Luego de desplantes y amenazas del presidente Chávez, se puso fin a la participación nacional en un esfuerzo de integración de cuarenta años. Un lustro después, una vez cumplido el período de transición, se intenta remediar el error con acuerdos entre los gobiernos que remedan, pero no igualan, el tratamiento que el país recibía en el acuerdo subregional
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, participó el martes 20 de diciembre de 2011 en la XLII cumbre de presidentes del Mercado Común del Sur | EFE
Dentro las múltiples irresponsabilidades cometidas por el actual gobierno destaca el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones. Luego de insultos, desplantes y amenazas del presidente Chávez, se puso fin a la participación nacional en un esfuerzo de integración de cuarenta años.
Un lustro después, una vez cumplido el período de transición, se intenta remediar el error con acuerdos entre los gobiernos que remedan, pero no igualan, el tratamiento que el país recibía en el acuerdo subregional.
Entre tanto, tal como informamos el pasado domingo, las manufacturas que exportábamos a los vecinos andinos han descendido abruptamente, hasta casi desaparecer, con lo que la industria nacional sufre un rudo golpe, pues se trataba de los pocos mercados en los que podíamos ser competitivos. Nuestros antiguos socios comerciales han buscado otros proveedores más confiables, lo que dificulta recuperar tales mercados.
Como compensación ante los daños evidentes que significaba el retiro de la CAN, el Gobierno presentó la idea de ingresar a Mercosur, acuerdo subregional de integración en el cual predominan Argentina y Brasil. Han transcurrido también cinco años desde que Venezuela solicitó su entrada y ésta aún no ocurre.
Para algunos de sus países miembros, nuestro gobierno no tiene las credenciales democráticas ni la credibilidad suficiente para asociarse. Brasil lo dudó mucho y recibió, en su momento, su cuota de insultos y amenazas, hasta que los jugosos negocios que realiza en nuestro suelo le hicieron perder la resistencia. Ahora el principal obstáculo es el Parlamento de Paraguay, el cual ha resistido toda clase de presiones para que modifique su posición.
El martes pasado, en su primer viaje oficial al exterior desde que se le diagnosticó la enfermedad, el Presidente voló a Montevideo para reunirse con sus colegas de Mercosur y tratar de convencerlos de que encontraran una fórmula para dejarlo entrar. No obtuvo buenos resultados. Lo que hace que la situación de Venezuela se torne desesperada porque se está quedando aislada.
Los pocos socios comerciales que le van quedando en el continente son los que le cuestan más caros. Y al resto sólo se le permite participar en los foros que se dedican a redactar comunicados retóricos e inocuos, pero que no generan compromisos ni tienen mecanismos para la toma de decisiones, como el Celac.
Se han perdido cinco años de comercio exterior debido a una política internacional que responde a los humores del jefe del Estado más que a los intereses nacionales. Y lo que es peor, se ha perdido la buena voluntad de los países de la región.
En tales circunstancias resulta muy difícil normalizar las relaciones externas y mucho más pensar en avances en la integración regional. Además, la nación se debilita ante terceros. Corre el riesgo de, como Cuba, terminar dependiendo de un solo país patrocinante que se aproveche de su debilidad.
Un lustro después, una vez cumplido el período de transición, se intenta remediar el error con acuerdos entre los gobiernos que remedan, pero no igualan, el tratamiento que el país recibía en el acuerdo subregional.
Entre tanto, tal como informamos el pasado domingo, las manufacturas que exportábamos a los vecinos andinos han descendido abruptamente, hasta casi desaparecer, con lo que la industria nacional sufre un rudo golpe, pues se trataba de los pocos mercados en los que podíamos ser competitivos. Nuestros antiguos socios comerciales han buscado otros proveedores más confiables, lo que dificulta recuperar tales mercados.
Como compensación ante los daños evidentes que significaba el retiro de la CAN, el Gobierno presentó la idea de ingresar a Mercosur, acuerdo subregional de integración en el cual predominan Argentina y Brasil. Han transcurrido también cinco años desde que Venezuela solicitó su entrada y ésta aún no ocurre.
Para algunos de sus países miembros, nuestro gobierno no tiene las credenciales democráticas ni la credibilidad suficiente para asociarse. Brasil lo dudó mucho y recibió, en su momento, su cuota de insultos y amenazas, hasta que los jugosos negocios que realiza en nuestro suelo le hicieron perder la resistencia. Ahora el principal obstáculo es el Parlamento de Paraguay, el cual ha resistido toda clase de presiones para que modifique su posición.
El martes pasado, en su primer viaje oficial al exterior desde que se le diagnosticó la enfermedad, el Presidente voló a Montevideo para reunirse con sus colegas de Mercosur y tratar de convencerlos de que encontraran una fórmula para dejarlo entrar. No obtuvo buenos resultados. Lo que hace que la situación de Venezuela se torne desesperada porque se está quedando aislada.
Los pocos socios comerciales que le van quedando en el continente son los que le cuestan más caros. Y al resto sólo se le permite participar en los foros que se dedican a redactar comunicados retóricos e inocuos, pero que no generan compromisos ni tienen mecanismos para la toma de decisiones, como el Celac.
Se han perdido cinco años de comercio exterior debido a una política internacional que responde a los humores del jefe del Estado más que a los intereses nacionales. Y lo que es peor, se ha perdido la buena voluntad de los países de la región.
En tales circunstancias resulta muy difícil normalizar las relaciones externas y mucho más pensar en avances en la integración regional. Además, la nación se debilita ante terceros. Corre el riesgo de, como Cuba, terminar dependiendo de un solo país patrocinante que se aproveche de su debilidad.
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