Por: JOSÉ MELÉNDEZ
Fuente: El Universal (Mex)
SAN JOSÉ, Costa Rica.— La revolución libia tomó el poder 10 años después del triunfo de la revolución cubana, 10 antes del ascenso de la revolución nicaragüense y 30 previo a la llegada de la revolución venezolana: 1959, 1969, 1979 y 1999 ligan en la historia a Cuba, Libia, Nicaragua y Venezuela y al comandante Fidel Castro, al coronel Muammar Gaddafi, al comandante Daniel Ortega y al teniente coronel Hugo Chávez.
Cifras aparte, Gaddafi convirtió a Castro, Ortega y Chávez en los principales aliados en América Latina y el Caribe de su régimen de poco menos de 42 años, con flujo de dineros, armas y lealtad política que inquietaron a Estados Unidos por factores como el impacto en las guerrillas izquierdistas de Colombia y Centroamérica y el eventual adiestramiento de terroristas.
El denominador común que les conectó fue político: señalar al gobierno de Estados Unidos y al imperialismo “yanqui” como su enemigo.
“Esa relación siempre fue vista con alguna suspicacia”, dijo la nicaragüense Elvira Cuadra, coordinadora del Centro de Investigación de la Comunicación (no estatal), de Managua. En entrevista con EL UNIVERSAL Cuadra explicó que, en el caso Ortega-Gaddafi, el nexo “nunca generó una percepción de amenaza tan grave, por la distancia geográfica y porque Nicaragua no fue un punto de importancia estratégica en Centroamérica” para el ahora fallecido líder libio.
Pero informes de que armas que Gaddafi envió a Nicaragua surtieron a la subversión comunista centroamericana abundaron en la década de 1980, época de guerras y tensión militar en Centroamérica con influyentes proveedores de armamento: Estados Unidos y sus aliados frente a Cuba, la ahora desaparecida Unión Soviética y el ya desintegrado campo socialista.
“Quizás las armas fueron enviadas desde Libia. No tenemos evidencia cierta ni un inventario de qué cantidad provenía de cada país del bloque socialista y menos a dónde fueron a parar. Ese ha sido uno de los secretos de Estado mejor guardados en Nicaragua”, afirmó.
Las insignias
Enormes fotografías de Gaddafi y de Castro y banderas de Cuba y Libia adornaron Trípoli en mayo de 2001, para recibir al entonces gobernante cubano. En un viaje por “Estados paria” de Asia y África, como Libia, Siria, Irán y Argelia, el comandante Fidel visitó al coronel. Castro —quien estuvo en Libia en 1977— relató que la visita era para “volver a ver” a uno de sus “viejos amigos”. Las “revoluciones cubana y libia tienen objetivos similares”, proclamó.
Libia y Cuba suscribieron numerosos acuerdos desde 1969 en rubros como construcción y salud. El régimen libio importó grandes cantidades de azúcar y café de la isla.
Pero ambos gobiernos tendrían otros enlaces secretos: con los “petrodólares” de Gaddafi, Castro “armó a Nicaragua y desestabilizó El Salvador, a cambio de buscarle armas de destrucción masiva al gobernante libio”, aseguró el politólogo y ex diplomático cubano Juan F. Benemelis, en un artículo en el diario El Nuevo Herald, de Miami. “Los cubanos sirvieron de instructores militares en los campos de terrorismo” en países como Libia, Argelia y Yemen, subrayó.
Al estallar la crisis libia, a inicios de este año, Castro denunció un complot de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para apoderarse del petróleo libio. El régimen cubano trató el conflicto con cautela y ante las denuncias de las atrocidades atribuidas a Gaddafi, los comentaristas oficiales subrayaron que el coronel quizás “tuvo excesos”, que en todo caso no justificaban la intervención de la OTAN. El gobierno cubano fue consultado por este periódico sobre las presuntas aventuras militares de Castro y Gaddafi, pero no hubo respuesta.
La espada
En una cumbre África-América del Sur, en septiembre de 2009, en la isla venezolana de Margarita, Chávez comparó a Gaddafi con el libertador venezolano Simón Bolívar. El coronel acudió a la cita y el teniente coronel —quien le obsequió una réplica de la espada de Bolívar y le condecoró con la Orden del Libertador— afirmó: “Lo que es Bolívar para nosotros, es Muammar Gaddafi para el pueblo libio”.
“Esta”, dijo Chávez, “es la réplica de la espada que libertó América hace 200 años. Es una joya, se la regalaron los pueblos a Bolívar (...) Esta espada está viva y hoy anda por América Latina (…) En nombre de nuestro pueblo, de la revolución bolivariana, te la entrego a ti (Gaddafi), soldado revolucionario, líder del pueblo libio, de la revolución libia, de los pueblos de África y líder también para los pueblos de América Latina”.
Gaddafi respondió que ambas naciones “tenemos” idéntica trinchera, destino y batalla “contra un mismo enemigo (EU) y vamos a vencer” y le entregó obsequios a Chávez: una silla de montar a caballo hecha a mano, con tejido en plata. “Hecho especialmente en su honor, presidente”, le contó, según la prensa venezolana.
En uno de los cinco viajes que hizo a Libia desde 1999, Chávez instó en 2006 en Trípoli a combatir la “hegemonía estadounidense”. Tras enterarse de la muerte de Gaddafi, Chávez lo calificó de “mártir” y advirtió que Washington está “incendiando al mundo”. Después de todo, el venezolano perdió a uno de sus grandes socios del Tercer Mundo, con el que impulsó la colaboración, (de 17 convenios bilaterales en 2005, en los últimos años se pasó a 150).
La billetera
Ortega y Gaddafi forjaron una fuerte amistad. En 1998, en una entrevista para un medio nicaragüense, habló de sus ingresos económicos y narró que el coronel “ha sido un soporte (financiero) muy importante en todos estos años (...) en carácter personal, pero también ha ayudado” al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La relación creció en la revolución nicaragüense, de 1979 a 1990, cuando Libia otorgó ayuda agropecuaria, facilitó créditos, fundó un centro cultural, concedió becas e invirtió 15 millones de dólares en la firma Agropecuaria Árabe Libia (de capital de ambos países), según estudios de la Universidad Centroamericana (UCA), de Managua.
Tras la derrota electoral sandinista de 1990, “al menos una o dos veces al año me he estado reuniendo durante estos 16 años con el hermano” Gaddafi, reveló el propio Ortega en marzo de 2007, al recibir a un diplomático libio en Managua.
En uno de esos viajes habría pedido dinero. Alias Raúl Reyes, segundo en las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y muerto en 2008 en un ataque colombiano a Ecuador, solicitó a Ortega en 2003 que intercediera para que Gaddafi prestara 100 millones de dólares a la insurgencia, pagaderos en cinco años, para comprar armas y enfrentar la ofensiva bélica gubernamental. Ortega negó la información, extraída de las computadoras de Reyes.
El lazo se intensificó a partir de 2007, cuando el sandinista reasumió la presidencia nicaragüense y realizó uno de sus primeros viajes extranjeros a Libia, en junio de ese año: Gaddafi le prestó un avión para una gira que incluyó a Cuba, Venezuela e Irán, entre otros destinos.
El nicaragüense viajó con su familia a Libia en diciembre de 2008, en otro periplo. En esa ocasión, Ortega pidió dinero en efectivo a Gaddafi, pero luego de tres citas “no obtuvo ni un dinar”, según cables del gobierno de Estados Unidos que la organización europea WikiLeaks reveló este año. Ni el FSLN ni Ortega respondieron consultas de EL UNIVERSAL sobre estos hechos.
Los cables, de un diplomático de EU que citó a autoridades libias, revelan que Gaddafi “lloró sobre los hombros” de su amigo e incluso llegó a “extender sus manos para recibir contribuciones”, que los libios ya no estaban dispuestos a entregar porque estaban concentrando la asistencia en África.
Fue el último viaje de los Ortega Murillo a la Libia de Gaddafi, pero la amistad perduró y en agosto de 2009, en un mensaje por el 40 aniversario de la revolución libia, la nicaragüense Rosario Murillo —esposa de Ortega y poderosa Primera Dama— aseguró que en Libia “se ha desarrollado un modelo extraordinario de poder para el pueblo, un modelo de democracia directa”.
“Es un modelo que catalogamos de libertades individuales”, puntualizó en El 19 Digital, una página oficialista en internet.
En febrero pasado, antes de estallar la crisis, Gaddafi condonó 195.8 millones de dólares de los 313.6 millones de dólares de deuda que Nicaragua acumula desde la década de 1980.
Al recrudecer los disturbios, Ortega llamó por teléfono a su amigo para expresarle solidaridad. En marzo aceptó la petición libia de que el ex sacerdote católico nicaragüense Miguel D’Escoto —quien fue su canciller de 1979 a 1990— se convirtiera en embajador de Libia en la Organización de Naciones Unidas, porque Estados Unidos negó la visa a un diplomático libio.
Ahora que el coronel ha sido asesinado, sus principales socios latinoamericanos se niegan a reconocer al nuevo gobierno libio. Pero los días de las cuatro revoluciones quedaron en el pasado.
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