Fernando Ochoa Antich.
El
miedo siempre ha sido muy mal consejero. No le permite a quien lo sufre
reflexionar con serenidad para poder darle solución al problema que
enfrenta con suficiente criterio y claridad. Hugo Chávez está asustado.
No logra explicarse lo que ocurre. Su narcisismo y paranoia limita aún
más su capacidad para poder entender el fenómeno histórico que se
desarrolla, de una manera indetenible, en Venezuela. No quiere aceptar
que tiene que enfrentar un nuevo tipo de liderazgo: Henrique Capriles,
con simpatía y sencillez, ha empezado a captar las grandes mayorías
nacionales. Al contrario, la imagen de Hugo
Chávez
está cansada y representa el pasado. Se imagina equivocadamente que el
abuso del poder puede detener esa tendencia. No es así. Los números,
aunque le maquillan las cifras de las encuestas, no le dan seguridad de
su victoria.
La
mejor demostración de esta verdad han sido los últimos actos militares.
Allí, sin importarle comprometer el honor de la Fuerza Armada e
irrespetar flagrantemente la Constitución Nacional, se ha dedicado a
arengar a sus miembros para demostrarles a los venezolanos que la
Institución Armada es chavista. Analicemos el fondo de sus palabras para
dejar en claro lo que busca y las razones por las cuales es imposible
que ese mensaje agrade a la mayoría de los cuadros militares. Lo primero
que se necesita saber es que la Fuerza Armada venezolana es una
organización profesional, que tiene más de cien de años de
creada y que ha vivido un largo proceso de
tecnificación que le ha permitido evolucionar desde el Ejército
pretoriano de Juan Vicente Gómez, a las Fuerzas Armadas profesionales e
institucionales de los últimos cincuenta años.
Los
cuadros militares de cualquier fuerza armada profesional no consideran
que sus ascensos y cargos son consecuencia de su lealtad a un régimen
político determinado, sino que se logran por sus méritos profesionales.
Es verdad, que la lealtad es una virtud que debe caracterizar a un
militar, pero esa lealtad no es con una persona en particular sino con
la Nación, la constitución y las leyes de la República. La primera
equivocación de Hugo Chávez es creer que los cuadros militares pueden
ver con agrado que se ofenda al adversario político. Llamar, con todo el
desparpajo que lo caracteriza, “majunche” a los sectores de la
oposición política debe crear un sentimiento de rechazo y comentarios
muy
poco favorables a su persona.
No
se conformó con este abuso de poder, sino que además tuvo el descaro de
afirmar que “la burguesía venezolana odiaba y despreciaba a los
militares”. Esa tesis es tan absurda que traería por consecuencia que la
gran mayoría de nuestro pueblo, que actualmente respalda a la
oposición, odiara a los militares. La verdad, la única verdad es que la
Fuerza Armada, en el pasado reciente, era siempre, al lado de la Iglesia
Católica, las dos instituciones más prestigiosas de nuestro país. Ese
prestigio surgía justamente de su apoliticismo y de evitar comprometerse
con los éxitos o fracasos de un gobierno determinado. Para colmo, con
sus palabras buscó sembrar en los cuadros militares el
convencimiento de que los únicos patriotas son aquellos que pertenecen a la Fuerza Armada. Ese absurdo es inaceptable. Patriotas somos todos los venezolanos.
Este mensaje, junto a la ratificación y nombramiento de oficiales comprometidos ideológicamente con el chavismo como Henry Rangel Silva, Carlos y Cliver Alcalá Cordones, tiene un
sólo objetivo: reprimir la protesta nacional que ocurrirá el día de las
elecciones si los resultados no concuerdan con el sentimiento nacional.
El plan no contempla utilizar a la Fuerza Armada para
controlar la inmensa manifestación que surgirá espontáneamente ese día,
sino mantener a sus efectivos inactivos en los cuarteles mientras los
grupos paramilitares del oficialismo atacan a los
sectores de oposición que salgan a protestar
pacíficamente. Esta forma de actuar la aplicó recientemente el régimen
al enviar a grupos armados a agredir la marcha universitaria ante los
ojos cómplices de un coronel de la Guardia Nacional. El chavismo sufrirá
un inmenso fracaso el 7 de octubre.
Estoy
plenamente seguro de que la gran mayoría de los miembros de la
Institución Armada no permanecerán indiferentes ante una grave crisis
nacional como la que surgirá en Venezuela si el régimen trata de
desconocer la voluntad popular. El sentido institucional de la Fuerza
Armada permanece como uno de sus valores existenciales. Esa es la razón
de la desconfianza que tiene Hugo Chávez en los cuadros militares. La
mejor demostración del respeto de los miembros de la Institución Armada a
los valores constitucionales la dio el mayor general Wilmer Barrientos
Fernández, comandante Estratégico Operacional, al
pronunciar un discurso alejado totalmente de
cualquier proselitismo político y orientado a fortalecer los valores
profesionales de sus subalternos. Le rindo un sincero tributo de
admiración y respeto.
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