13/4/11

MILITARISMO 3. NELSON MAICA C. POLITICA

Continuamos con JO. “Cuando el gobierno de Pérez Jiménez colapsó en 1958 por las acciones subversivas de los militares que lo desestabilizaron y que llevaron a una rebelión popular generalizada incontrolable, se inició la etapa más luminosa de las Fuerzas Armadas del siglo XX. Ésta llevó a la formulación de la doctrina de la Fuerza Armada del Estado democrático.

La guerra olvidada: En marzo de 1961, dos meses después de haberse formulado en el artículo 132 de la Constitución la doctrina de lo que deben ser las Fuerzas Armadas de un Estado democrático, el III Congreso del Partido Comunista de Venezuela aprobó una política de guerra armada revolucionaria.

Un año antes, la separación del grupo marxista-leninista de Acción Democrática dirigido por Domingo A Rangel había creado el MIR. A partir de allí los miembros del PCV y del MIR se dejaron encandilar por lo que había sucedido en Cuba en 1959, y pensaron que ello era repetible en Venezuela. Para ello, contaron con el apoyo material y político ofrecido y pactado con F Castro y la URSS.

Para lograr sus propósitos, agentes de ambos partidos realizaron una activa labor de penetración y persuasión de las Fuerzas Armadas y lograron contagiar a varios oficiales con su manera de pensar, en especial en la Marina.

La "lucha armada" se inició el 4 de mayo de 1961 en Carúpano, cuando un batallón de Infantería de Marina fue llevado a sublevarse por su comandante, el capitán de navío J. T. Molina Villegas con la abierta y activa participación de los diputados Eloy Torres, del PCV, y Simón Sáez Mérida, del MIR.

Esa primera rebelión comunista fracasó. A diferencia de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, no desestabilizó al gobierno de R Betancourt ni descuadernó a las Fuerzas Armadas. Por el contrario, la "lucha armada" que allí comenzó, fortaleció y unió a las Fuerzas Armadas en la defensa del sistema democrático que acababa de iniciarse.

El segundo intento estalló un mes después en Puerto Cabello, cuando otro batallón de la Infantería de Marina, al mando del capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez se alzó con la activa y directa colaboración de, entre otros, los dirigentes del MIR Raúl Lugo Rojas y del PCV Teodoro Petkoff.
Ese alzamiento, tampoco desestabilizó al gobierno de R Betancourt ni socavó la moral del Ejército, pero sí le costó la vida a más de 400 venezolanos.

Tras el fracaso de Carúpano y Puerto Cabello, el PCV y el MIR empezaron a actuar cada uno por su cuenta, con guerrillas "urbanas" que ejecutaron actos de terrorismo, secuestro y asesinato de policías y quema de fábricas.

Éstas tampoco desestabilizaron al gobierno de R Betancourt y unieron todavía más las Fuerzas Armadas. Éstas se adaptaron rápida y eficientemente, de la organización de guerra convencional que tenían, a la que la nueva situación requería.

En 1963 se fundaron las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) comunista, bajo la dirección de Pompeyo Márquez, y el Frente de Liberación Nacional (FLN) del MIR, bajo la dirección de Domingo Alberto Rangel.

El 28 de septiembre de 1963, el incidente del asalto al tren turístico de El Encanto, en el que fueron masacrados cinco guardias nacionales y gravemente heridos dos niños y ocho mujeres, produjo un estallido de indignación nacional.

En el clima creado por estos hechos, el presidente R Betancourt decretó la suspensión de las actividades legales del PCV y del MIR y ordenó la detención por la justicia militar de Gustavo Machado, Jesús Faría, Pompeyo Márquez, Domingo Alberto Rangel y Simón Sáez Mérida, quienes actuaban amparados por su inmunidad parlamentaria.

El hecho fue que la cohesión de las Fuerzas Armadas, la mano firme de R Betancourt y la voluntad democrática del pueblo apagaron el fuego revolucionario que la subversión comunista pretendía, sin éxito, encender.

El fin de la lucha armada: Así llegamos a las elecciones de 1963, las cuales fueron la gran derrota de la tesis que sostenía la justicia, necesidad y viabilidad de la lucha armada para instalar en Venezuela un régimen similar al que se estaba instalando en Cuba. A partir de allí, la lucha armada maniobró en retirada hasta que quedó totalmente extinguida.

La lucha armada duró 13 años. Muchos de sus actores se integraron leales y sinceramente a la vida política democrática y con los años alcanzaran posiciones de relevancia nacional.

Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff demostraron con sus escritos y obras, una seria, sincera y constructiva rectificación, mucho más allá de la simple enmienda; al punto de que se adelantaron en sus críticas a lo que se consideraba la ortodoxia marxista y que poco después fue seguida por las críticas de Gorbachev, lo cual fue el preludio del desmoronamiento del bloque soviético.

DOUGLAS BRAVO Y ALI RODRIGUEZ
En contraste, algunos marxistas recalcitrantes, como Douglas Bravo, entendieron el momento como de repliegue táctico. Este grupo fue el que capturó ideológicamente a Adán Chávez, estudiante de ingeniería de la ULA, y a su hermano Hugo Chávez, antes de que ingresara a la Escuela Militar.

Las ideas marxistas del PRV, el partido de Douglas Bravo, fueron las que movieron tras bastidores la rebelión militar de 1992.

Los rebeldes, en especial Hugo Chávez y Francisco Arias Cárdenas, se cuidaron mucho de hacer conocer sus ideas. Por eso, muchos vimos en su rebeldía lo que queríamos ver y no su realidad íntima.

Cuando la rebelión de 1992 fracasó, aunque logró un formidable eco en la opinión, los que habían fracasado en la lucha armada de los años 60 y quienes habían colaborado con ellos, como Luis Miquilena y Guillermo García Ponce, vieron en el liderazgo popular de los golpistas fracasados la gran oportunidad de hacerla suya y resucitar sus ideas; esta vez por la vía del engaño y la trampa. Esos fueron los que secuestraron el caudal electoral logrado por Hugo Chávez en 1998.

Sin salirnos del tema que nos ocupa, lo que ahora interesa recordar y destacar es que la doctrina de lo que deben ser las Fuerzas Armadas de un Estado democrático, formulada en el artículo 132 de la Constitución, pasó exitosamente su primera y más dura prueba en la década de los 60.

Ni ayer ni hoy se podía decir verazmente que las Fuerzas Armadas que exitosamente defendieron las instituciones democráticas en los 13 años que duró el intento de importar a Venezuela la revolución cubana, eran el brazo armado de Acción Democrática.

El carácter no deliberante y obediente de unas fuerzas armadas disciplinadamente sometidas a la jefatura de un presidente democráticamente elegido, su vocación primordial para la defensa nacional y la estabilidad de las instituciones democráticas y su juramento de respetar la Constitución "por encima de cualquier otra obligación" y la explícita declaración de que las Fuerzas Armadas están al servicio de la República y no de ninguna persona o parcialidad política, se probaron en los hechos. ¿Y, ahora?

Hoy nadie puede decir lo contrario sin mentir. Esto se olvidó porque no fue reconocido así.

También se miente callando verdades que merecen ser dichas: la política de "pacificación" implicaba la indulgencia de quienes habían sido derrotados, esperando que su reinserción en la vida política fuera de buena fe. Ello era un trago amargo para los paladares de quienes habían puesto la sangre de sus heridos y la vida de sus muertos para derrotar la lucha armada. Y sin embargo, tragaron. Y la reinsersión se produjo, en buena hora.

Desgraciadamente, no se tuvo la decencia, la honestidad la entereza ideológica ni la visión histórica para hacer de la victoria sobre la subversión castro comunista la columna vertebral de la ideología de institucionalidad militar de lo que debe ser la fuerza armada de un Estado democrático. Esta debía ser enseñada en la Escuela Militar a los cadetes. No lo fue.

Hoy no se conoce el nombre de un solo oficial, de un solo soldado muerto defendiendo la democracia.

El sistema democrático de partidos, reinstalado en 1958, cantó la heroicidad de sus muertos durante la década militarista de 1948 a 1958, pero impidió que se reconociera la heroicidad de los policías y los militares caídos en defensa en la década de los 60.

Los gobiernos que siguieron resbalaron por la pendiente de la corrupción y relegaron a la Fuerza Armada al papel de guardia pretoriana de sus desafueros”.
¿Sacara Ud algunas conclusiones prácticas para el buen futuro de este, su país? ¿Dejaremos que este militarismo jurasico reviva?

Gracias a Jorge Olavarría, qepd. Fin, por ahora, de estas tres notas.

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