15/4/11

SOMBRAS EN LA TRANSPARENCIA

Wikileaks es un manantial que no cesa; pero, ¿cuánto de verdaderas “alarmantes denuncias” hay en sus revelaciones?; mi impresión es que los documentos puestos a disposición de la opinión pública, sólo han servido para corroborar y difundir sospechas, y problematizar las relaciones entre países involucrados; no han atajado la corrupción ni moderado las manipulaciones y abusos; muy pocos de ellos podrían admitirse como pruebas válidas ante un tribunal internacional en caso de un eventual juicio a delincuentes políticos.
Intruso en su intimidad
Rubén Monasterios

SOMBRAS EN LA TRANSPARENCIA

Intuí que algo había podrido en Dinamarca desde el momento en que se alzó la ola del fenómeno Wikileaks, o de la transparencia total, un movimiento de alcance mundial cuyo fundamento filosófico es el derecho de todos a saberlo todo. Tuve la impresión de estar en presencia de una especie de show mediático de alcance global, destinado a satisfacer la curiosidad malsana del público masivo y voraz del escándalo, semejante al que se disloca por saber el color de las pantaletas de Jennifer López en su última aparición en la alfombra roja.

Por ejemplo, las “revelaciones” concernientes a Chávez; las de esta semana lo implican en el financiamiento de la campaña de Correa; sujeto este, por otra parte, que aparece realizando una especie de chantaje, al amparar a un jefe de policía acusado de corrupción con el propósito de controlarlo. Tiempo atrás se dieron a conocer unos despachos secretos enviados a su Gobierno por el embajador de los Estados Unidos en Managua, a principios de 2009; en esos documentos se describe al régimen de Daniel Ortega como un “auténtico estado criminal” financiado por el narcotráfico y por Hugo Chávez.

¿Acaso esas informaciones son novedades? Sin ser un experto analista político internacional cualquier persona medianamente enterada del acontecer mundial, como es mi caso, sabía de esas fechorías. Más interesante, por lo cómico, resulta otro aspecto de uno de esos despachos. “Ortega está completamente loco” -escribe el diplomático norteamericano citando a un informante- al punto de creer “que las monjas viejas están rezando para que lo asesinen”. En eso, a decir verdad, el aberrado sexual nica no se diferencia mucho de su colega, compinche y financista nacional; este ve magnicidas hasta en la sopa, se contradice y miente sin pudor, hace el ridículo públicamente y cree que hubo una civilización en Marte, arrasada por el imperialismo…

Además, obsérvese que todo ese material es opinático; significativo por sus fuentes, por supuesto, pero no por esa razón consistente como evidencia; los mejor informados en el acontecer político internacional, quizá sepan de materiales de mayor peso comprobatorio difundidos por Wikileaks; hablo de documentos como los que respaldan las denuncias de la corrupción y otros crímenes del Gobierno hechas por voceros de la oposición venezolana.

Julián Assange ha sido saludado como un excepcional “ideólogo moral” y “campeón de la denuncia” de las maniobras tenebrosas que controlan al mundo íntegro; también lo llaman el “profeta de la transparencia”; un título que con más propiedad correspondería a Mikhail Gorbachov, el hombre del Glasnot y la Perestroika. Glasnost, en ruso, significa apertura, transparencia, y de eso precisamente se trató esa política.

Quizá Julian Assange no sea tan inmaculado y altruista como lo presentan sus celebrantes y lo suponen aquellos todavía obnubilados por el sueño utópico y anarquista de la transparencia total. Con razonable inquietud, me pregunto si esta cruzada no será una forma solapada de terrorismo mediático, inteligentemente administrada por un hombre que larvado bajo la apariencia de un adalid de un derecho humano esencial, en realidad es un desestabilizador de oficio compulsado por la egolatría, el ansia de notoriedad y el sentimiento de omnipotencia; sin perder de vista los beneficios crematísticos que la fama y el poder traen consigo.

Fernando Savater, en su artículo Transparentes abusos (Tiempo, 24/12/2010), aporta una consideración teórica digna de difusión por ser clarificadora del panorama referido al pretendido derecho de todos a saberlo todo; identifica el filósofo dos tipos de transparencias: la de gestión y la de opinión o deliberación; la primera es imprescindible en la democracia, porque todos los ciudadanos tienen pleno derecho a saber qué hace el Gobierno con sus impuestos, cómo defiende sus intereses, etcétera; la segunda, la transparencia de opinión o deliberación, tiene límites, y tratándose de ella la difusión de toda la información posible más bien es lesiva a las instituciones democráticas y al derecho a la privacidad de las personas y corporaciones; siendo este último tan merecedor de respeto como el otro.

Hay, entonces, lados oscuros en la transparencia; uno de ellos, la esencia de su promotor y sus intenciones in pectore; otro, el tremendo daño que puede llegar a hacerle a las instituciones democráticas.

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