26/2/12

El profeta Isaías

“¡Yanquis de mierda, váyanse al carajo!” es lo más liviano que suelta por la boca Hugo Chávez
· Julián Isaías Rodríguez Díaz, embajador de la dictadura venezolana en Roma, ejerce hace pocos días su derecho a réplica ante el rotativo italiano Il Corriere della Sera, uno de cuyos periodistas –Massimo Gaggi– afirma la complacencia que “las superestrellas de Hollywood” expresan hacia los Gobiernos dictatoriales. Arguye que en Venezuela hay un presidente electo desde 1998 con más del 60% de los votos, y se realizan 14 elecciones hasta 2011.
El diplomático reclama, en primer término, lo que la prensa y la radio y televisión estatales –más de 400 medios de comunicación que controla el Ministerio de Información– no otorgan a los opositores del presidente y comandante Hugo Chávez; quien en sus diarias exposiciones, que duran largas horas, ofende e insulta procazmente a todo aquel que, dentro o fuera de Venezuela, discrepe de su revolución. “!Yanquis de mierda, váyanse al carajo!”, es lo más liviano que suelta por la boca el gobernante sudamericano.
En su réplica, Isaías –a quien llaman el profeta– no repara en lo elemental. Si la democracia son elecciones, ellas no bastan, pues las hacen los hermanos Castro en Cuba y antes las hacen el Führer y hasta Mussolini. Obvia explicar a la prensa romana que el Gobierno que representa inhabilita políticamente y sin mediación judicial a sus adversarios, como Leopoldo López, a quien de nada le vale la protección que recibe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El dictador y sus jueces no acatan tales fallos en territorio revolucionario.
Tampoco da cuenta sobre la creación oficial de listas de “muertos civiles” –ciudadanos opositores– que forma el presidente venezolano con apoyo del Poder Electoral que dirigen los suyos, como la célebre Lista Tascón. Sus integrantes son expulsados de los empleos públicos, se les impide acceder a los programas sociales, se les hostiliza y expropian sus bienes o empresas, y hasta se les niegan cédulas de identidad o pasaportes.
Pudo referir el diplomático, eso sí, que el dictador, hoy aquejado de grave enfermedad y de suyo más inestable que de costumbre, llama “cochino” al candidato presidencial electo por la oposición en primarias, Henrique Capriles Radonsky, a las que asisten más de 3.000.000 de votantes desafiando al propio régimen y sus milicias de cubanos. Con apoyo inesperado del Poder Electoral, una vez concluyen los escrutinios y sus resultados son transmitidos electrónicamente a la sede de este, con su anuencia los cuadernos electorales son quemados en la hoguera. Se protege, como lo anuncia la oposición desde los días previos al acto electoral en cuestión, la identidad de los sufragantes. Es desafiado el propio Tribunal Supremo, quien, a pedido de la dictadura y a última hora, intenta conocer la nómina actualizada de sus “enemigos”.
En fin, poco importa ahora lo que dice o no el embajador Rodríguez acerca de esto o de lo que el Tribunal Supremo de Venezuela manifiesta en 2011 y 2012, a saber que “los jueces civiles, penales y administrativos están obligados a perseguir a todo disidente de la revolución socialista” y han de atender a las enseñanzas de Carl Schmitt –artesano jurídico del nacionalsocialismo durante Adolf Hitler– con vistas a la construcción de un “Estado total”. Lo que importa es lo que Isaías, el profeta, no cuenta de sí en su réplica a Il Corriere della Sera.
Le llaman profeta, sin aludir, quienes lo hacen, a las enseñanzas bíblicas que hablan de la recomendación del Señor al verdadero profeta: “Guardo el testimonio, sello la instrucción para mis discípulos” (8, 16). El profano Isaías, cuando ejerce como fiscal general y titular del Ministerio Público, atiende mejor a los dictados de su dictador y escribe antes y publica en libro –Abril comienza en octubre– el contenido de las declaraciones que más tarde hace suyas un delincuente colombiano de su estrecha confianza, Giovanni Vásquez de Armas.
Este, a quien Isaías presenta como su “testigo estrella”, presto a perseguir a los supuestos autores intelectuales y materiales del asesinato del fiscal Danilo Anderson, icono de la revolución, participa en la forja que se hace de los testimonios del expediente penal respectivo y que entonces controla el embajador replicante.
Usa este tales testimonios, falsificados por instrucciones del Alto Gobierno –como lo declara el fiscal nacional Hernando Contreras, hoy en el exilio– para encubrir un típico crimen de Estado y presentarlo como conspiración y acto de terrorismo de los opositores; tanto que por obra de las actas forjadas y tomadas del citado libro escrito por el susodicho fiscal general, se intenta comprometer a la ex candidata presidencial María Corina Machado, la periodista Patricia Poleo, el empresario y banquero dueño del canal de televisión Globovisión, Nelson Mezerhane Gosen, e incluso al fallecido Cardenal Rosalio Castillo Lara, antiguo gobernador de El Vaticano.
El profeta Isaías se limita a confesar, una vez cómo los periodistas venezolanos le descubren su trama mafiosa y criminal, que el testigo está loco (Noticias 24, 21 de enero de 2008), pues al paso este afirma que la dictadura no le paga aún el dinero que le ofrece. Mas lo cierto es que no es reelecto como jefe del Ministerio Público en medio del escándalo, y el dictador le consuela con la embajada en Madrid.
No imagina, sin embargo, que la Audiencia Nacional española investiga al grupo terrorista ETA y pone en evidencia los vínculos estrechos de esta con la dictadura venezolana y las FARC colombianas. Menos intuye que su citado ex colaborador –el fiscal Contreras– revela ante aquella que es este quien oculta, siendo fiscal general, los expedientes que señalan a los etarras protegidos por el Gobierno de Caracas. El escándalo es mayúsculo durante 2011, y la prensa cuenta que el profeta Isaías, refiriéndose al etarra Arturo Cubillas –hoy funcionario al servicio del chavismo–, arguye que hace parte de “un grupo armado que está luchando desde hacía años por causas justas e irreprochables”.
El embajador, ahora residente en Italia, abandona Madrid, protestado por el Sindicato Nacional de la Policía española hacia noviembre de 2010, pero aspira a que le nombren magistrado dentro del Tribunal Supremo. La opinión pública democrática protesta acremente. El dictador lo envía a Roma, hasta que amainen las aguas. Pero aquel no toma consejo y de nuevo se expone a la diatriba mediática. Es el precio que le paga a la dictadura, limpiándole su rostro mientras hacen lo suyo los productores de celuloide, nuevos mejores amigos de los petrodólares venezolanos.
*Asdrúbal Aguiar es columnista y consejero editorial de ‘El Universal’ de Caracas, y miembro de la Junta de Directores de la Sociedad Interamericana de Prensa.

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