Es la inmundicia de la izquierda castrista que todavía no se entera de
la caída del Muro de Berlín y el Nobel a Vargas Llosa. Son los
amiguitos de Gadaffi. Los siervos de Sadam Hussein y de Ahmadinejad.
Pero por sobre todo, las ladillas de Fidel Castro. Son las
sanguijuelas de la izquierda. A enterrarlos en un ataúd agujereado,
para que escapen los gusanos.
Pedro Lastra
No esperó una segunda pedida para salir al ruedo a desmentir toda
posible conexión con el pandillero de la región. Humala, quien viera
escapársele de las manos la presidencia de la república del Perú por
sus reiteradas malas juntas con el matón del barrio, aprendió la
lección. Si llega a la presidencia será a pesar de Hugo Chávez. Que si
por su compadre venezolano fuera, volvería a quedar colgando de la
brocha.
Vez que escucho a Chávez, y él hace cuanto puede para que nadie en
Venezuela pueda liberarse de la insoportable pesadez de su ser,
recuerdo a los matones de la clase, a los pesados, los cargantes, los
sangrones, los auto invitados a todos los eventos, los que entraban a
codazos y pisaban cuanto callo encontraban para salir en el centro y
en la primera fila de la foto. Los payasos sin gracia.
Provoca la misma repugnancia, el mismo asco, la misma secreta o
pública indignación ante los mediocres que se creían la verga de
Triana y carecían del más mínimo sentido de la vergüenza. Dios mío,
hay que ser bien tropical para tanto desenfado, tanto caradurismo,
tanta metichería. Es, de todos los presidentes de nuestra historia de
lejos el más insoportable, el más baboso, el más intruso y prepotente.
Ni Cipriano Castro, lo que es mucho decir.
Sus narices hicieron capotar los esfuerzos de López Obrador y del
mismo Humala. Sabiéndolo, y de viaje por la región para ver a quien
empava, no puede dejar de alzar la pata y volver a pegarle tremenda
meada. Esta vez tocó la fibra más sensible de los peruanos para
jalarlo de la chaqueta y hundirlo en los abismos: dizque “es un buen
soldado”. Como si los peruanos se derritieran por sus soldados. Como
si en lugar de un sujeto civilizado los peruanos se babearan por un
uniformado. ¿En qué mundo vive el patoso de Miraflores?
De Hazmerreir a Dolordemuelas, de don Pisacallos al Secagaenelpiano.
Indiscreto, confianzudo, metiche, estridente, hablador de webonadas,
prepotente, palurdo, fanfarrón, mentiroso y farsante – “jamás cerré un
medio” – ya empieza a apestarle a moros y cristianos. Con la excepción
de los filo castrista del continente, tan coprófagos, trasnochados y
enfermos del mate como él mismo.
Levanta el ánimo saber que el rector de la Universidad de La Plata no
concuerda con el insólito premio que le otorgaron los oligofrénicos
del decanato de la triste fama. ¿Cuánto costó el premiecito Rodolfo
Walsh? ¿Cuántos, además de los diez millones de dólares para el
hospital universitario? ¿No les da vergüenza tanta indignidad como
estirar la mano, extender un certificado y taparse los cojones con un
trapo rosado?
Es la inmundicia de la izquierda castrista que todavía no se entera
de la caída del Muro de Berlín y el Nobel a Vargas Llosa. Son los
amiguitos de Gadaffi. Los siervos de Sadam Hussein y de Ahmadinejad.
Pero por sobre todo, las ladillas chinas de Fidel Castro. Son las
sanguijuelas de la izquierda. A enterrarlos en un ataúd agujereado,
para que escapen los gusanos.
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