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El pedido telenovélico de Hugo Chávez por su salud, micrófono en mano, durante la misa de jueves santo, aplaudido por los asistentes de la primera fila y hasta por el mismo sacerdote, es otro testimonio importante para lo que será objeto de estudios psicológicos, psiquiátricos antropológicos y sociológicos sobre la etapa chavista de nuestro país.
Y es que hasta para morirse o para aferrarse a la vida el tipo es teatral, cursi. Su discurso suena insincero, estudiado. Contrasta con los ataques que le hacía a la Iglesia católica cuando estaba saludable. Contrasta con los bilongos que ha promovido en Cuba y con las prédicas evangélicas de Nueva York. Aparentemente piensa que hay que cubrir todas las alternativas posibles, por qué, quien sabe cual es la herramienta de sanación más poderosa, si el Jesús crucificado o el babalao?
Todos podemos pedir por nuestra salud, de manera digna. Quizá el presidente de un país deba pedir primero por la salud de su pueblo, antes de pedir por la propia. Si así lo hiciere, posiblemente encontraría que ambas se excluyen mutuamente y se iría en paz, en decoroso silencio, sin tantos aspavientos.
Hay quienes no aceptan que el sol saldrá el día después de nuestra muerte.
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