29/5/11

LOS PRECANDIDATOS Y LA PDVSA QUE NOS AVERGÜENZA

Quienes aspiren a presidir este pobre país rico, ya al borde de ser
simplemente pobre, misérrimo y subdesarrollado, están obligados a
conocer esta situación al detalle, trabajar hoy – no mañana – por
preparar las fórmulas alternativas de desarrollo para una industria
que jamás nunca volverá a ser la misma y tener el coraje y la
fortaleza para enfrentar la demagogia patriotera y engañosa de quienes
han destruido nuestra gallina de los huevos de oro. Y hoy arman
alharaca para cobijar sus criminales desafueros en la superchería del
patrioterismo. ¿Saben aquellos que la defienden sin matices ni
diferenciaciones que cuando salían en defensa de esta PDVSA se
encompinchaban objetivamente con quienes la han estrangulado? ¿Saben
que alineándose irreflexivamente junto a Hugo Chávez, Rafael Ramírez y
todos sus esbirros se hacían, posiblemente sin quererlo, cómplices de
un crimen?
Antonio Sánchez García
LOS PRECANDIDATOS
Y LA PDVSA QUE NOS AVERGÜENZA

¿Qué extrañas y no explícitas razones han llevado a algunos
precandidatos de altísimo perfil, que puntean en las encuestas y son
considerados mediáticamente y ya a nivel internacional como serios
aspirantes a suceder al teniente coronel Hugo Chávez al frente del
gobierno venezolano a defender a capa y espada lo absolutamente
indefendible? ¿Qué impulso vital los llevó a romper lanzas por una
empresa en ruinas, destruida en su esencia moral, incapacitada
estructural y operativamente para cumplir las funciones para las que
fuera fundada – desvirtuadas y desnaturalizadas por la barbarie
socialista - y utilizada hoy por el régimen como caja de
financiamiento de su proyecto totalitario y expansionista? ¿Qué
fundamento político explica su decisión de darle su pleno respaldo al
mascarón de proa de este barco a la deriva que es PDVSA, la perfecta
metáfora de un régimen forajido que la usa como instrumento de la
destrucción de la república y la ruina y devastación de nuestras
tradiciones? ¿Por qué solidarizarse con una empresa que dejó de ser
propiedad de los venezolanos para convertirse en la guarida del asalto
de la barbarie y sirve objetivamente a fortalecer a los enemigos de la
democracia y la paz mundial, como la tiranía de los ayatolas? ¿Por qué
abrazarse al oso de Miraflores en defensa de una institución que ha
prostituido y devastado, contrariando sus fines específicos, cuales
son los de coadyuvar al desarrollo nacional y sacar al país de la
miseria en que hoy se encuentra? No nos cabe otra explicación que la
congénita confusión que altera a algunos espíritus opositores carentes
de madurez y experiencia que creen que enfrentar frontalmente y sin
concesiones la barbarie imperante puede resultar negativo
electoralmente. Fausto Masó lo ha explicado con su habitual
perspicacia en su más reciente columna en El Nacional. Cometen un
grave error.

La destrucción de PDVSA y las ignominias que por su control ha
cometido el régimen del teniente coronel Hugo Chávez no pueden ser
desconocidas por venezolanos que aspiran a ser el próximo presidente
de 28 millones de venezolanos. Desde la destrucción de su idea matriz,
la meritocracia, causa principal de su pasada y ya proverbial aunque
pisoteada excelencia, hasta la brutal supresión de su capacidad
técnica y gerencial: miles de años de profesionalismo y capacidad
humanas, echados a la calle en la figura de más de 20 mil empleados,
por razones estrictamente políticas. Y a consecuencias de lo cual el
país viviera la crisis más dramática de su historia, abriendo los
portones de nuestra institucionalidad a la barbarie, la invasión
extranjera, el control de nuestros recursos, e incluso de nuestra
propia identidad, por las fuerzas policiales y de seguridad cubanas y
la pérdida de nuestra soberanía.

Esta PDVSA, prostituida sistemática y aviesamente por el régimen a
través de Rafael Ramírez, un funcionario situado en un grado del
escalafón que jamás le hubiera permitido posesionarse de su mando
absoluto ni del ministerio adjunto, no sólo arruinó a mucho más de
veinte mil familias, en una acción inédita en los anales de nuestra
historia laboral. Les robó sus prestaciones, poniéndolas al servicio
de especuladores financieros y asaltantes de cuello blanco. Abriéndose
simultáneamente, y salvo honorables y contadas excepciones, al asalto
de cien mil seguidores del régimen, sin mayor capacitación que su
adhesión incondicional al presidente de la republica. Un expediente
sólo imaginario en regímenes fascistas y totalitarios. Y convertida,
víctima de la improvisación sin medida y la incapacidad más
aterradora, en un mercado persa de uso múltiple.

La pérdida de la capacidad productiva fue pareja al asalto de la
barbarie. Una empresa que podría estar produciendo cinco millones de
barriles diarios apenas supera los dos millones. De los cuales no
vende más que la mitad. Por cierto y en el colmo de las paradojas, a
los Estados Unidos. El resto se va por entre los dedos del consumo
interno, el regalo a una tiranía ávida de nuestra graciosa y
desvergonzada “solidaridad”, la chulería de caudillos que han llegado
al ex abrupto de apoderarse, sin mayor esfuerzo que la zalamería y la
sumisión, de 55 mil millones de dólares. Y si con su envilecimiento
presente no bastase, la insaciable necesidad de respaldo financiero
para mantener su perfil ha llevado al presidente de la república a
suscribir de manera irresponsable y criminal compromisos a futuro que
la hipotecan para generaciones y generaciones de venezolanos.
Vendiendo de paso una empresa de refinación que hoy es valorada en
alrededor de 23 mil millones de dólares en la décima parte de su
valor. Y a eso llaman soberanía. Y a ese soberano se subordinan
nuestros jóvenes precandidatos.

PDVSA no sólo está arruinada, endeudada por miles y miles de millones
de dólares y secuestrada a futuro, sino herida de muerte. Según todos
los expertos petroleros, es una empresa moribunda, a la deriva,
imposible de recuperar. Y cuyos índices de deterioro alcanzan tal
grado de destrucción, que lo que jamás sucediera en sus instalaciones
a lo largo y ancho del país en sus años de vida hasta el asalto al
Poder del teniente coronel Hugo Chávez, ha ocurrido ante el espanto
de quienes se sienten emocional y profesionalmente vinculados a ella:
la cantidad de accidentes laborales ha sido tan desgraciada, que han
fallecido por esas causas más de sesenta trabajadores venezolanos.

Este auténtico apocalipsis de nuestra principal fuente de
financiamiento ha tenido lugar en un momento que se avizora dramático
para la industria: según todos los indicios, el petróleo no soporta
treinta años más de vida como factor energético determinante del
desarrollo de la humanidad. Las fuentes alternativas, naturales y
artificiales, son un hecho comprobado. Los países más desarrollados no
esperaran por el despertar de la democracia venezolana para echar a
andar su despegue de la que habrá sido entonces un recuerdo del
pasado. Como ha sucedido tantas veces a los largo de la historia de la
humanidad.

Quien aspire a presidir este pobre país rico, ya al borde de ser
simplemente pobre, misérrimo y subdesarrollado, está obligado a
conocer esta situación al detalle, trabajar hoy – no mañana – por
preparar las fórmulas alternativas de desarrollo para una industria
que jamás nunca volverá a ser la misma y tener el coraje y la
fortaleza para enfrentar la demagogia patriotera y engañosa de quienes
han destruido nuestra gallina de los huevos de oro. Y hoy arman
alharaca para cobijar sus criminales desafueros en la superchería del
patrioterismo. ¿Saben esos precandidatos que cuando salían en defensa
de esta PDVSA se encompinchaban objetivamente con quienes la han
estrangulado? ¿Saben que alineándose junto a Hugo Chávez, Rafael
Ramírez y todos sus esbirros se hacían, sin quererlo, cómplices de un
crimen?

Son preguntas que les formulo sin ningún otro ánimo que ayudar a
esclarecer nuestras posiciones, definir nuestras políticas y
clarificar nuestros propósitos. Como bien dijera el Dr. Johnson, el
nacionalismo es la última guarida de los canallas. No les abramos la
Puerta.

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