“La vida es una ininterrumpida e intermitente sucesión de problemas que sólo se agotan con la muerte”. Ingmar Bergman (1918-2007), famoso guionista y cineasta sueco.
Desde
el 15 de noviembre no se le ve la cara al Presidente. Ese día apareció
en un Consejo de Ministros transmitido en cadena y que algunos
suspicaces dijeron que era grabada.
Lo
cierto es que desde que Rizarra no es ministro de Información, no
escribe twitter, para algunos prueba de que quien escribía los mensajes
presidenciales era el polémico ex funcionario. La salud del Presidente
había estado alejada de la agenda mediática, ocupada de la agenda de las
elecciones presidenciales. Pero pasado el montaje de la campaña, ya es
inocultable que el comandante está por lo menos incapacitado de aparecer
en público y muy probablemente, alejado del mando del Estado.
Desde
el 27 de noviembre, el jefe del gobierno venezolano se encuentra en un
misterioso tratamiento en Cuba. Tan misterioso como todos los anteriores
pero con menos declaraciones. El alejamiento total de los focos
públicos del Presidente causa preocupaciones difícilmente ocultables en
los funcionarios del gobierno, que se esfuerzan por nombrarle
permanentemente en todas sus declaraciones, para que se sienta que está
presente… aunque esté más perdido que el fantasma de la sabana.
Quien
realmente está cargando en esta última etapa, que será sin duda la más
difícil, es Nicolás Maduro, quien no solo tiene que fungir como segundo a
bordo, como Canciller, como ahijado del fidelismo y posible heredero,
sino que también debe enfrentar la sarta de mandingas que le acechan en
sus propias filas, para hacerle tropezar y caer.
Y
Maduro no es un operador político. Es lo que los americanos llaman un
“follower”, un seguidor. Sigue fielmente las instrucciones, trata de
pasar agachado para no cometer muchos errores, evita las declaraciones
polémicas y hace el papel de tipo confiable, incapaz del peor pecado
para un revolucionario: tener iniciativas propias.
El
policamburista vice es el único autorizado para decir alguna palabra
sobre la salud del Presidente. “Está muy bien y atento al gobierno”,
dijo. Entonces ¿qué hace en Cuba? La excusa del tratamiento hiperbárico
es absurda, sobre todo si consideramos que en Venezuela hay 19 cámaras
hiperbáricas en funcionamiento.
El
resto de los ministros y gobernadores se hacen los locos y evitan el
tema de la salud del jefe. Todos hacen esfuerzos por que creamos que el
gobierno sigue adelante como si nada, pero en realidad allí el único que
habla y hace movimientos públicos de anuncios, puestas en marcha de
obras o gestiones, es el propio comandante. El Consejo de Ministros es
una comparsa que baila al ritmo que le toque el que ahora parece que ni
pita.
La
inercia gubernamental, característica en los aspectos fundamentales y
solo visible en las áreas populistas, es preocupante. No hay respuestas
en salud, en infraestructura, en educación. Apenas si habló la Ministra
para anunciar que definitivamente las vacaciones escolares comienzan el
11 de diciembre por causa de las elecciones. Por su parte, los
gobernadores oficialistas (al menos los que van a la reelección) están
entregados a la campaña, resaltando que ellos son los candidatos
escogidos por el amo de la revolución. Pero ¡cómo les hace falta la
alzadita de mano! Lo peor es que llegaran al 16 de diciembre sin que eso
suceda, porque por los vientos que soplan, la ausencia presidencial
podría prolongarse. Aunque como siempre, no hay información oficial
acerca de la salud del primer mandatario; conociendo la especie, es
insólito que no asome ni la nariz en momentos tan álgidos como la
victoria de Nicaragua sobre Colombia en la disputa territorial, como las
conversaciones de paz con la Farc en Cuba, donde siendo él un
protagonista de esta historia, no ha dicho ni pío; y sobre todo, no ha
participado en la contienda regional con vista al 16-D, a diferencia de
su presencia abusiva de portaaviones en otros procesos similares.
El
ministro de Información Ernesto Villegas, reclama que la prensa
protesta por el exceso de exposición del Presidente y protesta también
por la ausencia de él. Sólo ha emitido una información que tuvo además
que aclarar: que el comandante estará presente en su juramentación el 10
de enero. Pero tal vez la prueba de fuego pública no sea esa, sino las
elecciones que se realizarán en 11 días. ¿Estará en condiciones de venir
a votar?
A
los chavistas que se indignan porque los periodistas hablamos de la
salud del Presidente, les aclaro que este es un asunto de estado, un
tema público que nos concierne y afecta a todos los ciudadanos y a la
gestión del gobierno que tenemos. Por tanto, si no quieren que
especulemos, que digan de una vez la verdad, con la responsabilidad que
no tuvieron al reelegir a un hombre enfermo que a todas luces no está en
condiciones de asumir el peso de una presidencia.
Así
como están pidiendo “respeto” para el Presidente, así deben darle al
país el respeto de informar qué sucede. Deben dejar el sigilo y la
angustia con que están actuando para que no se filtren informaciones. Se
les ve demasiado el boxeo de sombra, aunque lo nieguen; están
nerviosos, ninguno de ellos está preparado para liderar este caos dizque
revolucionario. Ninguno tiene ascendencia popular suficiente para
asumir la culpa, porque a excepción del Presidente que es inocente como
una paloma para sus seguidores, todos los demás son considerados
culpables de la mala gestión gubernamental.
En
la bizarra celebración del golpe del 27 de noviembre, vimos a un
Diosdado Cabello alzado jefeando. Sabe que tiene los mejores contactos
con dos fuerzas poderosas: militares y bancos. Pero también sabe que
políticamente es un malquerido. Sin embargo, su opción es hasta
constitucional. Pobre Maduro. Y no digo pobre Jaua porque en esa corte
de mandingas, el ex vice maneja muy bien su tridente, cubano él, por
cierto.
2013
se perfila como un año volcánico, con una sucesión presidencial en
puertas (a menos que un informe médico serio me desmienta), unas
gobernaciones arrinconadas por un estado comunal -de seguir el país con
la línea comunista- y con un mapa geopolítico que puede cambiar de color
en los saltos de talanquera que se avecinan, cuando los herederos no
puedan con la pesada herencia que pronto les dejarán.
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