Una vez más la narcoguerrilla colombiana traiciona todo ofrecimiento de paz y acude al terrorismo y al asesinato para aparentar una fortaleza que merma con cada día que pasa. Las declaraciones del expresidente Uribe han desatado la polémica al acusar directamente al presidente de Venezuela de proteger a los terroristas de las FARC. Nada nuevo bajo el sol.
Las evidencias de la colaboración de Chávez con los terroristas (no sólo colombianos, sino españoles y árabes) y su afinidad ideológica han venido saliendo a la luz con una velocidad y en unas cantidades que deben preocupar a cualquier demócrata.
No debe olvidarse que Chávez ha declarado pública y reiteradamente que Venezuela limita no con Colombia sino con las FARC, que se ha reunido pública y privadamente con sus líderes, que los cabecillas de esa pandilla de secuestradores y narcotraficantes fueron oradores de orden en nuestra AN o que guardó un minuto de silencio por el gángster Raúl Reyes y estuvo a punto de declarar la guerra a Colombia como una especie de retaliación por su muerte. También se sabe por las computadoras del finado guerrillero que el presidente ofreció a las FARC participar del negocio petrolero, subsidiarles la compra de armas con más de trescientos millones de dólares e inclusive involucrarlos en la explotación y venta ilegal de uranio.
Todo el que vive en la frontera sabe dónde están los campamentos guerrilleros en Apure y Táchira. El propio Uribe hizo públicas sus locaciones. Poblaciones como El Piñal y San Joaquín de Navay son reconocidos santuarios desde donde opera el terrorismo.
Esto no sólo genera un serio problema a nivel internacional sino que es uno de los grandes peligros que enfrentará el próximo gobierno. Sin duda el narcotráfico y el terrorismo internacional tienen demasiado que perder si llega a haber un gobierno que haga respetar la soberanía mancillada por esas bandas de hampones cuya ideología es el odio y cuyo método es la violencia y el dinero mal habido.
Dada la actual situación, la guerrilla mercenaria seguirá creciendo en nuestro país. Una parte del chavismo la ve como un potencial ejército que unido a la milicia podría poner en jaque un intento de devolver la democracia y la decencia al país. Es indispensable que el equipo del candidato Capriles estudie cómo combatir ese flagelo y desde ya se abran vasos comunicantes con el sector decente de la FAN para empezar a preparar el cambio de política frente a los bandoleros de las FARC. El narcoterrorismo sí está en Venezuela y, si no se toman medidas drásticas, más pronto que tarde hará más daño del que ya ha hecho.
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