Haciendo abstracción si va a saludar a Papá Lindo más temprano que tarde, o si los electores en las urnas deciden sacarlo a patadas, un breve análisis del bien y del mal que Chávez le ha hecho a Colombia puede ser pertinente.
Chávez ha sido el autor intelectual y material de la mayor diáspora de venezolanos en su historia, y uno de los principales beneficiados con esta diáspora ha sido Colombia. No son los venezolanos marginados que emigran, sino los profesionales y los técnicos de clase media y alta que son el corazón del capital humano; y siendo este capital la piedra angular del desarrollo social y económico, toda nación que fomente por acción u omisión su fuga está cometiendo una solemne imbecilidad. Por el contrario todo país receptor que incentive la entrada de este capital humano está recibiendo unos beneficios tan extraordinarios como difíciles de cuantificar.
Los logros de inmigrantes de Venezuela a Colombia son asombrosos: en el caso del petróleo, transformaron el pozo de Rubiales, que apenas producía 24.000 barriles diarios, en un emporio que llegará a finales de este año a 275.000 barriles por día. Colombia pasó de producir 560.000 barriles diarios a producir cerca de un millón.
Por otra parte, Chávez nos hizo un enorme favor a los empresarios al cerrar las fronteras. Los empresarios aprendimos del error que es depender de un mercado que se abre y se cierra, no por razones de tipo económico, sino al albedrío, capricho o rabieta de un autócrata emocionalmente inestable, de tercer nivel. Chávez nos obligó a ser bastante más creativos y recursivos, y a buscar mercados mucho más serios y maduros. ¡Los empresarios no tenemos con qué pagarle al venezolano el inmenso favor que nos prestó!
Pero Chávez nos ha hecho y nos sigue haciendo enorme daño, principalmente al permitirle (en algunos momentos abierta y en otros solapadamente) a la narcoguerrilla utilizar el vecino país como refugio, resguardo, pertrecho para aprovisionamiento de víveres y municiones, centro de salud y oasis de descanso y reposo. El mismo León Valencia, director de la Corporación Nuevo Arco Iris, afirma: “No creo que (Cano) esté en Venezuela. Si me lo dijeran de Iván Márquez lo creería más, pues hay indicios de que él entra y sale de ese país”.
El gobierno venezolano, igualmente, ha permitido que su país se convierta en el principal punto de transbordo de la droga que sale del Perú, de Colombia y de Ecuador. La droga alimenta no sólo a la narcoguerrilla, sino a los carteles y a las bacrim, que son las tres principales plagas que azotan a nuestra nación.
Finalmente Chávez, a través de Monómeros Colombo Venezolanos, se ha dado el lujo de financiar —indistintamente del género— políticos que ni siquiera debajo del turbante logran esconder su simpatía con los narcoterroristas.
Pensaría uno que nuestro gobierno estimula la entrada del capital humano. Por el contrario, a los extranjeros se les somete a todo tipo de controles, escarnios y restricciones que no se compadecen en lo más mínimo con los inmensos aportes que le hacen al país.
Por último, antes de embarcarse (en medio de sonrisas y abrazos) en un oleoducto de tres mil kilómetros entre el Orinoco y Tumaco, el Gobierno debe investigar más a fondo por qué el tan cacareado proyecto conjunto entre Brasil y Venezuela para construir un poliducto se suspendió indefinidamente.
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