Disculpen
el atrevimiento, pero Brasil, Argentina, Colombia y otros varios países
latinoamericanos tienen mucha de la culpa por la reciente salida
forzada del ex presidente paraguayo Fernando Lugo: han permanecido en
silencio ante tantas violaciones a la democracia en Nicaragua, Bolivia,
Venezuela y Cuba que han contribuido a crear un clima de "vale todo"' en
la región.
La
defensa selectiva de la democracia de muchos países latinoamericanos —
que ponen el grito en el cielo cuando presidentes de derecha atropellan
las libertades democráticas, pero no dicen una palabra cuando
presidentes de izquierda hacen lo mismo— ha dado como resulto una
constante erosión de la democracia.
El
nuevo gobierno paraguayo del presidente Federico Franco, que fue
suspendido del Mercosur, argumenta que el Congreso paraguayo actuó
estrictamente dentro de los límites de la Constitución cuando depuso a
Lugo el 22 de junio.
El
artículo 225 de la Constitución de Paraguay permite que el congreso
paraguayo enjuicie al presidente "si desempeña mal sus funciones" y si
—tal como ocurre en los sistemas parlamentarios— dos tercios de ambas
cámaras del congreso votan su destitución. La votación contra Lugo fue
de 39 a 4 en el Senado y de 73 a 1 en la Cámara de Diputados.
Pero
los críticos señalan— acertadamente— que el procedimiento no cumplió el
proceso debido, porque no se le dió a Lugo el tiempo necesario para
preparar su defensa. Aunque el artículo de la Constitución no especifica
cuánto tiempo se debe dar al presidente, otros artículos dicen que todo
individuo tiene derecho "al tiempo indispensable para preparar su
defensa". Lugo había pedido 18 días, pero sólo se le concedieron dos
horas.
En
cualquier caso, los legisladores que orquestaron la destitución forzosa
de Lugo deben haber sentido que su "juicio político express" era un
pecadillo menor comparado con las violaciones de los derechos
democráticos que estan teniendo lugar en otros países de la region, sin
ninguna consecuencia diplomática.
En
las elecciones de 2011 en Nicaragua, no hubo ninguna queja oficial
latinoamericana cuando el presidente Daniel Ortega se hizo reelegir para
un tercer período presidencial pese a todo tipo de irregularidades. La
misión de observación electoral de la Unión Europea afirmó que el
resultado electoral fue ''opaco", y que el proceso "fue conducido por un
sistema electoral que no era independiente".
Casi
todos los observadores internacionales coincidieron que la candidatura
de Ortega para la reelección estaba prohibida por el artículo 147 de la
Constitución nicaragüense, que prohibe la reelección consecutiva, o por
más de dos períodos. Pero Ortega consiguió que los jueces sandinistas
dictaminaran — en un procedimiento ilegitimo - que la cláusula
constitucional no se aplacaba en este caso.
De
manera semejante, tampoco hubo quejas latinoamericanas cuando el
presidente venezolano Hugo Chávez inhabilitó sin debido proceso a mas de
270 lideres opositores en las elecciones para gobernadores estatales de
2008.
Tampoco
hubo reclamos regionales cuando Chávez decidió no renovar la licencia
de la cadena televisiva independiente RCTV, ni cuando desconoció la
voluntad de los votantes venezolanos, que en 2008 eligieron al candidato
opositor Antonio Ledesma como alcalde de Caracas. Tras la victoria
electoral de Ledesma, Chávez creo un nuevo cargo por encima del alcalde
de Caracas, y le quito a Ledesma casi todos sus poderes, y virtualmente
todo su presupuesto oficial.
En
Bolivia, durante los últimos cuatro años el presidente Evo Morales ha
encarcelado o enviado al exilio a casi todos los gobernadores estatales
opositores, sin someterlos a los procedimientos señalados por la ley. Al
menos cinco gobernadores opositores, incluyendo a algunos ex candidatos
presidenciales de la oposición, han sido encarcelados u obligados a
salir del país sin debido proceso.
Y
el dictador militar de Cuba, Gen. Raúl Castro, en lugar de ser
presionado para que permita elecciones libres, ha sido recibido con
creciente calidez por los muchos de los presidentes que hoy denuncian la
destitución de Lugo. En la reciente Cumbre de las Américas en
Cartagena, Colombia, casi todos los países de la región amenazaron con
no asistir a futuras cumbres entre Estados Unidos y Latinoamérica si
Cuba no es invitada.
Por
absurdo que parezca, Cuba —que no ha permitido elecciones libres en más
de cinco décadas— retiró su embajador de Paraguay la semana pasada,
senalando en un comunicado que la isla "no reconocerá autoridad alguna
que no emane del sufragio legítimo y el ejercicio de la soberanía por
parte del pueblo paraguayo", informó la agencia EFE.
Mi
opinión: La destitución del ex presidente paraguayo Lugo estuvo mal y
—aunque no es tan claramente violatoria de la ley como el golpe de
Honduras en 2009— merece la condena de la región.
Pero
la indignación selectiva de Brasil, Argentina, Colombia y otros países
por la violación de los principios democráticos en la región ha
promovido este tipo de conductas. Es hora de que los países alcen la voz
contra todas las violaciones de los principios democráticos, ya sea en
Paraguay, Honduras, Nicaragua, Venezuela o Cuba.
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