20/9/12

El paredón chavista

La operación urdida y ejecutada contra Juan Carlos Caldera fue planificada con el expreso propósito de detener el ascenso de Henrique Capriles. La acción inmediata del candidato, las declaraciones del propio Caldera y su posterior intervención en la Asamblea Nacional, evitaron que la artera maniobra consiguiera sus objetivos. La cúpula chavista es demasiado torpe y rústica. Los fraudes los perpetra con seres tan abominables, que jamás pegan una. Los tiros siempre le salen por la culata. Terminan causándose daño ellos mismos. Ruperti –junto a Didalco, De Lima y Ojeda- integran la galería de recientes personajes nauseabundos y mediocres que actúan como brazos ejecutores de una política dirigida a destruir o linchar moralmente a los adversarios. La desesperación del Comando Carabobo acabó con todo vestigio de respeto por la política entendida como escenario donde se dirime, de forma civilizada, la lucha por el poder. Esa gente a lo mejor leyó alguna vez a Maquiavelo, sin jamás entenderlo. Para el autor de El Príncipe el fin justifica los medios, pero dentro de parámetros éticos rigurosos. La disputa por el poder, según el fundador de la ciencia política moderna, de ningún modo constituye el charco pestilente donde cualquier traición está permitida. Esta fue la interpretación que la izquierda revolucionaria marxista les dio a las enseñanzas del maestro florentino a partir de las exegesis de Lenin, Stalin y Mao. En la operación tramada para acabar con la incipiente carrera política del diputado de Primero Justicia hubo premeditación, alevosía y nocturnidad, todos componentes contemplados en el Código Civil para agravar el crimen de una persona. Como parte de su plan de destrucción de la democracia y de los partidos políticos, el chavismo eliminó el financiamiento público de estas organizaciones, al igual que las ayudas internacionales y los aportes privados nacionales. Estas agrupaciones quedaron atadas de pies y manos. Frente a este cerco financiero los dirigentes están obligados a realizar malabarismo para conseguir fondos, problema que no confronta el PSUV pues cuenta con la palanca de PDVSA y el SENIAT. En este cuadro de severas restricciones se fraguó la decapitación de Caldera. No la tramaron unos monaguillos dedicados a auxiliar un modesto cura de parroquia, sino unos facinerosos que han acabado con el erario público, que fueron financiados en 1998 por el BBV y que a su vez les inyectaron musculatura económica a la primera candidatura de Oyanta Humala, a Manuel López Obrador, a Manuel Zelaya, y que han constituido un soporte irremplazable de la dictadura cubana de los hermanos Castro, y de las autocracias disfrazadas lideradas por Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa. La nada santa Madres de la Plaza de Mayo ha recibido millones de dólares del régimen. Chávez ha sido dispendioso con los partidos, ONG y líderes de afuera, e inconmoviblemente avaro con los grupos que le hacen oposición interna. Juan Carlos Caldera cometió un desliz que en política suele pagarse muy caro y, probablemente, es de los que más cuesta perdonarle a un líder: fue ingenuo. Confió en una crápula. La única referencia significativa que tenía de ese sujeto era su estrecha relación económica con el gobierno. La forma como había incrementado su inmensa fortuna en los años recientes, cuando miles de empresarios han quebrado o han sido expropiados sin indemnización alguna, era sospechosa. A lo mejor para un veterano corrido en siete plazos, ese dato habría sido suficiente para no creerle ni el saludo. El joven congresista no pudo percibir la maldad detrás de la aparente y desinteresada generosidad. Ahora bien, no existe ninguna ley que castigue con cárcel a los ingenuos -o a los vivos- urgidos de obtener fondos para promoverse como candidatos a una alcaldía., y que tratan de conseguirlos con personas que disfrutan de plena libertad, no tienen ningún juicio o proceso penal en su contra y, además, les sobra el dinero. Recibir dinero de alguien que no exige a cambio ninguna contraprestación ilegal y que no está condenado ni perseguido por maleante, nunca ha sido penado. En todo este lamentable episodio, la oposición no dejó acorralarse ni chantajearse por los filibusteros del chavismo. No les dio gusto a los perros de presa. Las cosas se han resuelto con rapidez y solvencia. Caldera tendrá bastante tiempo para recuperar su imagen, injustamente maltratada, antes de las elecciones de alcalde el año próximo. Esperemos que pueda hacerlo.

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