Primero fue “Patria, socialismo o muerte”, consigna del régimen que permitía tres opciones: una buena, buena para todos, “Patria”; las otras dos se las dejo a Chávez, “socialismo” o “muerte”. Luego el Presidente corrige el error que permitía escapatoria hacia la Patria, como forma de huida del socialismo y la muerte; anuncia la nueva consigna: “Patria socialista o muerte”. Allí no tenemos cabida los que constituimos la nueva mayoría en Venezuela, ya que no queremos ninguna de las dos opciones, ni “patria socialista”, ni “muerte”. Más recientemente, tal vez por haber estado o estar cercano a la muerte, el Presidente se aleja de la palabrita, y opta por hacer slogan de la frase, “Viviremos y venceremos”. Esa está buena para todos, si bien por ahora más que vivir, sobrevivimos. No obstante, viviremos y venceremos.
La muerte pareciera ser el signo de este gobierno inepto y corrupto, que conduce a Venezuela por senderos de empobrecimiento y tristeza. La muerte está por todos lados; no hago ahora referencia solo a los ya casi 150 mil venezolanos muertos en manos del hampa desde el inicio del régimen.
Este gobierno mató la producción agrícola, desestimuló al productor por todos los medios, estableció invasiones, expropiaciones y controles absurdos, cuya consecuencia ha sido la disminución brutal de la producción agrícola y pecuaria, lo que se traduce en mayor importación que quema divisas que usaríamos en el desarrollo industrial, más desempleo, hambre y muerte.
Este gobierno mata la seguridad jurídica, requisito fundamental para la paz y el desarrollo, para la inversión extranjera que por norma no escrita se aleja siempre del caos y de los caprichos del Jefe de Estado, quien asemeja más a un Führer, o a un amo medieval, que a un Presidente moderno.
Este gobierno asfixia e intenta llevar a la muerte los Derechos Humanos. El Presidente establece una base de terror, para doblegar voluntades y cercenar libertades. He sabido -y así lo denuncio públicamente- de varias asociaciones civiles que nacen en defensa de los Derechos Humanos, a las que se les impide vida legal, ya que no se les permite registrarse. Está clara la jugada: impedir a los ciudadanos defender sus derechos fundamentales.
Este gobierno de muerte, está muerto. Ya no hay en su entorno el ánimo y la inmensa ilusión y sueños que despertó al nacer, si bien es cierto que todavía hay compatriotas que cifran esperanzas en Chávez. Para la mayoría pasó la emoción, murió el amor, solo resta el temor, por un lado, y por el otro la necesidad que hace que muchos no muestren su verdadera faz, prefiriendo jugar a la conveniencia momentánea, pero bien dispuestos a cobrar la deslealtad de quien se burló de la confianza de los venezolanos.
El socialismo está muerto en Venezuela, víctima de la corrupción; tal vez, incluso, podríamos decir que no ha habido socialismo sino podredumbre. De hecho, no hay socialismo, sin hombres socialistas. El 80 % de los venezolanos valora y quiere la propiedad privada, desechando el estatismo y colectivismo. El 90 % de los venezolanos desea educar a sus hijos y guiarlos según sus criterios y valores, descartando la tutoría única del Estado. El discurso socialista-comunista no ha sido sembrado, luego no hay hombre socialista ni socialismo. Muerto el Rey, viva el Rey. Nosotros viviremos y venceremos
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