18/3/12

Siria en Miraflores


“La violencia es la partera de la historia”
Carlos Marx
“El ejemplo de ustedes nos servirá a nosotros cuando la oposición quiera aplicar la misma receta en tierras de América. Resistiremos tal y como lo hace Siria”, expresó el presidente Diosdado Cabello al embajador Abbas. Tribuna Popular, 13 de marzo de 2012
“Al menos 8.500 personas murieron por la violenta represión del régimen sirio. La cifra fue revelada por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Entre las víctimas figuran 6.195 civiles.”Los Andes, 7 de marzo de 2012


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La República se encuentra en un craso estado de acefalia. Su jefe del Estado ha estado ausente del territorio en el que hubiera debido, por imperativos constitucionales, ejercer sus funciones. Peor aún: se ha sometido de buen grado y sin verse constreñido por la violencia al Poder de un gobierno extranjero que controla sus expectativas de vida o muerte y que podría, si así lo quisiera, terminar con su vida cuando a bien tuviera. Una suerte de auto secuestro que lo pone atado de pies y manos a disposición de un gobierno que ha soñado con ejercer su dominio sobre el nuestro, infinitamente más rico y poderoso. Y que lo viene intentando desde los años sesenta y que ha constituido, desde la derrota que le infringiera el ejército patriota que entonces defendía nuestra soberanía, la ambición de su vida.
opinan los foristas
Visto en términos existenciales, el presidente de Venezuela es, por lo menos desde julio del 2011, un inválido en poder de Fidel y Raúl Castro. Enemigos tradicionales de nuestro sistema de vida y claramente antagónicos a los principios normativos asentados en nuestra Constitución Nacional por voluntad soberana. Peor aún: visto en términos políticos, así haya vuelto a territorio nacional, está material, físicamente incapacitado de enfrentar y resolver los problemas para los cuales fue electo. Legalmente, ha perdido la legitimidad de origen y desempeño que lo determina. Por todo ello, Venezuela se encuentra de facto en un estado de acefalia. Como ni siquiera lo viviera en 1909, cuando el presidente Cipriano Castro se ausentara del País para someterse a un tratamiento que lo mantendría ausente por un tiempo largo e indeterminado. Terminó siendo para siempre.
No exageramos: Hugo Chávez viola flagrantemente el artículo 18 de nuestra Constitución y ha renunciado de facto a ejercer el mando de la Nación. El que ha mantenido durante meses hipotéticamente bajo su control, a distancia y mediante artilugios tele mediáticos, pero ello sólo por la permisividad e irresponsable tolerancia de quienes tendrían el imperativo constitucional de impedírselo – en primer lugar, la oposición – y por el poder de facto que se encuentra en otras manos: en primer lugar las cubanas que disponen de su vida a su libre arbitrio y ocupan puestos claves del gobierno de nuestra República, y en segundo lugar en quienes ellos han delegado la apariencia de poder en nuestro territorio: las altas autoridades de gobierno. Ante una eventual situación de excepcionalidad, tales como la invasión de nuestro territorio por otras tropas extranjeras regulares o irregulares, un desastre natural como el deslave de Vargas, crisis social y política que derivase en una insurrección popular como la vivida el 27 de febrero de 1989, levantamiento militar o golpe de Estado como el que él mismo protagonizara el 4 de febrero de 1992, o cualquier otra imaginable circunstancia excepcional, el país se encontraría sin gobierno nacional, sin comandante en jefe, sin poder ejecutivo, sin un responsable máximo capaz de hacer frente a esos eventuales, graves acontecimientos y carente, en consecuencia, de todo control. Estaría, de facto, en manos de los invasores cubanos.

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Y aquí se hace manifiesta la aberración política que tal acefalia plantea: contrariamente a lo que creen las autoridades coloniales a cargo de la satrapía – Rangel Silva, Bernal, Jaua, Cabello, Aissami, Rangel Cárdenas, Soto Rojas – la fuerza económica, social y política que sustenta y garantiza la estabilidad de la Nación no está en ellos: está en las fuerzas vivas que podrían hacerla saltar por los aires cuando le viniera en ganas – el empresariado, las academias, las iglesias, las universidades, los medios, la sociedad civil y sobre todo el liderazgo opositor legitimado en las recientes Primarias y sus partidos y organizaciones sociales. Salvo que en caso de dispararse las contradicciones que bullen en el seno de una sociedad descompuesta, inmoralizada, corrupta o desesperada por el estado de inopia en que se encuentra, algún avispado del Estado Mayor o algún aventurero comacate como los del 4F decidiera cortar por lo sano y cumplir con el predicamento schmittiano: Soberano es quien resuelve el Estado de Excepción. Sólo requiere de la osadía y la decisión necesarias para lograrlo. La mesa está servida.
De allí el craso error de un comunicador semanario que afirmaba sin rubor alguno que el único ser humano capaz de garantizarle la seguridad y la estabilidad al país era un quebrantado, canceroso, debilitado y aparentemente condenado a muerte – a corto o mediano plazo – teniente coronel obligado por propia voluntad a permanecer inerme en manos de un gobierno extranjero por tiempo indeterminado. Un gobierno que ha tenido a buen recaudo hacerse trasladar cantidades no determinadas de lingotes de oro que deberían encontrarse en las bóvedas del Banco Central de Venezuela, pues constituyen parte física de nuestras reservas internacionales. Y se las ha llevado a vista y paciencia de todos nosotros, sin que se expresara una sola protesta.
¿Quién dispone de mayor poder sobre nuestra soberanía? ¿Los cancerberos cubanos que controlan la gravemente quebrantada salud presidencial en La Habana o el impotente presidente venezolano que hasta nada yacía – y volverá a yacer – en uno de los cuartos del hospital habanero? ¿Los eventuales albaceas ya en poder y disposición de parte importante de nuestras reservas internacionales o los ciudadanos del país dejado a su suerte, que ni siquiera saben verdaderamente de qué sufre y padece su presidente y cuál será su futuro de vida?
Permítanme afirmar que su máxima autoridad y, por ende, el Poder que representa se encuentran en manos foráneas. Los señores Fidel y Raúl Castro Ruz. Todo lo demás es silencio.

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Para ser franco: el problema propiamente jurídico y constitucional que esta grave anomalía representa no me parece de primerísima importancia. Lo considero un problema de índole académica. Que se convierte en problema crucial, perentorio, urgente, sin embargo, cuando se lo observa desde la perspectiva política. Cuando se considera que en los hechos el gobierno hoy acéfalo ha decidido no representar sino a una parte de la población, ya ni siquiera la mayoritaria. Mientras puede disponer a su antojo de la indiferencia, la apatía o el aparente desinterés de aquellas fuerzas vivas que tendrían el derecho y el deber de desenmascarar la aberración jurídico política que significa permitir ser aparentemente gobernadas telefónicamente por un presidente aquejado de un mal aparentemente terminal en manos de un gobierno forajido, enemigo de los derechos fundamentales y claramente violador de todas las normas de un verdadero Estado de Derecho. El mismo condenado a sobrevivir a expensas del país que controla a distancia.
Me pregunto: ¿debe la oposición venezolana mirar de soslayo ante una violación tan flagrante, de tanta gravedad y de tan graves consecuencias como ver su gobierno aherrojado en manos de un gobierno extranjero? ¿Debe tolerar que incluso un gobernante extranjero, el presidente de Colombia, considere pertinente trasladarse a La Habana, capital de la República Socialista de Cuba, para tratar asuntos colombo venezolanos y firmar allí convenios de estricta competencia bilateral, sin consideración que el presidente de la República de Venezuela no está constitucionalmente facultado para realizar actos de gobierno de esa naturaleza encontrándose fuera del territorio en que se halla la sede de su gobierno? ¿Vale más un compromiso colombo venezolano firmado en La Habana que en Caracas?
Resulta francamente insólito, en esta coyuntura de extrema fragilidad política y jurídica y de evanescente y volátil estabilidad como la que vivimos, que a un rufián al servicio del régimen se le permita crear una situación de tan graves consecuencias como dispararle a la cabecera de una marcha dirigida por el candidato presidencial de la oposición. ¿Qué hubiera sucedido si Henrique Capriles hubiera sido asesinado por el esbirro que le disparó a mansalva? ¿Quién y cómo hubiera salido a controlar el gravísimo estado de excepción policial generado por ese magnicidio? ¿Quién o quienes están a cargo del gobierno real de la República?
¿O el atentado fue pensado, organizado y llevado a cabo aprovechando la ausencia de quien, a todas luces, hubiera sido el único beneficiado con las fatales consecuencias? ¿O se planea desde la sala situacional de Miraflores crear las condiciones de un bogotazo y lanzarnos por el despeñadero de una guerra civil, como la que hoy sufre Siria, y cuyo ejemplo promete seguir al pie de la letra el delfín del prisionero de La Habana, Diosdado Cabello?
Piensa mal y acertarás dice un anciano proverbio gallego. Llegó la hora de actuar pensando mal. El adversario nos considera su enemigo. Y en su doctrina, al enemigo se lo mata. No se lo hagamos fácil. Impidámoselo. De ello depende la suerte de la República.

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