Mientras el presidente venezolano Hugo Chávez permanece en Cuba
recuperándose de una cirugía de emergencia, las facciones rivales dentro
del movimiento izquierdista del líder venezolano, Hugo Chávez, están
maniobrando para mantenerse en el poder en el futuro previsible. En este
momento crítico, en lugar de presionar al sucesor de Hugo Chávez para
obtener avances en la lucha contra el narcotráfico y el fortalecimiento
democrático, los diplomáticos están conspirando secretamente para
normalizar las relaciones diplomáticas con Caracas. Esta medida
otorgaría la bendición de la Administración Obama a un régimen criminal,
autocrático y anti-americano.
Hugo Chávez interrumpió su estancia médica de emergencia en Cuba el
pasado fin de semana para volver brevemente a Venezuela, donde declaró a
Nicolás Maduro como su sucesor. Después de ocultar la gravedad de su
estado durante dos años, Chávez reconoció que podría no recuperarse por
completo después de la cirugía que se le realizaría en la Habana e
imploró a los venezolanos que escogieran a Maduro como su sucesor.
Los críticos han tratado de menospreciar a Maduro debido al hecho de
que comenzó su carrera como un conductor de buses. Sin embargo, se ha
desempeñado como miembro activo de la Asamblea Nacional y, durante los
últimos seis años le ha dado vueltas al Departamento de Estado de los
EE.UU. como ministro de relaciones exteriores. Maduro ha desarrollado
una intensa relación personal con Chávez y su familia durante el
prolongado tratamiento contra el cáncer que el actual líder venezolano
recibe en La Habana. Chávez, sus asesores cubanos y otras personas de
su círculo íntimo consideran que Maduro tiene la mayor probabilidad de
establecer una conexión con las mayorías pobres del país ante el
escenario de una elección anticipada para elegir un sucesor
presidencial. Descrito en los medios internacionales como “afable”,
Maduro está a punto de convertirse en el testaferro de un régimen
peligroso.
Uno de los posibles rivales de Maduro es Diosdado Cabello, un ex
militar que ahora es el presidente de la Asamblea Nacional y el
vicepresidente del partido socialista gobernante. De acuerdo a testigos
bien situados que actualmente están colaborando con la justicia
americana, Cabello lidera un poderoso grupo conformado por decenas de
oficiales militares retirados y en servicio activo que se encargan de
mover toneladas de cocaína a través del territorio venezolano. Estos
hombres – incluyendo al ex ministro de defensa, el general Henry Rangel
Silva, y el jefe del Ejército, el general Cliver Alcalá – nunca
correrán el riesgo de perder el poder y tener que rendir cuentas por
sus crímenes. Independientemente del respaldo inequívoco de Chávez a
Maduro, no está claro si Cabello responderá a Nicolás Maduro y el
liderazgo civil promovido por los intereses del régimen de Fidel
Castro.
Dado que los médicos cubanos le dieron a Chávez un diagnostico de
cáncer terminal hace 18 meses, los hermanos Castro han estado
preparando a un sucesor que les continúe proporcionando los $3,5 mil
millones en petróleo y asistencia que le son otorgados al desesperado
régimen cubano cada año por el gobierno de Chávez. El problema de los
cubanos es que Cabello está al tanto de que Fidel Castro fue el que
ideó su descenso a la política estatal en el 2004, debido en parte al
hecho de que Cabello había amasado una importante fortuna a través de
una serie de actos de corrupción. El retorno de Cabello a los puestos
clave que ocupa en la actualidad fue orquestado por los narco-generales
en enero a forma de póliza de seguro una vez que la enfermedad de
Chávez amenazó la continuidad del régimen.
Lamentablemente, la oposición democrática tiene pocas cartas para jugar
– después de haber pasado los últimos 18 meses compitiendo en un
proceso electoral amañado en el que no tenía la posibilidad de ganar.
Si a la muerte de Chávez se convocan elecciones anticipadas, incluso
una oposición unificada no podrá superar las elecciones al estilo
casino de Venezuela, en las que la casa siempre gana. Mientras los
enviados de Maduro están tratando de abrir camino en Washington, la
oposición no tiene presencia o perfil fuera de su país.
La dura realidad es que el gobierno autocrático de los chavistas puede
subsistir por décadas bajo el liderazgo de Maduro, Cabello, o ambos.
Sus principales desafíos nacionales serian los problemas económicos y
la crisis de seguridad pública provocada por más de una década de
autocracia, corrupción e incompetencia. Si el gobierno chavista puede
amortiguar la caída de la economía al silenciosamente levantar las
restricciones contra el sector privado y restablecer la independencia
de la policía y de los tribunales penales, se podría mantener en el
poder sin dejar de negar los derechos políticos fundamentales.
El tendón de Aquiles de un régimen de transición chavista será la
criminalidad de Cabello y la cúpula militar. Sin embargo, eso solo
importará si las agencias de aplicación de la ley y los fiscales
finalmente avanzan los procesos para acusar a los capos militares por
sus vínculos con el contrabando de drogas y el narcoterrorismo. Es aquí
donde el apresurado y descuidado esfuerzo del Departamento de Estado
de los Estados Unidos para normalizar las relaciones bilaterales podría
tener un efecto pernicioso.
De acuerdo a mis fuentes venezolanas, la secretaria de Estado adjunta,
Roberta Jacobson, sostuvo una conversación con Maduro a principios de
este mes en la que se discutió el intercambio de embajadores por primera
vez desde el 2008. Los chavistas creen que esta medida constituiría el
paso final para la consolidación de un sucesor chavista. El lunes, el
subsecretario adjunto de Estado para Sud América, Kevin Whitaker
sostuvo una reunión discreta en Washington con un miembro del Consejo
de Estado de Chávez, el embajador Roy Chaderton, para trazar los pasos a
seguir.
Un acercamiento incondicional puede socavar los esfuerzos para procesar
a altos funcionarios venezolanos por su involucramiento en el
narcotráfico. Quizás los líderes del Congreso de los EE.UU. insistirán
en que los Estados Unidos no reconocerá al sucesor de Chávez hasta que
este se comprometa a adoptar reformas democráticas y a colaborar con las
investigaciones antidroga de los Estados Unidos. Si no actuamos
pronto, puede que a los diplomáticos de carrera se les conceda su deseo
de normalizar las relaciones con Caracas, aun cuando esto signifique
conferir legitimidad a un régimen peligroso y antidemocrático en
Venezuela.
El autor fue subsecretario de Estado adjunto
para asuntos del Hemisferio Occidental y embajador ante la Organización
de Estados Americanos en la administración del presidente George W.
Bush (2001-2005) y es un investigador visitante en el American
Enterprise Institute. Su firma, Visión Américas LLC, representa a
clientes estadounidenses y extranjeros.
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