2/10/11

Así mataron a Danilo



Han transcurrido casi 7 años desde el asesinato del Fiscal Danilo Anderson; abogado en proceso de formación agonal, quien venido desde los más bajos escalones de la pobreza le tuerce las manos a la fatalidad y desdibuja su tiempo de penuria y el ambiente de resignación que acompaña a los suyos.

Es el personaje a quien, por sugerencia de Fidel Castro, nuestro Dictador – vía los “tarazonas” de ocasión – limpia en su trayectoria y busca transformar en el mártir que demanda la Revolución Bolivariana, para seguir en su curso de sangre montada sobre la sangre de víctimas inocentes.

Llega en buena hora, por ende, el libro de Alfredo Meza, joven periodista con reputación ganada en su oficio de investigador acucioso. “Así mataron a Danilo Anderson”, es el título que le endosa a su escritura desgarrante. Sergio Dahbar la introduce y se queda corto: “Ésta es la investigación periodística más profunda que se ha realizado del Caso Anderson. Es el libro que todos los venezolanos querían leer”, señala el editor.

Meza reconstruye, hora tras hora, día tras día, la trama del atentado mortal – ¿crimen de Estado? - que sufre Anderson. Narra el decurso insólito – más propio del Cártel de los Sapos – que toman las investigaciones; todo bajo la conducción de Julián Isaías Rodríguez Díaz, Fiscal General de la República, hoy embajador de la dictadura ante el Gobierno de Italia.

Los detalles y circunstancias que rodean al homicidio se diluyen. Hasta se olvidan en el curso de la lectura. Toma espacio y golpea en el ánimo del lector, antes bien, constatar lo que apenas intuye. En la Venezuela del siglo XXI la policía allana sin orden judicial; tortura a los testigos como juego de rutina, asesina a personas – “a tu hijo lo matamos como a un perro”, le dicen a la madre de Antonio López Castillo – para construir hipótesis a conveniencia, siembra explosivos en casa de sus víctimas. También separa a los investigadores que escarban más allá de lo debido, y falsifica actas para llevar a la cárcel a inocentes como lo hace con Nelson Mezerhane. Pero lo que es más grave y escandaloso, es que ello ocurre con la tolerancia del Estado y arguyéndose para ello una razón de Estado.

Quedan pequeñas, así, las experiencias de las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez. Si cabe el cinismo, hasta son transparentes para la ejecución de sus violaciones de derechos humanos. No apelan a la cobertura de la Justicia formal y la truculencia.

Meza muestra cómo el juez de causa, Luis Ramón Cabrera, sentencia sin oír y sin ver, pues apenas actúa como muñeco de ventrílocuo. Lee, si acaso, pocas actas del expediente. Deja fuera todo aquello que compromete lo ya decidido por el Gran Hermano o que le obliga a una investigación a profundidad. ¡Y es que Rodríguez Díaz pide celeridad, a costa de lo que sea!

Anderson muere y no pasan minutos desde su asesinato cuando, sin que aún se precise de quien se trata, invaden la escena presurosos los jerarcas del alto gobierno – incluido el Vicepresidente – y la contaminan. Así lo afirma Meza, lo revelan las fotos, y lo confirma un detective.

Trato de imaginar y comparar lo que leo con los asesinatos de Alberto Carnevali y Leonardo Ruiz Pineda, durante la jefatura de Pedro Estrada. Siendo memorables no se muestran tan escabrosos.

Los honorables ancianos que son Antonio López Acosta – fallecido en medio del dolor - y la ex senadora Haydée Castillo, reconocidos por sus servicios al país, padecen los vejámenes de la policía del régimen. Son esposados y expuestos al escarnio. No se mira lo que ya sufren por el asesinato a mansalva de su hijo. ¡Y es que nada conmueve a quien tiene como oficio desgarrar la dignidad de sus semejantes y al paso lo disfruta!

Todo es escabroso, a pesar de la forma limpia de escritura a la que apela Meza sin estridencias, obviando adjetivos. Funda lo que escribe en fuentes intachables y traslada datos quirúrgicamente tomados de los expedientes, sin propósitos de escándalo.

El testigo estrella del Fiscal General, Geovanny Vásquez de Armas, venido de una prisión colombiana, hampón y mitómano, y único elemento para justificar el horrendo montaje que impide llegar al fondo del asesinato de Anderson, repite con memoria de buen discípulo el catecismo que meses antes dibuja el hoy embajador Rodríguez Díaz. Así lo revelan las notas de prensa de su Despacho. Así lo prueba el panfleto que fragua y divulga – “Abril comienza en octubre” – para darle forma a la Operación Condor y retribuir al Dictador. De nuevo lo protege de otro intento de magnicidio imaginario, como el 11 de abril.

“Sin la intervención del ex Fiscal General de la República… hubiese sido imposible…”, es el entrelíneas de Meza. El ex fiscal Hernando Contreras lo desnuda y acusa. La Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, no se da por enterada
.

La Justicia es implacable aun cuando tarda. Ella tiene memoria y el país también. No respeta fueros. Lo saben Videla y Pinochet. Llegará su hora.

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