26/6/11

LA CULPA ES DE LA ESTACA….

La idiotez corrupta jura y perjura que las cosas suceden porque salen en la prensa, es la clásica moral modular que penaliza el ser descubierto y no la ilegalidad. La primera víctima de los gobiernos corrompidos por la codicia es la verdad, y como la verdad suele estar en las páginas y micrófonos independientes, entonces el enemigo a destruir es la libertad de expresión.

Hoy en Guayana se ha desatado un escándalo porque el gobierno autista de Chávez descubrió – luego de años de denuncias – que había un gigantesco guiso con la cabilla, cuya cocina estaba ubicada en la cínica gerencia de comercialización de Sidor. La cabeza visible de este robo multimillonario a los bolsillos de los venezolanos, es una ficha con cara de bolsa que parece estar más impactado por haber sido descubierto - ¿y la promesa de impunidad qué? - que por ser culpable de algo más que cumplir órdenes superiores, dada su condición de sumiso voluntario a la autoridad sin principios.

Hasta aquí la cosa está más o menos clara: Un poderoso colocó una marioneta en puesto clave con instrucciones precisas de desviar la producción de cabillas de Sidor, del mercado interno regulado, hacia una organización criminal - con suficiente dinero para pagar de contado el costo de las siete mil toneladas de producción diaria – que las colocaba en el mercado con sobreprecio del 100 al 400%, mediante una vasta red de cómplices – nacionales e internacionales – con la colaboración de ladrones metidos a empresarios.

Los sidoristas denunciantes del delito, integrantes del Frente Revolucionario de Trabajadores Siderúrgicos – que han recibido amenazas por denunciar estas irregularidades - y del sindicato Sutiss, fueron quienes aseguraron que el gobernador del estado Bolívar, Francisco Rangel Gómez, está vinculado con Luís Velásquez Rosas, como se llama el pagapeo preso en la DIM – “este ciudadano (Luis Velásquez) es muy afecto al gobernador y para nadie es un secreto que en todos los medios de comunicación y en todos los eventos anda de la mano del gobernador. (…) Más allá de los lazos de amistad, sabemos que hay lazos más arriba”. Y es este mismo Frente el que declara que “se presume que el yerno del Gobernador del Estado Bolívar, Rangel Gómez, y miembro de la mafia de la cabilla, Carlos Rodríguez González, dueño de la empresa Mexicana Traders Quimera Metals, era quien realizaba las actividades económicas ilegales con el gerente de Sidor, Luis Velásquez”, y, como lo reseña El Universal: “Francisco Rangel Escobar, hijo del Gobernador de Bolívar, también ha sido señalado por integrantes del Frente Revolucionario de Trabajadores Siderúrgicos por participar y lucrarse del negocio de las cabillas”.

Así que, por ningún lado encuentro la fulana “campaña” contra el gobernador del estado Bolívar y su familia que, según los oficialistas, han desatado los medios independientes, los cuales se han limitado a publicar las informaciones que se han suscitado sobre este sonado caso de corrupción que dejó pálido a Pudreval, mientras otros obvian su responsabilidad de informar al pueblo. Sin embargo, me atrevo a afirmar que esta defensa a ultranza – y sus amenazas de demandas - ha hecho más daño a la reputación del funcionario, que las denuncias públicas del Frente – contra el cual no se atreven, aunque es el ente – con Sutiss - que por la calle del medio ha vinculado al gobernador con la mafia de las empresas básicas, tal como en otra oportunidad lo denunciara el sindicato de Alucasa - también se le ha señalado como instigador de la violencia sindical.

Si el gobernador - y su familia: hijo, yernos y primo o hermano – está libre de culpa, así lo determinarán las averiguaciones de rigor y lo que ha hecho – a mí entender – esa estridente reacción, es levantar una nube de sospecha más espesa y de mayor cobertura mediática.

“No me defienda compadre”

Y es que es de sabios dejar las cosas al tiempo – que es un océano en el cual solo flota la verdad – porque lo contrario enrarece el ambiente y conspira contra la persona en entredicho. El gobernador debe, de manera pública, colaborar ampliamente con esta investigación y explicar con humildad – sin esos rezagos autoritarios cuartelarios – por ejemplo, por qué en un galpón de la empresa Maploca se encontraban depositadas 400 toneladas de cabillas supuestamente facturadas a la gobernación del estado Bolívar, que presuntamente pagaba a la empresa cuestionada 23,50 Bsf por unidad, cuando pudo comprárselas a Sidor por 12,00.

Lo prudente es investigar si se trata de la deshonestidad de algún funcionario o de un error administrativo, que en todo caso causó un importante daño patrimonial a la nación al pagar un sobreprecio del cien por ciento sobre un producto que produce y expende el mismo Estado y en el perímetro del estado. Y, como primera autoridad civil del estado Bolívar, debe informar cómo es posible que no haya percibido anormalidad alguna en el jolibudense tren de vida de su íntimo joven amigo, incompatible con sus modestos ingresos como empleado y directivo de empresas del Estado.

Porque dada su condición de funcionario de alto nivel su deber es luchar contra la corrupción, cuyo enriquecimiento, como la tos, es imposible ocultar. Dime con quien andas – o a quien defiendes – y te diré quién eres. Por eso insisto en afirmar que ese desmelenamiento defensivo – ¡meto un ojo en acero hirviente por la prístina honestidad del gobernador y de toda su parentela! - lo que ha ocasionado es que el pueblo se pregunte porqué si esa gente es inocente, tiene la piel tan sensible: Existe un antiguo refrán llanero que recoge esta realidad: “Cerradura que castañetea, es porque jierro le falta”. No por mucho alborotar se amanece más honesto.

La “familia” como parabán

Usar el honor de la “familia” como excusa para descalificar una denuncia es una vieja treta de las mafias sicilianas: “Se están metiendo con la familia”. “La familia es sagrada”. Porque el concepto integral de ella como “célula fundamental de la sociedad” le imprime un valor superlativo tan amplio que bajo su férula se ampara cualquier estropicio individual. La “familia” también la usa de perchero el hampón, del cual cuelga sus riquezas para ostentarlas, con el beneplácito de “la familia”, que se implica en el delito cuando disfruta ostensiblemente el producto del crimen, en lugar de acudir a la policía a denunciar al malandro, porque según una ley no escrita “quien le pega a “su familia” se arruina”. Eso debió decretarlo un corrupto.

En este caso, pareciera que señalar las posibles pústulas de miembros de la “casa real” – conocidos por la comunidad con el remoquete de “cebollines” – “no se puede hablar en su presencia de ningún negocio porque te lo tumban” - colectiviza como agresión a la “familia”, es decir a ese concepto etéreo de dignidad superior.

Por eso aclaro que no he leído en ninguno de los medios independientes – físicos o virtuales – ni he escuchado a los integrantes de Sutiss ni del Frente, denigrar de la familia del gobernador: Han mencionado por su nombre a dos de sus miembros y al propio gobernador y la prensa regional y nacional lo ha publicado, como es su deber: Y si el gobernador se siente agredido lo correcto es acudir a los tribunales en demanda de justicia contra sus acusadores, no contra los medios que recogen la acusación, que debe ser investigada micrométricamente por la DIM para, en el mejor de los casos, salvaguardar la reputación de los señalados.

El gobernador del estado Bolívar ha sido toda su vida un empleado público - aunque es ingeniero en sistemas, nunca ha ejercido su profesión fuera del ámbito del ejército, específicamente en Fuerte Tiuna - y sus ingresos, aunque acordes con sus cargos, han sido los de un asalariado: Jamás ha sido empresario ni comerciante ni cantante de rock ni minero ni ganadero ni rico de cuna. Al contrario es un ejemplo de superación personal, gracias a la Academia Militar, pues proviene de una familia humilde. Si acaso posee alguna riqueza y esta no concuerda con la suma histórica de sus ingresos – previa deducción de su manutención - su deber patriótico y revolucionario y nacionalista y chavista, es explicarla. Lo demás es salticos de grillos.

Matar al mensajero

Se ha convertido en un instinto de supervivencia política matar a la paloma mensajera. Los medios independientes y los periodistas y gráficos que recogen la noticia inculpadora, la evidencia del delito o la denuncia del pueblo y de los trabajadores son satanizados ante la opinión pública para destruir su credibilidad: La culpa es de la estaca si el ladrón salta y se ensarta. Este inmundo caso de la venta de cabillas con sobreprecio es una lesión al bolsillo del pueblo que debe ser castigada con todo el peso de la ley. Caiga quien caiga. Y ese “quien caiga” no se llama precisamente Luís Velásquez. Y el deseo nacional es que se devele el nombre de los delincuentes, porque ya de “chinitos de Recadi” estamos hasta la coronilla.

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