"Los fantasmas dan más miedo de lejos que de cerca".
Nicolás Maquiavelo
Uno de los absurdos más grandes que se viven hoy en Latinoamérica es que mientras gobiernos autoritarios, como el de Venezuela o el de Nicaragua, son aceptados oficialmente como democracias por la Organización de Estados Americanos, Honduras, un país con un gobierno electo democráticamente que respeta los derechos de sus habitantes, sigue fuera de la OEA. La razón es que el venezolano Hugo Chávez no permite la reintegración de Honduras y ningún país, ni siquiera México, tiene el valor de enfrentársele.
El tema salió a flote con fuerza en la reunión regional latinoamericana del Foro Económico Mundial que se llevó a cabo en Río de Janeiro del 27 al 29 de abril. María Corina Machado, la articulada opositora a Chávez, cuestionó al secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, por no tomar medidas contra Chávez ante sus abiertas y cada vez más frecuentes violaciones a las garantías individuales de los venezolanos. Todos sus connacionales presentes apoyaron la posición de María Corina.
Es comprensible la exasperación de los venezolanos ante un gobernante que viola de manera sistemática las garantías individuales y que ha señalado que su intención es mantenerse como dictador vitalicio. Quizá la última oportunidad para detener las ambiciones de Chávez a través de las urnas se dará en las elecciones presidenciales de 2012; pero precisamente por ello el dictador está tomando cada vez mayores medidas para desmantelar cualquier equilibrio a su poder.
El problema es que Insulza, un respetado diplomático y académico chileno, no tiene los instrumentos para detener la concentración de poder de Chávez. Si algún dirigente de la OEA ha ofrecido palabras de crítica al mandatario de un país miembro de la organización ha sido Insulza en el caso de Chávez. Pero el secretario general no es el dueño de la OEA, sino un funcionario cuya función es ejecutar las políticas que definen los países miembros.
Son éstos, y entre ellos México, los responsables de la hipocresía que permite que Chávez maneje a su antojo a la OEA, al grado que puede impedir que Honduras se reintegre a la institución por haber derrocado a un títere suyo, Manuel Zelaya, y evitar cualquier cuestionamiento a los abusos que él y sus aliados cometen contra sus ciudadanos.
A algunos países, como los centroamericanos, se les puede perdonar la cobardía, porque Chávez directamente compra a sus gobiernos con dinero y petróleo. Brasil es un caso lamentable porque el régimen mantiene un apoyo acrítico a Chávez para aplacar a su izquierda radical, insatisfecha por la decisión de mantener políticas económicas moderadas en lo interno.
Es inaceptable, sin embargo, que México se preste a esta hipocresía. Si nuestro país realmente tuviera la preocupación que predica por los derechos humanos y políticos, debería estar exigiendo la restitución inmediata de Honduras a la OEA y la expulsión de Venezuela. Sin embargo, el gobierno del presidente Felipe Calderón, como tantos otros de Latinoamérica, no se atreve a enfrentarse a Chávez. Quizá no quiere salir "espinado", como el de Vicente Fox. Pero el resultado es una política que finge que en América Honduras es el único país no democrático mientras que Hugo Chávez es un ejemplo de democracia y libertades para el mundo.
Si México no quiere cambiar esta política hipócrita, quizá el presidente Calderón debería otorgar a Chávez un premio nacional a los derechos humanos y a la defensa de la democracia, como la Universidad de La Plata de Argentina le dio recientemente al mayor censor que nos ha dado Latinoamérica en los años recientes un premio a la libertad de expresión.
Primero de mayo
¿Y qué festejamos? ¿Que tenemos una legislación regresiva que da un monopolio a los sindicatos, que enriquece a sus líderes, que empobrece a los trabajadores y que obstaculiza la creación de empleos formales? Mejor olvidar la fecha.
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