Hacer en pocos meses lo que no se hizo en catorce años es bien difícil. Ni un palo de gua lo salva.
Las
revoluciones tal como llegan se van. Llegan atropellando y salen
despavoridas. Algunas duran largos tiempos, pero siempre tienen tiempos
finitos. Son como la muerte, desde que nacen comienzan a descontar sus
tiempos de vida. Y la "revolución nuestra", si, esa tal bolivariana,
socialista del siglo XXI, aun cuando es difícil ubicarla dentro de esa
denominación, también le esta pasando lo mismo. Apenas dio sus primeros
pasos comenzó a fallecer. Por más deseos e intención de su supremo y
único líder y mentor, el derrumbe comenzó temprano. Claro que esta
"nuestra revolución" tenía algo que pocas han tenido. Dinero en
abundancia. Pero el dinero se acaba. Las promesas se evaporan. Las
mentiras se desmontan. La realidad es más fuerte que los deseos. Y estos
no empreñan. Catorce años han sido ya demasiado para esta "nuestra
revolución pacífica pero armada". Y, además de los inmensos errores,
típicos de toda revolución, de la alta corrupción, de la ineficiencia,
del despelote, de los odios, de la intolerancia, se le une a ella el
deterioro de la salud del supremo jefe. Evento que hace diferente a esta
"revolución bonita" de las demás. El fin del caudillo es el fin de la
revolución. Porque también esta revolución fue diferente a las demás. Un
solo jefe, un solo caudillo.
Las
muestras más claras del final, del derrumbe, las estamos viendo a
diario. Las deserciones de personeros "leales" al proceso. El olor
fétido de la podredumbre que impregna toda la estructura gubernamental.
La construcción de puentes de salvamento. El arreglo de maletas. La
solicitud de visados. Las jugadas de última hora. El que todos sabemos
todo. Y de seguro también él lo sabe. Cerca, muy cerca esta el final.
Entraremos en la lista de países que en algún momento tuvieron su
revolución. La probaron y la desecharon. Supieron, o mejor sufrieron, en
carne propia, lo irracional, lo contra natura, de las revoluciones.
Pero cuidado, todavía faltan eventos por suceder. Cuando algo se
derrumba, cuando se cae, arrastra. Son los estertores. El tigre herido
trata de atacar. La serpiente acosada lanza picadas. Hay agonías muy peligrosas.
Un amigo me
comentaba recientemente sobre la conducta de alguien que esta cerca del
final. El amigo me acotaba que lo normal debería ser humildad,
solicitar y ofrecer perdón, rezar para su intimidad. No el ser altanero,
arrogante. Pero el caso que nos ocupa no es normal. Aquellos hombres
que se creen predestinados piensan y actúan diferentes. Y parece que
este es el caso. Pienso que algunos lo hacen honestamente, siguiendo los
dictados de su mente, de su creencia, de su convencimiento. "Yo soy
quien va a salvar a mi país, al mundo". "Voy a terminar la obra
inconclusa del padre de la patria" "Voy a derrotar al Imperio". "Voy a
redimir a los pobres del mundo". Por eso de pedirle a Cristo que le pase
la corona de espinas y la cruz, pero que le de un poco más de vida para
completar la obra. Bolívar sabiendo que se moría todavía soñaba con la
Gran Colombia. Hitler sabiéndose derrotado inventaba divisiones. No
puede pedir perdón porque él piensa que lo que hace es lo correcto. Sus
actos de contrición han sido pasajeros y para coger nuevos impulsos.
Veremos que pasará al final, que parece esta cerca. Muy cerca. Y,
nuevamente, cuidado, muchos piensan que no es descartable una salida
violenta. Particular o colectiva. Que el Todopoderoso se apiade de él,
de la revolución, de todos nosotros, de Venezuela.
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