13/9/11

El verdadero Chávez

El verdadero Chávez



Hugo Rafael Chávez Frías es el segundo de seis hermanos. Vivían en una casa de palma. La situación de la familia era precaria. Los recursos escaseaban a la misma velocidad que aumentaban los hijos (...) Elena Frías de Chávez tenía 18 años cuando dio a luz a su primogénito, Adán. Al año y tres meses estaba de nuevo alumbrando. Nació Hugo (...) La madre de su marido, entonces, se ofreció a ayudar. Todos estuvieron de acuerdo. Así, Adán y Hugo, los dos hijos mayores del matrimonio, se mudaron a casa de la abuela.

Esta separación temprana de la madre y la influencia de la abuela Rosa Inés han dado paso a más de una versión y de alguna especulación sobre la formación de la personalidad y del carácter de Hugo Chávez. Hay quienes establecen una relación entre estas condiciones de su infancia y el tono infla- mable de su discurso político. Herma Marksman, profesora de historia que fue amante de Chávez durante nueve años, dice: "Yo sentía que él quería más a su papá que a su mamá. Pienso que a él le hizo muchísima falta el calor de su mamá en los primeros años".


Según su tía Joaquina Frías: "El primer día que Hugo fue al colegio no lo dejaron entrar. Llevaba unas alpargatitas viejas, las únicas que tenía".


A menudo rememora con alegría que, desde muy pequeño, tenía dos grandes sueños, dos grandes entusiasmos: la pintura y el béisbol. (...) Desde esos años, cuando jugaba en la calle o en los baldíos de su pueblo, más de una vez anheló ser una estrella del béisbol, una celebridad capaz de convocar muchos aplausos en un estadio.


Era casi un niño de 12 ó 13 años –José Esteban Ruiz Guevara no lo recuerda exactamente– cuando vio por primera vez a aquel muchacho en su casa de Barinas (...) Era entonces un adolescente delgado, delgadísimo, de pies largos, patón, a quien sus hijos Vladimir –por Lenin– y Federico –por Engels– habían conocido jugando béisbol y apodaron 'Tribilín' (...) Desde el piso, la figura de Ruiz luce imponente con aquella barba, de donde brotan con vehemencia tantas cosas que ellos ignoran. "Miren, jóvenes, léanse ese libro allá". Y ellos lo siguen con la mirada hasta El contrato social, de Jean Jacques Rousseau, y El príncipe, de Maquiavelo (...) Es un muchacho que lee todo lo que le cae en sus manos, especialmente lo que le pone en las manos Ruiz Guevara, su primer faro político.


El militar


Es un joven rural, que sigue soñando con ser pelotero profesional y ha tomado la única vía posible hacia el béisbol. La única porque es un humilde muchacho de provincia que, como tantos otros, también ve en la Fuerza Armada la manera de hacerse una vida.


La de Hugo Chávez es la primera generación de oficiales que recibirá el título de licenciado y que estudia teoría política desde el primer año. "Estudiábamos ciencias Políticas y yo empecé a motivarme con el estudio de la teoría militar. Mao me gustó mucho y entonces me puse a estudiar un poco más a este autor".


Memoriza las largas proclamas del Libertador Simón Bolívar, aquellas que le acercara su primer mentor, José Esteban Ruiz Guevara (...) Con bastante rapidez les va tomando el gusto a los cuarteles. "Cuando me vestí, por primera vez, de azul, ya me sentía soldado", dice.


En 1975, la primera promoción de 'doctores' en ciencias y artes militares se gradúa con una ceremonia oficial en la Academia. Nuevamente el destino establece secretas correspondencias: le toca al presidente Carlos Andrés Pérez hacerle entrega del sable al subteniente Hugo Chávez (...) Escribió en su diario: "Después de esperar bastante tiempo llegó el nuevo Presidente. Cuando le veo, quisiera que algún día me tocara llevar la responsabilidad de toda una patria, la patria del Gran Bolívar".


El revolucionario


A los 21 años, Hugo Chávez ya no se conforma con ser simplemente un militar. Y comienza a coquetear con la idea de un golpe de Estado, según cuenta su paisano Rafael Simón Jiménez. "Cada vez que me veía, en cualquier calle de Barinas, se bajaba del carro a saludar: ¿Qué hubo, mi hermano? Yo le preguntaba: ¿y tú, cómo estás? Y me respondía: 'Contento, pana
(amigo), porque ya viene el 2000'.Y me decía: 'Antes del 2000, soy general y echo una vaina en este país'".


Su diario personal registra de manera puntual cómo la intención política ha madurado en él, cómo se asume ya como alguien predestinado, con una misión en la historia. El día 25 de octubre, escribe y convoca al Che –"Vietnam. Uno y dos Vietnam en América Latina"– y a Bolívar: "Vengan. Regresen. Aquí. Puede ser". Y más adelante se incorpora él mismo a esta saga: "Esta guerra es de años (…). Tengo que hacerlo. Aunque me cueste la vida. No importa. Para eso nací. ¿Hasta cuándo podré estar así? Me siento impotente. Improductivo. Debo prepararme. Para actuar".


Todo antichavista parece convencido de que el soldado Chávez Frías tiene alma de guerrillero. Tal vez sea porque a él, en realidad, le simpatizan las luchas contra el statu quo desde la época de la Academia Militar. Dos décadas antes de convertirse en Presidente, el 25 de octubre de 1977, había escrito en su diario: "Los soldados no sienten, ni comprenden la razón de ser de su lucha. Simplemente porque sus intereses, como clase social, no coinciden con los objetivos de esta lucha. La guerrilla, en cambio, generalmente cumple con esos requisitos, necesarios para sobrellevar sacrificios, privaciones y soledades".


Chávez y Bolívar


El de 1983 no es otro 17 de diciembre más. Al menos no para los cuatro oficiales que se reúnen a la una de la tarde en el cuartel La Placera de Maracay a recordar la muerte de Simón Bolívar. Al azar, el día anterior se había asignado un orador. Le toca hablar a Hugo Chávez. La audiencia es de unos 1.000 hombres. Arranca citando al cubano José Martí: "Así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo (…) porque lo que él no hizo sin hacer está hasta hoy". Habla durante una media hora sobre la vida del Libertador. Y se pregunta, les pregunta: ¿cómo vería Bolívar, si viviera, la forma como se está conduciendo el país, nos reclamaría que no hayamos alcanzado aún su sueño? Palabras más, palabras menos, que hacen que un mayor le diga: "Chávez, usted parece un político". La relación de Chávez con la figura del Libertador comienza, según expresa él mismo, desde la infancia. "En vez de Superman, mi héroe era Bolívar", ha dicho.

En algún momento corrió insistentemente el rumor de que la devoción de Hugo Chávez por Simón Bolívar era poco saludable, que podía rayar en el delirio. Se comentaba con frecuencia que Chávez, en algunas reuniones, pedía dejar una silla vacía, asegurando que el espíritu del Libertador descendía y se sentaba en ella, para acompañarlos e iluminarlos en la discusión (...) Este tipo de leyendas refuerza la perspectiva de quienes ven a Chávez como un ser imbuido de una misión histórica especial. Que aventuran que, aun antes de su paso por la cárcel, ya Chávez se sentía –quizá no de una manera tan nítida– tocado por el destino.


Francisco Arias cuenta: "Estando en la cárcel de Yare me voy a la habitación de Hugo y cuando entro, están todos sentados. (...) Él está con una botellita de ron y con el tabaco, echando humo. 'Estamos convocando a los espíritus', me dice. Yo paso, me muerdo la boca y me acuesto en la cama de él. De repente él se transforma y comienza a temblar y a hablar como un viejecito: '¿Cómo están muchachos?', saluda. Y entonces salta de inmediato Torres Numberg, uno de los que estaba cuadrado conmigo y le dice: '¡Mi general Bolívar!'.Y Chávez contesta: 'Yo no soy el general Bolívar. No me ponga tan arriba'. Salta entonces Ronald Blanco: '¡Mi general Maisanta!'. 'Claro, mijo, aquí estoy', dice Chávez". (... Pedro Pérez Delgado 'Maisanta' es su bisabuelo, que fue un guerrillero a principios siglo XX).

En una entrevista, en el año 2002, (Chávez) se muestra incluso como una víctima natural de la historia: "A mí me ponían velas al lado de Bolívar. El pueblo hasta inventó una oración: Chávez nuestro que estás en la cárcel, santificado sea tu nombre. ¿Cómo luchar contra aquello?".


El folclórico


En China, es recibido por Jiang Zemin en la Plaza de Tiananmen. Cuando lo llevan a conocer la legendaria Muralla China se lanza a trotar, dejando a los ministros y al resto de sus acompañantes sin aliento.


Hugo Chávez se muestra confianzudo, uno de los rasgos de la venezolanidad, con colegas a quienes apenas ha visto. En su primera visita a Moscú, en mayo de 2001, pretende hacerle un chiste a Vladimir Putin, aun antes de conocerlo. Cuando el premier ruso camina hacia él, el venezolano adopta una postura de karate antes de estrecharle la mano. Por segundos, Putin se desconcierta hasta que se da cuenta de que se trata de una broma y sonríe cortesmente. Chávez entonces cambia de postura, gesticula como si estuviera bateando y dice con una amplia sonrisa: "He oído que eres cinta negra en karate. Yo soy un beisbolero".


Con el libio Muammar Gadhafi se produce una empatía inmediata, Chávez lo admira y conoce bien su Libro Verde, desde la época en que conspiraba para el golpe del 4F (4 de febrero de 1992). Y, desafiando el aislamiento impuesto por Washington a Irak, se convierte en el único mandatario en visitar Bagdad después de la guerra del Golfo. Asegura que un funcionario norteamericano llegó a pedirle que cancelara el viaje: "¡Imagínate tú, qué falta de respeto tan grande! (…) Yo voy al infierno si quiero", dice al respecto. La foto de Saddam Hussein manejando un Mercedes Benz negro con Chávez de copiloto da la vuelta al mundo.


Sus mujeres


Las tres relaciones más estables que se le conocen al Presidente de la República: Nancy Colmenares, su primera esposa, con quien tuvo tres hijos; Herma Marksman, su amante durante nueve años, y su segunda esposa, Marisabel Rodríguez, madre de la menor de sus hijas: Rosinés. Además de ellas también respira toda una leyenda del Chávez seductor y mujeriego, de un hombre que, según dicen, tiene más de un apetito insaciable.

No hay mayores noticias de que, siendo muchacho, Hugo Chávez hubiera sido un gran galán, un joven distinguido por sus dotes de conquistador. Sus compañeros del liceo lo recuerdan como un muchacho cariñoso y amigable, pero nada más. También, según dice una estudiante de esa época, tenía en su contra el aspecto físico: "Hugo era feísimo, era flaquito..."


La dinámica propia de la vida militar le permitía a Hugo Chávez ciertas facilidades. Así, conoció a Herma Marksman, con quien se vinculará sentimentalmente durante casi una década. (...) "Cuando lo conocí –relata Herma– tenía fama de mujeriego. Él en esos momentos estaba saliendo con alguien, una sicóloga, creo (…) No sé si siguió siendo mujeriego en esos años, cuando estaba conmigo. No lo creo. Aunque él es un tipo cariñoso, piropeador" (...) "A mí nunca me engañó, me engañaría después cuando estaba en la cárcel. Desde el mismo momento, para enseriar la relación, me habló claro… yo no voy a decir ahora que él es un bicho, un degenerado", asegura Marksman, hoy franca opositora a la forma de gobernar de su ex amante.


El matrimonio entre Hugo Chávez y Marisabel Rodríguez –en la Navidad de 1997, cuando la hija de ambos tiene 2 meses– siempre cargará con ese sello de nacimiento: si un embarazo en medio de una historia de amor es importante, un embarazo en medio de una campaña electoral puede ser trascendental.

En una entrevista que da la pareja en 1998, se cuela una picardía sobre aquella noche. Es una ambigüedad, una sonrisa de tres puntos suspensivos, que finalmente deja colar la idea de que Hugo y Marisabel, llevados por una gran pasión, tuvieron relaciones sexuales esa misma noche. Que se entregaron dentro de un automóvil y que, en esa primera experiencia, Marisabel quedó embarazada.


No sólo son distintas las mujeres que han acompañado a Hugo Chávez a lo largo de su vida. Posiblemente también se podría hablar de que el mismo hombre se ha ido transformando. También son distintos los Chávez que han estado con todas esas mujeres. Tras su segundo divorcio, la vida amatoria de Hugo Chávez se ha resguardado bajo el manto misterioso del poder.


El encantador


Chávez aprende rápido. Sabe cómo halagar a su interlocutor. Sabe cómo cortejarlo, cómo hacerlo sentir cerca. Desde la misma prisión, cuando representantes de diferentes sectores del país comienzan a visitar a los golpistas, él empieza a afinar una destreza extraordinaria para seducir a cualquiera. Comienza también, desde la prisión, a crear una relación personal con los medios de comunicación.


Hugo Chávez es hombre de poco sueño. "La cafeína es su gran droga", según su amigo y siquiatra Edmundo Chirinos, "bebe de 26 a 30 tazas diarias de café negro". Un insomne hiperactivo, que duerme tres o cuatro horas y madruga tan fresco. Enérgico. Listo para la batalla...


"Chávez fue un hombre que nunca, a lo largo de su vida, se preocupó por comprarse un apartamento, por nada. Él agarraba su sueldo y lo gastaba completo, cuando todos nosotros, desde muy jóvenes, teníamos que estar pagando (créditos)...".


El vicepresidente José Vicente Rangel también refrenda que "a Chávez se le juzga como impulsivo, pero es extremadamente reflexivo. Todo lo que hace es producto de una planificación". Esto apoya la teoría de quienes sostienen que la furia verbal del mandatario es casi una disciplina, un plan bien diseñado, una estrategia militar basada en la provocación, en el enfrentamiento permanente.

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