21/2/12

Los dilemas del Post-Chavismo

Hay rumores que desde hace 3 días está desaparecido Chávez.

Se dice que lo operaron de nuevo cáncer, en Cuba o en Venezuela.

Se dice que están reunidos en La Viñeta Diosdado, Jaua, Tarek, Maduro y Aristóbulo….

¿?

VENEZUELA
Los dilemas del postchavismo
Por Carlos Alberto Montaner
Los gobiernos más alerta dan por descontado que el presidente Hugo Chávez
morirá a corto o medio plazo. El corto plazo son 18 meses. El medio, 48. El
diagnóstico más generalizado es que padece un severo cáncer de vejiga.

Pronto se sabrá si la quimioterapia ha dado resultado o si continúa
imparable el proceso canceroso. En todo caso, ante la incertidumbre, los
actores principales de este drama juegan la carta de la muerte y examinan
sus mejores opciones. Ninguno puede darse el lujo de dejarse sorprender.

Naturalmente, Hugo Chávez piensa que va a sobrevivir, pero sabe que las
probabilidades estadísticas no le favorecen. Si va a fallecer, su objetivo
es que la revolución bolivariana no desaparezca con él, aunque casi nadie
entienda muy bien en qué consiste ese engendro. Chávez quiere pasar a la
historia. El problema es que sus trece años de gobierno no le han alcanzado
para crear un partido político coherente, dotado de un mecanismo razonable
para establecer la sucesión y transmitir la autoridad. El chavismo es una
olla de grillos dedicados al enriquecimiento ilícito y a gritar consignas.
La selección del próximo vicepresidente resultará muy importante. Será una
forma de elegir al heredero. Por ahora, a ninguno ve Chávez capaz de calzar
sus zapatos. Como buen caudillo, se cree irreemplazable.

A la cúpula militar no parece importarle el aspecto ideológico de la
revolución, sino su destino en caso de que se produzca un cambio de régimen.
A juzgar por la reciente denuncia del Departamento del Tesoro
norteamericano, la corrupción vinculada al narcotráfico ha calado hondo en
la estructura castrense. En los círculos de Washington comienzan a referirse
a Venezuela como un narcoestado. Los mexicanos han descubierto que muchos de
los aviones que transportan la droga a su país proceden, precisamente, de
Venezuela.

La inclusión en la lista oficial de cómplices de las FARC y de los cárteles
de la droga del general Cliver Alcalá, el oficial de inteligencia Ramón
Madriz, el congresista Freddy Bernal y el parlamentario Amílcar Figueroa
presagia una gran resistencia de los militares a cualquier evolución
pacífica que los aleje del poder y del dinero y los acerque a la cárcel. La
llegada al gobierno del antichavismo puede ser el fin de la impunidad.

Raúl Castro, además del complicado velorio de Fidel, que ya está previsto y
planeado, tiene ahora que enfrentarse al de Chávez, mucho más incierto. Ha
instruido a su poderoso servicio de inteligencia para que promueva y
fortalezca un chavismo sin Chávez, que continúe concediendo a la Isla el
copioso subsidio venezolano que la mantiene a flote. Raúl pretende
convertirse en el Gran Elector que coloque al sustituto en el trono, pero
sabe que es muy improbable que el heredero, cualquiera que sea, asuma el
grado de subordinación a los cubanos que Chávez exhibe. Por otra parte,
Raúl, que en Cuba está dedicado a una cruzada contra la corrupción, no
ignora que Venezuela es una pocilga en la que miles de chavistas se dedican
al delito, incluido el narcotráfico.

Todo eso es muy peligroso. Es verdad que Venezuela es una formidable fuente
de subsidios, pero el vínculo entre los dos países puede arrastrar la Isla a
una catástrofe. Controlar un narcoestado como Venezuela sin un Chávez que
sirva de correa de transmisión probablemente sea imposible. Al fin y al
cabo, esas mafias no abrigan lealtades políticas genuinas. Sólo intereses.

Estados Unidos tiene razones para estar preocupado. Chávez es un
antinorteamericano empedernido, pero su desaparición, al menos por un
tiempo, será una fuente de desestabilización. Aproximadamente el 10% del
petróleo que importa proviene de Venezuela (hace unos años era el 15%), y es
posible que el suministro se interrumpa provisionalmente. Un súbito vacío de
poder podría precipitar el país en el caos. Con los niveles de delincuencia
que padece Venezuela, los motines callejeros del Caracazo de 1989 pueden
repetirse de forma incontrolable.

La oposición democrática tiene que hilar muy fino y con un gran sentido de
la responsabilidad. La mayoría del país es antichavista, pero las
instituciones y casi todos los medios de comunicación están bajo control del
entorno del coronel. Si éste muere, será esencial pactar y negociar la
transición con una o varias facciones del chavismo que estén dispuestas a
permitir que la sociedad manifieste sus preferencias.

De esta triste historia se sale votando o matando. Lo sensato es votar y
luego arreglar cautelosamente el desaguisado. Así son las transiciones.

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