Francisco de Quevedo (1580-1645), escritor español.
Lo triste es que haya tantos venezolanos que no consideren estas realidades sino que prefieran por su necesidad, premiar con votos estas demagógicas promesas; peor aún es la manipulación de la necesidad de la gente, jugar con sus ilusiones. Entre ellos dicen que entregando unos centenares de casitas, el votante pensará “la próxima me toca a mí”. Esto nos parece malvado y considerando la histórica ineptitud, anarquía e improvisación de esta gente, desde hoy les anunciamos 1) que no van a cumplir 2) que habrá suficientes votantes ilusionados con esta promesa como para que la oposición se preocupe. Sólo piensen esto: si son incapaces de mantenernos los bombillos encendidos, ¿creen que van a construir dos millones de casas? ¡Un poquito de por favor!
Misión Mentira
El 30 de abril, el Presidente anunció su principal oferta electoral: la Misión Vivienda. Una oferta jugosa, nada menos que 150.000 viviendas este año y 200.000 el año que viene, algo nunca visto, extraordinario, fantástico… y por demás mentiroso.
Considerando el déficit habitacional, que según el censo oficial anda por los dos millones de unidades, quisiéramos de todo corazón que pudiese cumplirse tamaña promesa. Lamentablemente, cuando el Presidente ofrece por esa boquita no ve los números, desconoce las estadísticas, no ha analizado las posibilidades reales, ni pregunta a quienes construyen, a quienes producen los materiales, a los bancos que financian. No. Porque eso no es un plan de gobierno cuidadosamente estudiado, aprobado, presupuestado y organizado en todos sus aspectos. Es, sencillamente, una oferta electoral. Y en Venezuela todos sabemos lo que pasa con las promesas cuando pasan las elecciones, pero hay algunos ciudadanos que siguen creyendo ingenuamente en cantos de políticos encampañados.
En el período democrático el Presidente que más viviendas construyó fue Luis Herrera Campins, con 365.000 en 5 años. Este gobierno tiene 12 años en el poder y ha construido 290.000 viviendas en todo ese tiempo, pero pretende que le creamos que va a construir 150.000 en un año.
No quiero desilusionar a los cientos de miles de venezolanos que se están inscribiendo en la Misión Vivienda, pues yo desearía fervientemente que el hombre les cumpliera. Pero no se puede. Saquen cuentas elementales: entre los damnificados de las lluvias, que ya están registrados y los que se han inscrito en una semana, ya alcanzan casi medio millón de censados. En el mejor año de construcción de este gobierno han hecho 35.000 viviendas, con un aporte mayoritario de la empresa privada. Ahora las circunstancias para la construcción se han agravado, lo cual dificultará la marcha rápida de las obras. Hagamos un “paneo” de la situación.
* Materiales de construcción: las cementeras están en su punto más bajo de producción, después de la expropiación, al igual que areneras y pedreras expropiadas o cerradas por permisología. Las cabillas escasean porque las empresas de Guayana agonizan, mientras que se irrespeta el precio regulado y obtiene cabillas quien paga el precio más alto. El decaimiento de la empresa nacional ha impactado seriamente la industria de la construcción, aunado a las dificultades para obtener divisas para la importación de materiales y equipos.
* Constructoras: la intervención gubernamental de obras ha paralizado la mayoría de ellas, siendo peor el remedio que la enfermedad. Muchos constructores y empresas han bajado la santamaría ante ese mundo infinito de dificultades que hay en Venezuela para emprender cualquier proyecto. Demasiadas pirañas comiendo comisiones en alcaldías y ministerios, exceso de papeleo y continuas extorsiones para el pago de valuaciones y contratos, para quienes trabajan al sector público.
* Cooperación: para llevar adelante un plan tan ambicioso el gobierno ha preferido contratar a chinos y ahora a brasileños para que sean los jefes de los constructores venezolanos. La compra de miles de casas a bielorrusos e iraníes, si es que se concretan, requiere de la mano de obra local para levantarlas. Si el gobierno no cuenta con los constructores locales, se sienta a escucharles y destraba los problemas operativos y burocráticos, se quedará con sus casas como con la comida de Mercal: pudriéndose en los puertos.
* Financiamiento: el prometedor dice que el 50% de las obras serán financiadas por las arcas públicas y el otro 50% por el sistema bancario. El gobierno le debe a cada santo una vela y ha demostrado ampliamente su incapacidad para la justa distribución presupuestaria al país, debido a sus prioridades ideológicas. Y los bancos están temblando ante tal demanda de recursos. No hay que olvidar que su capital sale del bolsillo de los ahorristas y que por lo tanto, serán ellos al final quienes financien la locura constructiva.
* Beneficiados: el censo indicará quienes necesitan vivienda, pero ¿hay algún programa o plan para seleccionar el orden de prioridad en que van a ser beneficiados? ¿Ser damnificado prela ante una familia sin techo propio? ¿Y con qué van a pagar esas viviendas? ¿Son regaladas para quienes no pueden pagarlas? ¿Los bancos deberán dar créditos hipotecarios a quienes evidentemente no están en condiciones de pagar cuotas? ¿Quién asumirá la responsabilidad de esas erogaciones sin garantías?
* Organización: ¿dónde está el plan de construcción, los terrenos legalmente constituidos, los coordinadores de la Misión que afrontarán la responsabilidad de llevar adelante tan monumental gesta? ¿O será el Presidente en persona quien lidere la Misión Vivienda? Hasta el momento, aparte del censo, lo que se ha visto es que esta Misión es coherente con todas las acciones gubernamentales: despojar a los que tienen para ganar indulgencias con lo ajeno. Así es la misión agraria, así es la misión industrial. Y sin pagar: de más de 250 expropiaciones el gobierno sólo han cancelado -como lo ordena la ley- apenas 12. Ya vemos que esta Misión se basa en expropiar edificios de apartamentos, casas y terrenos. No respetan siquiera espacios públicos, como sucede en el Paseo Vargas, donde construirán apartamentos, sin importarles el planeamiento urbano, el paisajismo ni la belleza de la ciudad.
Lo triste es que haya tantos venezolanos que no consideren estas realidades sino que prefieran por su necesidad, premiar con votos estas demagógicas promesas; peor aún es la manipulación de la necesidad de la gente, jugar con sus ilusiones. Entre ellos dicen que entregando unos centenares de casitas, el votante pensará “la próxima me toca a mí”. Esto nos parece malvado y considerando la histórica ineptitud, anarquía e improvisación de esta gente, desde hoy les anunciamos 1) que no van a cumplir 2) que habrá suficientes votantes ilusionados con esta promesa como para que la oposición se preocupe. Sólo piensen esto: si son incapaces de mantenernos los bombillos encendidos, ¿creen que van a construir dos millones de casas? ¡Un poquito de por favor!
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