Este articulo de Juan Paez se me quedo grabado. Lo lei sin darle mucha importancia pero algo me molestaba y yo no queria pensar mas en el articulo pues el tema no es de mi interes. Finalmente, para liberarme del fastidio me puse a pensar que es lo que me produce rechazo? Y lo lei de nuevo.
Este articulo no es mas que una lista zalamera y desvergonzada de hechos novelados. Una jaladera de bolas sin recato. Los venezolanos que ensalsan sin motivo aparente los gobiernos extranjeros me causan sospechas, me intrigan, me jalonean hacia el lado equivocado.
El ejercito colombiano no es tan bueno como lo pinta Juan Paez, porque entonces tanta jaladera de bolas? La tecnologia moderna y sofisticada que usan los militares colombianos no es ni colombiana ni la operan los colombianos. Esta omision de las bases americanas en Colombia no es ni casual ni inocente. Las FARC existen por alguna razon y no podrian haber existido por tanto tiempo si no tuvieran el apoyo de una porcion importante de la poblacion colombiana. Asi, las FARC no son una banda de forajidos que viven en la selva, una peste que hay que erradicar, una roncha en la piel de la politica colombiana. Juan Paez nos quiere vender la idea de que conversando y ofreciendoles clemencia, las FARC desaparecerian. Las FARC tienen mas de 40 a#os, eso en si mismo nos habla de una raiz profunda, de un movimiento real y genuino que merece mucho mas que un relato hollywoodense de indios y vaqueros.
El Sr. Juan Paez no es estupido. El sabe mucho mas de lo que nos quiere hacer creer. La pregunta es porque lo hace? Y por cuanto?
La muerte de Alonso Cano, el tercer comandante de las FARC que cae bajo la acción del Ejército y la Aviación colombiana, mediante la utilización de una moderna y sofisticada tecnología militar, de la cual no escapará quien lo sustituya, parece imprescindible y hasta obligatorio que algún Jefe de Estado importante de América Latina intervenga, como lo hizo Carlos Andrés Pérez en Centroamérica, para poner cese a violencia y alcanzar la paz en nuestro país vecino.
Después de más de 40 años de infructuosa y violenta búsqueda del poder mediante la lucha guerrillera, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han perdido a varios de sus máximos comandantes y su capacidad ofensiva, lo cual las coloca al borde de una segura derrota, por lo que todo indica que el momento para evitar un mayor e inútil derramamiento de sangre, obliga a sus jefes actuales y a algunos organismos internacionales a transitar el camino de la negociación y la paz en la sociedad colombiana.
Desaparecido por muerte natural el Comandante Manuel Marulanda, por razones obvias la lucha guerrillera en Colombia entró en una nueva y difícil etapa, caracterizada no sólo por lo que significa la pérdida de su máximo jefe, unificador de todas las tendencias y comandos que constituyen ese ejército irregular, que ha prolongado la violencia en el vecino país por varias décadas, sino también por la superioridad militar tecnológica que ha demostrado el ejército colombiano en sus últimos ataques a los campamentos de la guerrilla, dentro y fuera de sus fronteras, en lo que parece ser el avance de un cerco o asedio mortal que ha coloca a las FARC en una posición defensiva, refugiándose en la selva o traspasando los límites los separan de los países vecinos.
Algún organismo internacional debería invitar a una reunión extraordinaria y sentar en una mesa de discusión a los más altos representantes del gobierno de Colombia y de las FARC, aunque algunos jefes sobrevivientes hayan rechazado el llamado a la desmovilización hecha por el Presidente Santos en una de sus últimas declaraciones, quien con el sesgo propio del que aspira un triunfo unilateral, llamó a los guerrilleros a desertar, pero también solicitó un diálogo para buscar la paz definitiva. Si el Grupo de Río, por ejemplo, interviene, Colombia podría ahorrarse más dolorosos sacrificios humanos y alcanzar la paz, vital para su pueblo y necesaria para sus vecinos.
Ante la pública negativa a desmovilizarse por parte de las FARC y a aceptar la intervención de terceros por parte del Presidente Santos, la iniciativa en búsqueda de la paz en Colombia debe comenzar en privado por parte de quienes se consideren interesados y con capacidad, fortaleza y prestigio para hacer oír sus voces inequívocamente neutrales y amigos de Colombia.
La discusión interna que obligatoriamente debe producirse en todos los comandos de las FARC, como sucedió en todos los frentes guerrilleros de América Latina después de la muerte del Ché Guevara en la selva boliviana, repercusión que al parecer había resistido la guerrilla colombiana, tendrá diversas consecuencias políticas, y no por cobardía producirá más deserciones que las conocidas hasta hoy, sino por evaluaciones objetivas de una nueva realidad que racionalmente los incline a buscar la paz, negociando con el gobierno de Juan Manuel Santos quien ha ofrecido garantías para el ejercicio libre de la política por medios legales.
El final de la violencia en Colombia podría estar más cerca de lo que piensan los más dogmáticos y fundamentalistas jefes guerrilleros, que abandonaron las principales banderas de la liberación nacional, de la construcción de una sociedad democrática con justicia social, para caer en el narcotráfico y en una guerra que viola todas los derechos humanos mediante el secuestro y asesinatos de inocentes trabajadores del campo que no se identifican con sus ideas y acciones criminales.
Y si Colombia logra entrar en una etapa de pacificación que avance inexorablemente hacia un acuerdo definitivo, que inserte a la mayoría de los actuales guerrilleros en la lucha democrática, América Latina puede evolucionar, con mayores posibilidades de éxito hacia una comunidad de naciones democráticas, que les permita superar el atraso económico, la dependencia de materias primas y la pobreza. Colombia y Venezuela consolidarían las relaciones pacíficas que han adelantado por presidentes Chávez y Santos y podrían actuar conjuntamente para impulsar la decaída Unión de Naciones del Sur (UNASUR)
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