4/4/11

Renunciar a la ciudadanía

Que el comunismo es una secta de asesinos es una verdad incontrovertible, asaz demostrada por la historia reciente, y que también es una pervertidora de menores – extensiva a la aduldolescencia mental - cantera inagotable de adeptos emocionales, bien por mediocridad bien por instintos vesánicos, puede comprobarse fácilmente. Sin embargo existe una tercera perversión: Su carácter destructivo del concepto político de ciudadanía, al imponer la fuerza militar sobre las leyes universales que garantizan los derechos del ciudadano, pues la única forma de que un hombre de verdad resigne sus derechos es por la fuerza superior de las armas en manos de ignorantes asesinos inconscientes – obedientes hasta el asco - con poder decisorio sobre vidas y propiedades. Chávez acaba de dar otro zarpazo más en esa dirección al dotar de jerarquía militar – oficial ahora, pues ya la había esbozado en Guayana – a su condición de Comandante en Jefe de la Fuerza Armada, que la supeditaba al poder civil - la carta democrática interamericana señala que todas las autoridades se subordinan al poder civil democrático - quedando ahora derogada la ciudadanía, lo que en lenguaje llano significa, pisada por la bota militar, y lo más grave, propio de la infinita maldad comunista, por la alpargata miliciana guiada por oficiales sin formación militar académica, coptados por el odio, cuyo resentimiento, como el del mulato Machado, los lleva al parricidio. Y – otra prueba de su infinita maldad - con licencia para destruir la ciudadanía desde el embrión escolar, pues serán estos milicianos los encargados de instruir a nuestros niños sobre lo extraordinario que es renunciar a sus derechos ciudadanos para pertenecer en cuerpo y espíritu a Los Hijos del Fusil del Comandante. Hasta cuándo la humanidad se resistirá a reconocer como ya lo ha hecho Polonia, que el comunismo – garra retráctil del socialismo – es un antinatural e inhumano sistema de esclavitud, represión y muerte. El lobo afila sus colmillos El silencio y calma de los partidos de oposición frente a este brutal atentado contra la civilidad, sobrecoge. Ya la calle debería estar recalentada para derrotar esta reforma que nos deroga como ciudadanos. Mientras estamos distraídos Chávez afila sus dagas: Obviando los artículos 324, 328 y 330 de la Constitución, el artículo 66 de la reforma establece: “Pertenecen a la categoría de Milicia quienes sin ejercer la profesión militar manifiesten voluntariamente ingresar a la Milicia Bolivariana (…) como militares en la condición de: Oficiales de la Milicia, Sargento de Milicia y miliciano…”. ¿Los ascensos se darán por la muescas en la culata? Parece que esta liberalidad demagógica fue dictada para recoger las huestes salvajes de Lina Ron, que quedaron en estado de anarquía, otorgarles rangos militares y colocarlas directamente bajo las órdenes de Chávez, sin el subterfugio de Lina. Alea jacta est Con esta reforma la suerte está echada y la revolución armada – violenta que siempre ha sido – se desemboza de su hipocresía política, al milicializar su brazo electoral, el PSUV, y al extrapolar la comandancia suprema del ejército de la magistratura presidencial, personalizándola en la figura en adoración perpetua de Chávez, pivotada en una fuerza supraconstitucional, deliberante e ideologizada - ¿para echársela al ejército? – integrada por militantes políticos agradecidos, pues, sabido es que, en la realidad, todo quien necesite atención del Estado debe inscribirse en el partido de gobierno – violencia violatoria de los derechos humanos - pero además, ahora tiene que afiliarse, “voluntariamente”, a las milicias para pasar a formar en este poderoso y anárquico ejército de fanáticos armados, unidos indisolublemente por la codicia derivada de la instigación al crimen implícita en el lema “socialismo o muerte”, para que Chávez se declare mayoría nacional de facto - ¿a cuántos votos equivale un fusil? - in saecula saeculorum. Amen. En conclusión Con esta reforma queda absolutamente clarificada la confesión, que le valió un ascenso instantáneo al general Henry Silva: ¡Ay del vencido!... aunque llegue a vencer el 2012. Rafael Marrón González

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