el millón de manifestantes hubiera insistido volviendo a Miraflores tantas veces como hubiera sido necesario para extirpar de raíz al chavismo, Venezuela se hubiera ahorrado diez años de saqueos, de robos, de devastaciones y corruptelas y se hubiera alzado ante el mundo como el ejemplo premonitorio de lo que está sucediendo en el Medio Oriente.
Que se sepa, ningún comentarista español corrió a denunciar lo que sucedía en Túnez como un golpe de Estado, como corrieran los socialistas madrileños al mediodía del 12 de abril a poner el grito en el cielo porque el Estado Mayor de nuestras Fuerzas Armadas se negó a implementar el Plan Ávila y le pidió la renuncia, “la cual aceptó”. Toda la izquierda mundial guarda ahora profundo silencio, salvo el impresentable autócrata que nos desgobierna, que sale a defender al degenerado de Trípoli. Por fin comprenden que un pueblo, como el de Fuenteovejuna que nos narrara Lope de Vega hace casi cuatrocientos años, tiene absoluto y pleno derecho, incluso natural, a alzarse contra el tirano y sacarlo a patadas del Poder que usufructúa, como ocurriera el memorable, el inolvidable, el maravilloso 11 de abril de 2002.
Tampoco le perdonan hoy a Gadafi lo que le perdonaran a Chávez el 11-A: asesinar a mansalva a inermes y pacíficos manifestantes por consejo del tirano del Caribe, el monstruoso Fidel Castro. Y en lugar de llevarlo a La Haya, como amenazan con hacerlo con el sátrapa de Libia, le alcahuetearon no sólo que los condecorara como héroes de la revolución sino que condenara a quienes protegían la marcha a treinta años de cárcel. Sin que al día de hoy ninguna organización de la ONU, mucho menos la OEA, haya dicho “esta boca es mía”. ¿O nos seguiremos haciendo los pendejos?
Por eso: al calor de este maravilloso cambio de paradigmas debemos no sólo reivindicar nuestra maravillosa gesta del 11 de Abril, sino tenerla grabada a sangre y fuego en nuestros corazones. Es la única salida, cuando no se nos permite otra. Prohibido olvidarlo.
8/3/11
SI LA ONU HUBIERA CONDENADO A CHÁVEZ EL 11 DE ABRIL
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